Oxford

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Carmen, Alba y yo madrugamos como ningún otro fin de semana para plantarnos en Oxford, bien tempranito y sin desayunar. 

La discusión con Diego de la noche anterior me tuvo de los nervios, de tal modo que apenas fui capaz de dormir. En las fotos de ese día se ven claramente unas ojeras que me llegaban hasta la barbilla. Pero bueno. 

Carmen nos estuvo poniendo los dientes largos contándonos cuáles eran los planes que ella y la familia tenían para su viaje a Marrakesh. Pasarían casi todos los días metidos en un complejo de lujo con piscinas a punta pala y buffet libre. ¿Alguien duda de que a Carmen le tocó la lotería? Porque nosotras moríamos de la envidia. 

Sí es cierto que tampoco podíamos quejarnos mucho. Porque realmente nuestras familias se portaban de maravilla con nosotras, pero lo de Carmen era de otro nivel. Cada mañana, llevaba a Lexie al colegio y, después, tenía pagado por cortesía de la familia, el gimnasio al lado del río. El resto del día lo pasaba ayudando a la nena a hacer los deberes y jugando con ella. Que, claro está, en mi caso es más fácil de complacer, porque mis niños solo querían jugar al fútbol, para lo que soy una negada, o a las consolas, que estaban confiscadas durante toda la semana hasta el viernes. Y la pobre Alba... pues se conformaba con que Harry el perro adorable fuera feliz. 

En fin. Que somos tan habladoras que nos equivocamos de andén. 

Pero ese no fue el problema del día. 

En las estaciones de tren pone muy claramente que no se puede comprar el ticket cuando hayas llegado a la estación de destino. Pero con lo que no cuentan en muchas ocasiones, es con que los señores que van vendiendo los tickets están empanados y no pasan por el vagón. 

Así, desde el pueblo, llegamos a Maidenhead. Allí tampoco nos lo vendieron, y el muchacho que había comprobando los tickets nos dijo que en un momento nos lo vendía. Genial ¿no? PUES NO.

En Reading teníamos otro transbordo y de ahí nos fuimos a comprarlo en un apartado que hay, por si las moscas. 

La señora de la estación era borde, pero no un borde cualquiera, sino BORDE con mayúsculas. Nos llamó de todo, e incluso quiso llamar a la seguridad de la estación para que nos echaran y nos multaran por no traer ticket. 

En cuanto vio que la cola de gente que tenía el mismo problema que nosotras, aumentaba. Tuvo que agachar la cabeza y vender. Si es que... de vez en cuando hay que morderse la lengua antes de hablar...

 Al llegar a Oxford, no sabíamos qué hacer o donde meternos. Como era muy temprano decidimos dar una vuelta y buscar algún sitio para desayunar. 

En el camino, nos chocamos con un chico guapísimo que se llamaba Freddie. Se dedicaba a dar tours por la ciudad a cambio de la voluntad en sus ratos libres. Majísimo. 

Fue un completo flechazo para Carmen quien, desde ese primer momento, no se despegó de la primera fila y no paró de hacerle fotos de estrangis... Si es que... tenía las hormonas disparadas. 

Alba y yo sólo podíamos reírnos de lo cómico de la situación. 

Llegó la tanda de preguntas, porque al chico le gustaba saber de donde procedía su clientela. Cuando llegó a nuestro grupito de tres y le dijimos el nombre de nuestro pueblo inglés, nos miró a Alba y a mí con el ceño fruncido y nos dijo que no parecíamos inglesas. Le contestamos que realmente éramos españolas y estábamos ahí de Au Pairs y... como todos: Oh! I love tapas! And sangrrrrria. 

Típico. 

Carmen habló corriendo, alegando que ella era austríaca, de un pueblo muy cerca de Viena. El chaval le sonrió: "Very beautiful" le dijo. Y algo dentro de Carmen se apagó. Le daría pelusilla que con nosotras se había mostrado muy efusivo al saber que éramos españolas y con ella no... ¿Podría ser? 

El tour estuvo genial. De verdad de la buena. 

Pasamos un día estupendo las tres juntas, haciendo fotos, riendo y mirando cada escaparate. 

Tan, tan bien lo pasamos, que incluso se me olvidó que tenía el teléfono apagado. 


Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora