“La calma antes de la tormenta, la mejoría antes de la muerte, la ilusión antes del engaño”.
Como cualquier otro día ingreso a la Universidad y me dirijo al salón de clases, la única diferencia es que encuentro a Arsen parado junto al escritorio, cruzado de brazos y con la cara que se lo llevan los mil demonios. Considero frenarme y volver por donde vine, pero cuando nota mi intención, se acerca y sujeta mi cintura para cerrar la puerta y ponerle la traba impidiendo que escape.
Sabía que iba a molestarse por haberme desaparecido de su hogar, las muchas llamadas y mensajes me lo confirmaron, pero no que iba a reaccionar así. Sorprendiéndome por completo por su gran velocidad al actuar, me acorrala contra la pared y pone las manos a ambos lados de mi cabeza. Lo observo nerviosa y con la respiración agitada, esperando a que hable.
-¿Debías irte y dejarme así? -reclama con notorio enfado.
-Lo siento -musito-, pero sabes que eso se terminó -Le recuerdo y frunce su ceño en señal de incredulidad.
-¿Terminarse? -inquiere-. ¿Dejas que te haga el amor para luego terminarme? -ironiza.
Si lo pone así suena a que lo usé.
-Ya he sido clara -advierto y se escuchan golpes en la puerta-, van a descubrirnos -gruño nerviosa por si nos encuentran, pero a él se lo ve muy relajado.
-No me importa -responde.
-A mí sí, ¡tengo una vida! -reclamo y aprieta su mandíbula.
-Esto no quedará así, Liz -advierte mientras se aleja y quita la traba de la puerta.
Antes de que abra me acomodo y recobro la postura totalmente nerviosa de que alguien sospeche. Pero él sale y los alumnos entran sin darse cuenta. Tomo asiento en mi silla y miro al suelo sintiendo como todo se va al caño. Las palpitaciones en el pecho me hacen sentir que en cualquier momento dejaré esta vida. Hasta tengo mareos, no puedo si quiera pensar con claridad.
El resto de la clase la pasé totalmente nerviosa, sobre todo preocupada por el comportamiento de Arsen y no sé cómo hacer que lo entienda. Pero con darme ideas ahora no lograré nada, debo esperar y buscar el momento para hablar con él. De hacer recapacitar a ambos.
Camino a la salida y nada más poner un pie fuera de la universidad, lo veo sentado en el capó de su auto, tiene lentes de sol y está cruzado de brazos viendo hacia acá. Decidida y sin miedo camino hasta él, cruzo la calle y sin esperar nada entro a su auto, seguido lo hace él.
-No vuelvas a hacer eso -Le exijo sujetando el cuello de su chaqueta.
Su vista cae al suelo apenada y me arrepiento de hablarle así.
-Lo siento -Se disculpa-, es que pensé que te quedarías conmigo y despierto solo y desnudo en la sala -vocifera.
-No me arrepiento de haber estado contigo anoche -Le aclaro y su vista se ilumina-, pero debes comprender que soy casada y quiero seguir con mi vida -pido con angustia.
Parece contemplarlo y después de unos momentos asiente lentamente.
-Si así lo quieres... Haré de cuenta que nada pasó -propone y aunque me genera rechazo asiento.
-Adiós, Arsen -saludo y me apresuro a bajar del auto, pronto llegará Samuel.
«Es lo correcto, es lo correcto», me repito una y otra vez hasta que me lo crea.
-Liz, ¿estás escuchándome? -Vuelvo mi vista hacia Mitchel y asiento.
-Discúlpame, estoy distraída -Me excuso.
-¿En qué piensas? -pregunta curioso y hay tantas cosas para contar. Pero principalmente: «En Arsen».
-No estoy pasando un buen momento, Mitch -comento a desgano.
Dejo mi taza y espero a que comience a preguntarme.
-Cuéntame, sabes que puedes contarme lo que sea -Estira su mano y toma la mía sobre la pequeña mesa.
Desvío mis ojos de los suyos y los poso en el cristal de la cafetería, mi vista se fija en una señora en la acera luchando con un paraguas y el viento.
-Liz... -presiona.
-Hace como dos meses engañé a Samuel -confieso y sus ojos verdes se abren en sorpresa.
-¿Qué, con quién?
-Con un alumno... -Comienzo a relatarle todo lo sucedido con detalles.
También le cuento como han quedado las cosas entre Arsen y yo. No hemos vuelto a hablar, más que las palabras que cruzan un profesor-alumno (normalmente).
Después de esa tarde en donde aclaramos las cosas en su coche, al día siguiente hizo de cuenta que nada había pasado -como dijo que haría-, me ignoraba completamente. Fueron largas semanas de torturas, a veces parecía que me lo cruzaba más de la cuenta a propósito y el sólo tenerlo cerca me lastima.
-¿Así nada más? -pregunta con sus manos en el aire, indignado.
-Sí, Mitch. Así están las cosas, así lo quise y se lo exigí -admito.
-Dime la verdad... ¿Qué sientes por él?
Nunca había pensado o más bien planteado lo que siento por Arsen, pero sí sé que ocupa todo el lugar en mi cabeza y aniquila mis demás pensamientos. A veces no logro concentrarme en la clase por tenerlo frente a mí, mirándome y no pudiendo tocarlo, se ve como lo que es, prohibido.
-No importa eso -aclaro-, terminó y agradezco que haya sido así, pude haber perdido mucho en el camino, todo por un par de revolcones.
-Me resulta raro escuchar eso de ti. Mi hermanita no hace ese tipo de cosas -Su sonrisa pícara me hace soltar una carcajada-. La verdad es que ni siquiera voy a hacer la pregunta tonta de... "¿Qué sucede con tu esposo?".
-Haces que me sienta culpable
-confieso avergonzada.-Sí, se nota cuánto -exclama sarcástico-, igualmente no te juzgo, sabes que no soy esa clase de persona.
-Él logra cambiarme, Mitch. A eso le temo, su influencia en mí.
-Tranquila, no te defiendas, pero escucha lo que te digo, Liz -Apoya sus antebrazos sobre la mesa y se acerca un poco más-. No veo que esto acabe de buena manera, así que toma o deja mi consejo. El cuál es que dejes a ese niñato donde está.
Lo observo y él me observa, no desvía su mirada y me reta. En las últimos días lo he notado más irritable y cercano a mí, pero no me habla, es como si quisiese que yo lo haga, que sea yo quien dé el primer paso.
Aunque siempre puedo equivocarme.
Mientras todos se levantan para dejar la clase, por primera vez en bastante tiempo se acerca a mí, se apoya en el escritorio de esa manera tan suya y me observa.
-¿Qué puedo hacer por ti? -Le pregunto y sonrío.
-Salir conmigo -propone sin ningún reparo, frunzo mi ceño y lo observo no creyéndolo.
-De la clase -corrijo y aclaro mi garganta.
-Quiero que seas mi profesora particular -Vuelve a proponer y el rojo de mi rostro debe ser peor que el rojo de un semáforo.
-Retírate por favor -pido nerviosa.
-Te extraño, Liz -susurra descolocándome.
Pero sin responder o caer en su red, tomo mi bolso y salgo del lugar sintiendo como el estómago se me revuelve y las náuseas se hacen presentes. Esto se está saliendo de control, ya no es excitante o agradable. Arsen cada vez es más difícil de quitar de mi mente y cuando lo tengo cerca es peor, es como si lo tuviese grabado bajo la piel.
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Él, prohibido
عاطفية"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...