Locuras ¿de amor?

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Vaya beso que me dio...

De esos que hacen temblar las piernas, provocan estampidas de rinocerontes en el estómago y te hacen plantearte lo buenas que son las bragas que llevaba porque se quedaron en su sitio. Ahí.

Aguantando como unas campeonas.

¿Que por qué le dije que me besara?

A día de hoy sigo sin saberlo realmente, pero la cosa es que me gustó y mucho. 

No sé qué vio en mi. Ni tampoco por qué yo me sentía atraída por él. Era como una especie de experimento o, mejor dicho, una especie de rollete del que me iba a aprovechar porque, es obvio que él conocía partes de Inglaterra que seguramente serían preciosas y a mí me pasarían desapercibidas. 

Puede sonar a perra asquerosa, pero no. De verdad. El chico me gustaba bastante. 

Vernos en la parada del autobús se convirtió en nuestra rutina diaria particular. Venía prácticamente todos los días temprano a traer a su hermana quien cada día se acercaba más y más a mí en busca de conversación. Tenía muy presente que se acostaba tarde por su trabajo en el restaurante pijo ese y, sin embargo, ahí estaba todos los días para verme y desearme un buen día e incluso para pasear a Wellington conmigo. 

Empecé a notar cosas entre nosotros que jamás había experimentado antes... sus besos me provocaban flojera de piernas... cada caricia era como una corriente eléctrica y con solo escuchar su voz acercándose por el sendero se me formaba una sonrisa idiota en la cara. 

Alba sostenía firmemente la teoría de que me estaba enamorando. 

Por el contrario, yo no quería creerlo. 

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora