Una gracia

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Resulta que, al fin de semana siguiente, John vino de visita con Wellington.

Así que lo del fin de semana anterior ni fue despedida ni ostias. Me tuvieron casi todo el sábado enganchada sin tener claro si iba a hacer babysitting o no. Al final resultó que no y me fui cagando leches con Pilar, Danielle y Alba a ver la carrera de patos que había en el parque.

Patos de goma, de esos que son tus únicos espectadores cuando cantas en la ducha.

De esos.

Y la gente apostaba y todo... muy fuerte, eh.

Mi familia se fue entera por ahí y, como las chicas sí tenían que quedarse con sus niños, nosotras (Alba y yo) nos fuimos a mi casa a comer.

Echamos una noche súper agradable ^^

Pero claro, mi gozo en un pozo.

El babysitting tuve que hacerlo en domingo y, sinceramente, no sé qué es peor. Estuvieron un par de horas por ahí y yo aproveché para hacer la colada.

En realidad no me quejo... porque me vino de perlas planchar toda la ropa que tenía acumulada.

Lo mejor de lo mejor vino cuando, después de dejarme a la familia casi para cenar, me fui con Alba a cebarnos un poco al Donkey.

Al rato me llamó John.

Frank se había dejado la puerta de casa abierta y no encontraban a Wellington por ningún lado y tenían que marcharse para York. ¿Que qué pasó?

Tuve que comerme la cena más rápido que lo que se tarda en estornudar y salir corriendo para buscar al chucho de pedigrí.

No hizo falta dar muchas vueltas, porque mientras corría a casa me lo encontré intentando tener hijos con una labradora a la que su dueña tiraba de la cuerda como si le fuera la vida en ello.

Llamé corriendo a John y vino casi volando al parque donde me encontré con su preciado animalillo.

Si es que... el desastre que no me pase a mí...

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora