Desde que Tati se fue, mi vida se convirtió en un standby.
No tenía apenas ganas de salir a la puerta de la calle, pero me agobiaba mucho la idea de pasar los días y días encerrada en la casa.
La escuela de idiomas iba bien.
Eso no lo he contado, vaya cabeza la mía.
Linda me recomendó la escuela de idiomas del pueblo porque era súper buenísima y tal y tal. Además la otra más cercana estaba en el pueblo de al lado y según ella era casi hora y media en autobús. Nada más lejos de la realidad, porque solo era una hora (contando la ida y la vuelta). Así que fui a hacer una prueba a la del pueblo y me metieron en el nivel correspondiente.
Me clavaron 410 libras. Sí, por un solo trimestre.
Me arruiné.
En la escuela de idiomas conocí gente muy maja, muchos de ellos españoles. Pedro, Nadia e Irene eran los tres del norte. Después conocí a Valentina, una chica mexicana majísima que parecía muy muy joven y, poco después, descubrí que ciertamente lo era, porque solo tenía 16 años.
La cuestión es que tenía familia en Inglaterra y la chica era superdotada y al terminar antes el instituto en México se vino para aprender inglés.
Súper guay en verdad. Me moría de la envidia.
Además, había más chicas con las que tomé cafés después, pero de las que ahora mismo no me acuerdo del nombre. Ellas eran casi todas polacas o checas.
Mi búsqueda de una amiga o un amigo en Inglaterra estaba siendo demasiado complicada. Yo quería alguien a quien poderle contar mis penas. Pero no veía a nadie lo suficientemente afín a mí como para poder desahogarme tranquila.
Poco tardé en darme cuenta de que la realidad estaba delante de mis narices.
El grupillo de chicas con las que quedé para ir a Londres creó un grupo (valga la redundancia) de whatsapp que estaba abandonado. Así que decidí darle un poco de vidilla.
Haciendo uso de mi maravilloso inglés, escribí: Someone for a coffee?
Al que varias de ellas no tardaron en apuntarse pero, por circunstancias varias, solo Alba pudo venir conmigo a tomar el fresco.
Y vaya chica.
Hoy por hoy puedo decir que, sin ella, mi experiencia inglesa habría sido caca.
Con ella he vivido grandes momentos que, ya iré escribiendo, no me quiero adelantar ;)
Esa mañana tomamos café, charlamos de todo y de nada, y me contó lo guay que era su familia.
Literalmente.
Resulta que, cuando vayáis por un aeropuerto inglés y veáis las casas de cambio de divisas, una de ellas está dirigida por el hostdad de Alba. No voy a decir cual, porque sería hacer publicidad y... no.
Y obviamente estaban forrados.
Mucho.
Tanto que daba asco.
Tenían una casa que era para morirse de lo grande. Con seis habitaciones y, todas menos dos, con baño propio.
Así de guay.
La casa tenía tres salones, una cocina en la que podrían correr caballos y, cómo no, un jardín con pista de tenis propia, piscina y gimnasio.
Lo mejor de todo era Harry, el perro, que era tan mono que hasta me planteé el hecho de secuestrarlo y llevarlo para España conmigo.
I (L) Harry.
Y lo mejor de todo no era la casa, no.
Era que la jodía de mi amiga tenía un Land Cruiser para ella solita.
Cochazo y lo sabéis.
Sus "niños" tenían 18 y 14 años. Lo que significaba que ella para los niños... poco. Ella más bien era la au pair de Harry.
Si es que los ricos...
En fin.
Su primera anécdota fue contarme que, su familia, tenía en el despacho (el cual no he nombrado antes, lo siento, fallo tonto) 5 cajas de iphones 5s. Cinco, los deditos de una mano...
Y nosotras con los móviles reventados.
¿Quién dijo que la vida era justa?
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...