Y, como también pasa en las películas, él palideció en cuanto me vio acercarme.
Y, ¿a que no adivinais quien era la chica con la que estaba hablando? FACIL.
La que siempre quiso meterse en sus pantalones, la que me odió desde el primer día en que él me habló a mí y no a ella. Sí, habéis acertado.
Bueno, si no lo habéis hecho, os lo digo yo.
La alemana de la parada del autobús, sí.
A ver, en parte no me vino grande porque sabía que a ella se le caían las bragas (lo siento, qué malhablada soy) cada vez que él la saludaba.
No la culpo, a ver. Es que el Rusi está para mojar pan.
La despachó antes de que me terminara de acercar. Ganándose una mirada de odio proveniente de esos ojazos azules que se gastaba la alemana.
- Hola María. - Me soltó una sonrisa medio nostálgica que me hizo sentir que esta conversación iba a acabar en ruptura.
- Hola Vagim.
- ¿Puedo invitarte a una copa?
Asentí, porque seguramente estando bebida podría terminar lo que tan valientemente me había propuesto a mí misma. Tomar el toro por los cuernos.
Me sirvieron otra cerveza, suave, pero ya sabéis cómo me sienta...
- ¿Qué tal estás? te veo muy delgada. - su escrutinio me puso más nerviosa aún.
- Qué va. Estoy bien y tú - me torteé mentalmente por ser tan impersonal con él.
- No puedo decir lo mismo - primera puñalada - te echo muchísimo de menos.
Segunda puñalada.
- Y yo - puñalada devuelta, vi pena en sus ojitos preciosos.
- María, yo...
- Lo sé - le interrumpí - Sé perfectamente que eso que teníamos se ha acabado, lo asumo. Es mi culpa por no saber qué quiero hacer con mi vida. Ni siquiera terminé mis estudios de marketing.
Me puso cara rara y le entendí, porque nadie allí más que mi host-family lo sabía.
- Lo siento, no te lo conté nunca. Hay tantas cosas que se nos han quedado pendientes... siento no haber sido lo que esperabas. De verdad. Has sido una de las mejores cosas que me han podido pasar aquí. Una de las mejores personas que me llevo y que, sin duda, conoceré en mi vida. Siento tanto haberlo fastidiado...
Le abracé y me dolió que no respondiera a mi abrazo, que fue breve.
- Será mejor que me vaya, lo siento, de verdad.
Me fui de allí tan rápido como me permitió coger mis cosas y despedirme de las chicas, que estaban perplejas.
Más o menos con la misma cara con la que le dejé a él al lado de la barra.
En el mismo instante en el que atravesé la puerta del bar y me dirigía a casa, supe que esa decisión me perseguiría el resto de mi vida.
Algo me decía que me había equivocado, que estaba andando en la dirección contraria. Que tenía que dar la vuelta, pedirle perdón de nuevo y prometerle que me quedaría con él allí.
Respiré hondo varias veces mientras andaba, rápido, evitando mirar atrás.
- ¡María, espera! - su voz me dejó clavada en la acera.
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...