National Trust

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No me costó mucho convencer a Alba para que visitáramos alguna de las casas de la National Trust como la que había visto con mi vecina la del Ferrari. 

Solo hizo falta tener internet en el móvil y enseñarle una foto de la casa que me llamaba la atención. 

Y es que, como buena lectora de novela romántica que soy, yo también me enamoré (sólo un poquito) del señor Darcy. 

Sí... Orgullo y Prejuicio es una de mis películas favoritas y estaba empeñada en ver la fachada de la casa del señor Bingley. Esa misma en la que se despide de su amada Jane bien entrada la madrugada después de la fiesta. 

Me voy por las ramas. 

Quedamos con la Peru en recogerla en el pueblecito de al lado, que era donde ella vivía y nos pillaba de camino por esas horrorosas carreteras secundarias que hay por Inglaterra.

Horrorosas porque el estado es lamentable, pero a la vez preciosas porque se ven unos paisajes de lo más pintorescos. Todo muy adorable. 

Y, cómo no, mi Albita querida de mi corazón, ella tan adorable, tan preparada, tan buena conductora, que hasta se había comprado un navegador que nos seducía con su vozarrón. Ella, se perdió por no hacerle caso al GPS y pensar que su intuición era más certera que la información recientemente actualizada del aparato. 

¿Acaso no es esa la mejor forma de empezar una aventura?

Yo me partía de la risa. 

La Peru se preocupaba por ayudarla y a mi pobre Alba le salía el humo por las orejas. Y conste que no la culpo, que cuando a mí me da la risa histérica soy súper insoportable. 

Ya lo decía mi abuela: "cualquier día esa risita tuya te va a traer problemas..."

Y me estaba jugando que a Alba se le cruzaran los cables y me dejara en tierra para el camino de vuelta. 

Entramos por la entrada/recepción/taquilla y nos dijeron que la entrada a la casa costaba la friolera de 12 libras. Y es que, inocentes de nosotras, no sabíamos que allí también se grababa Downton Abbey. 

Pensamos en dar la vuelta y marcharnos por donde habíamos venido, pensando en la pérdida de tiempo que había supuesto ir hasta allí. Pero yo, que a veces soy muy avispada, me percaté de que había algunas personas que entraban libremente por la parte de atrás, donde había unos jardines muy bonitos. 

Nos pusimos a perseguirles. 

Y acabamos en la parte de atrás de la casa, que comunicaba por un arco con la fachada y ahí que nos metimos nosotras y nos echamos nuestras fotos pertinentes como si acabáramos de salir del baile del señor Bingley. Era una pasada. Todo lujo y dinero por doquier. 

No nos quedamos contentas del todo. Así que decidimos que era buena idea pasar por la casa en la que yo estuve con mi vecina la del Ferrari y hacernos unas cuantas fotos más, por tal de tener  una buena fototeca y, claro, porque solo eran las 11:30...

Así que volvimos al pueblo, picoteamos algo y nos plantamos en Cliveden House. Y allí sí que nos hicimos un montón de fotos, después nos dimos cuenta de que allí también se grabó una película y era, ni más ni menos, que la nueva versión de Cenicienta de Disney. Todo una gozada. 

Llegar allí fue todo una gozada, porque Taplow estaba bien cerquita, no costaba dinero acceder a los exteriores y el interior estaba vetado por ser hotel, pero ver solo los jardines y todos los recovecos merecía la pena. 

Me fui enamorada de cada uno de los rincones de ese lugar y me prometí a mí misma que los volvería a ver de un modo más romántico, pensé en volver allí con Vagim. 


Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora