La vecina del Ferrari

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Sobrevolaba los Pirineos cuando mi abuelo entró en su nicho.

Suena duro. Pero es así.

Me rompía por dentro no poder estar con mi familia en ese momento. Pero no me permitieron cambiar el vuelo.

Todos mis amigos vinieron al sepelio. Me dieron sus condolencias y me sentí realmente arropada.

Diego vino con sus padres y con Tati de la mano. Hablaron con mis padres, pero a mi hermano Nacho y a mí no nos dijeron ni mu.

A freír colillas, hombre ya.

Me estaba desgastando bastante su actitud ácida y superior.

A la parada del tren acudió toda la familia, me dieron sus condolencias y me preguntaron si había alguna tradición con respecto a los difuntos.

Negué. Y vi cómo Frank se convertía en mi sombra por el resto de esa semana.

Pero claro, Linda decía que mi mente tenía que estar despejada. Y le pidió a Caroline, una vecina muy maja, que nos llevara de excursión al día siguiente.

Así fue como descubrí lo maravillosa que puede ser Inglaterra cuando se deja.

Nos llevó a una casa de la National Trust, Cliveden.

Fue una pasada. Y eso que no la vi entera.

Tenía unos jardines espectaculares. Unas fuentes de infarto y una colección de estatuas impresionantes.

Lo mejor de todo fue que esa fuente salía en la peli nueva de cenicienta y yo, como Disney girl que soy. Casi lloro de la emoción.

Caroline era muy simpática y tenía una alegría que se contagiaba. Se pasó todo el día hablando conmigo. E incluso me invitó a tomar el té con ella.

Lo que me dejo cuajada es que tenía un Ferrari de época en el garaje. Y se habían cansado de el.

¿Quién se cansa de un Ferrari?

Llegue tan cansada a casa que solo picoteé algo y me fui a dormir después de darme una buena ducha.

Lo que me hizo no darme cuenta de que tenía una llamada perdida por skype. 

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora