"Me aterra, no logro controlarlo y temo, temo por lo que siento cuando estoy a tu lado"
Tras bajar del auto y soportar el mal humor de Samuel, respecto a al dinero que gasté en ropa: entro a la UBI. Saludo a quien me saluda, pero las personas me miran raro, debe ser por la ropa que traigo puesta, siempre vengo como una vagabunda y este repentino arreglo ¿levanta sospechas? No lo sé, pero si tengo que soportar el martirio de Sam por el dinero —por el cual trabajo—, por lo menos quiero lucirlo. De igual forma me siento algo decorada, debe ser por la falta de costumbre.
—Te ves realmente hermosa —susurran a mi lado.
Ese tono de voz, podría reconocerlo a la distancia, a pesar de recién conocerlo. Se materializa a mi lado como si hubiese estado esperándome.
—Gracias, Arsen —Sigo con mi camino, pero de reojo veo que camina junto a mí.
—¿Hoy sí puedo invitarte a tomar algo después de clase? —pregunta amable.
Lo observo extrañada, pensé que había olvidado lo de la cafetería.—No, Arsen. No puedo, pero gracias —Me excuso.
Él no dice nada y sólo me observa con esa intensidad tan suya, me pregunto en qué estará pensando. Pero no doy tiempo a adivinarlo, sin decir nada más me doy la vuelta y entro al salón. Siento palpitaciones en mi pecho, pero no son malas, es como si fuese adrenalina, como si en realidad quisiera aceptar de beber algo con él, me intriga su persona y no niego que me encantaría conocerlo. Pero sé que no está bien, debo dejar esas fantasías, las cuales ya se me pasaron de tiempo, es sólo un chico. Y olvido lo más importante aquí: Samuel.
Me daría un golpe por sólo estar considerando esto en mi mente. Ni que Arsen haya intentado algo, sólo es amigable, intenta conocer personas nuevas, y yo, haciendo ideas tontas en mi confundida cabeza.
Comienzo con la clase, hablo como si estuviese en piloto automático, mis ojos van desde los alumnos a la puerta por la que recientemente pasé. Donde se encontraba Arsen. Escucho, más bien finjo que escucho lo que hablan, no dejo de darle vueltas al asunto, de preguntarme si esto es normal, y no, no el hecho de la invitación, sino el que quiera ir y de experimentar una vez más las sensaciones que me dan tenerlo cerca.
Por fin el día laboral termina, guardo cada una de mis pertenencias y cuando todos salen, también me retiro. Pero no doy más de dos pasos que una sombra me asalta en el pasillo.—¿Por qué no quieres ir a tomar un café conmigo? —pregunta y me observa con su ceño fruncido. Suspiro buscando las palabras que no me hagan quedar como una pretenciosa.
—Porque no corresponde —explico y comienzo a caminar.
—¿Por qué no corresponde? —Se cruza en mi camino impidiendo el paso—. Sólo quiero conocerte, además puedo enseñarte de mi cultura, ya que tú me enseñas de la tuya —Sonríe ampliamente, seguramente está al tanto de lo que esa mágica sonrisa causa en las personas.
Se nota que es una persona muy persuasiva, pero tiene razón, por más que es mi alumno, no es nada malo, yo soy la que tiene extraños pensamientos, siendo que él no tiene esas intenciones conmigo, ¿por qué un chico como él se interesaría en mí? Su rostro confundido me muestra que la de las ideas raras soy yo. Todo esto lo pienso en el lapso hasta dar con la salida.
—Está bien, tienes razón —Acepto y sonríe de lado demostrando su victoria.
—Voy a buscar mi auto, espérame aquí —pide.
Lo veo alejarse a toda prisa, no puedo evitar sentirme nerviosa, como si estuviese haciendo algo mal. Es la primera vez que tomaré algo con un alumno.
Minutos después un auto color negro, se detiene frente a mí, observo con recelo hasta que veo a Arsen bajar del vehículo. Por Dios, ese auto debe costar más que mi vida, ni siquiera sé de qué marca es. Si bien Arsen tiene pintas de ser una persona bien acomodada económicamente, este auto confirma que sí debe tener mucho dinero.
—¿Subes o te subo? —bromea, sonrío negando con la cabeza, tratando de pasar de largo el comentario.
Entramos al auto —muy elegante, cabe mencionar— y mientras me coloca el cinturón de seguridad, quedo inmóvil mirando al frente, está muy cerca, sus movimiento son lentos y delicados como si fuese a lastimarme.
—Ahora sí —comenta cuando se acomoda en su asiento de piloto y lo pone en marcha.
—Bonito auto —Rompo con el silencio incómodo durante el camino, aunque a él se lo ve relajado al volante.—Regalo de mi madre. —explica.
—Muy lindo gesto de su parte.
—Ella arregla todo con regalos, pero aún así la quiero.
No sé qué decir ante esto, miro hacia mi izquierda por la ventanilla, ha comenzado a llover, pronto va a oscurecer y ni siquiera le he avisado a Samuel que no iría aún a casa y, más con quien me encuentro. Y entre pensamiento y pensamiento, ahora recuerdo que Samuel iba a pasar por mí. Estoy a punto de decirle a Arsen que me devuelva a la UBI, cuando la vibración de mi teléfono interrumpe. Ante la sorpresa y presión siento mi rostro ponerse rojo, arde, quiero bajar la ventanilla pero no sé cómo hacerlo, el maldito auto es demasiado moderno. Sujeto mi frente y pienso, no puedo contestar con Arsen aquí.
—¿Estás bien? —pregunta haciéndome reaccionar .
—Sí —contesto automáticamente y decido contestar la llamada.
No estoy haciendo nada malo, ¿por qué tanto nerviosismo? Acaso el estar con un alumno en un auto yendo a tomar un café ¿es malo? No, exacto, mi mente me dice que está mal porque lo estoy mirando con otros ojos.
—Hola... —contesto lo más normal que me sale.
—Liz, estoy atrasado, en unos veinte minutos paso.
—No te preocupes, voy a tomar un café, voy más tarde a casa —aviso y espero que mi voz no se haya oído tan desesperada como yo lo sentí.
Se hace un pequeño silencio y oigo un gran suspiro de su parte.
—Eh... bueno, supongo que nos vemos más tarde —contesta más normal y me tranquilizo.
—Claro, hasta entonces —finalizo.
Cuelgo la llamada más calmada, pero al mirar a mi derecha y verlo conduciendo, mi consciencia me martiriza por algo que sólo está en mi mente, por algo que no sucede «¿o sí?».
—Listo —afirmo refiriéndome a la llamada, me da una rápida mirada y asiente sonriente.
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Él, prohibido
Romance"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...