Comencé la nueva academia de idiomas en el pueblo cercano a mediados de enero.
Empecé un poco tarde porque lo dejé a medias. El día en el que me hicieron la prueba de nivel para ver en qué clase me metían, tuve en frente a una chica que parecía sudamericana, pero no quise decirle nada por miedo a cagarla. Pero a los pocos minutos a ella la llamaron al móvil y escuché claramente con mis oídos que hablaba en español y no con un acento muy del sur de América.
En seguida me presenté.
Y, como ya venía siendo normal, la chica lanzó un suspiro muy sonoro como diciendo, por fin me encuentro con alguien con quien conversar en lengua materna.
Se llamaba Laura y venía de Madrid, aunque era originaria de Perú.
Me contó en menos de cinco minutos, que estaba trabajando en un estudio de arquitectura y a la vez era Au Pair. En fin, pluriempleada.
Era bastante simpática, hablar nos calmó un poco los nervios previos al examen.
Nos dieron media hora para hacer la prueba. En un principio quedé bastante contenta, pero siempre prefiero esperar a ver el resultado y no ilusionarme demasiado. Llamémosle manías.
Y, si en la parte oral estuve un poco menos acertada, mi compañera estuvo peor... la pobre se quedó pilladísima con muchas preguntas tontas que le hizo la profesora. Esperé a que ella acabara para que me dijera mi resultado y, además, habláramos un poco más e intercambiáramos números de teléfono. La chica se veía un poco desesperada y sola.
Me dijeron que tenía nivel para asistir a la clase preparatoria del b2 o First Cambridge certificate. Y me hinché de orgullo. Tenía que escribirle a Carmen.
Que esa es otra.
Mi amiga la de Austria había cambiado de familia, sí, como el programa de la tele. Por lo visto ella no estaba del todo a gusto en una casa en la que tenía una habitación grande y preciosa con baño propio, tenía coche propio y, para colmo, le pagaban la escuela de idiomas y un sueldazo.
Incógnitas de la vida.
Ahora solo tenía a una niña que se llamaba Lexie y le encantaba hacerle trenzas. También tenía coche, sueldazo y había reducido el número de niños de 3 a 1... en parte la entendía. Ahora ella estaba más feliz.
Ella fue quien me animó a cambiarme de escuela de idiomas. Porque me iba con ella y solo tendría que pagarle mi parte proporcional al gasto de gasoil... miedo me daba con sólo acordarme de lo que nos cobró a Pilar y a mí en Halloween.
Después de saber mi nivel en la academia le escribí a su número inglés. Algo así como:
Hi darling! I'm happy to say I'm in the upper intermediate like you!!!
Y me fijé en la foto, y esa no era Carmen.
Mu bien... la había cagado.
La chica en cuestión me comunicó que ella no era Carmen, sino Silvia. Que era la nueva Au Pair de la familia en la que estaba Carmen y que ojalá nos pudiéramos conocer porque estaba recién llegada. Después de hacer, literalmente, el gilipollas hablando en inglés ella se dio cuenta de que mi número por Whatsapp tenía el español +34 delante. Por lo que me dijo:
La hostiaaaa!! que eres española como yo!!!
Ese fue el principio de mi amistad con la chica que llegaría la última, pero dominaría el pueblo como si fuera la primera, era bajita, lista y conquistadora. La Napoleona Gallega.
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...