Capítulo №30

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—¿Tienes las llaves a mano? —le pregunto a Mitch mientras hago fuerza intentando no caerme al suelo. Mi respiración se agita un poco más y él con su torpeza no ayuda demasiado. 

—Estoy en eso, no me presiones, camina —pide más nervioso que yo. 

A empujones y movimientos bobos, bajamos a la acerca donde se encuentra aparcado el volkswagen color plata de Mitch. Por suerte tengo todo organizado con anticipación, tanto mi bolso como también el del bebé estaban listos. Digamos que en algunos aspectos de mi vida si soy precavida (chiste interno). El obstetra acertó muy bien con la fecha de parto, lo único malo es que tendré cirugía, Evan es un niño grande y ya no tiene espacio. Por lo tanto, ya se había decidido con antelación. No por eso mis nervios o miedos son menores, pero si me ayuda a tener todo un poco más controlado. 

De algún tiempo atrás hasta ahora intenté controlar todo lo que mi vida respecta (esto no es chiste), creo que la inseguridad e incertidumbre que he vivido dejaron una pequeña huella en mí. 

—Despacio, tranquila —Mitch intenta calmarme —aunque lo estoy—, él es el más alterado. 

Este último mes de embarazo me costaba más dormir por las noches, pero era más gracioso ver a Mitch tan absorbido y preocupado por mi, a veces me sentía mal, desde hace diez años carga con mi peso, y lo que más me duele es que él me lo advirtió.
Aunque nunca me lo reprochó y me demostró cuán contento estaba por Evan, casi como si no fuese a ser su sobrino, sino su hijo. 

—Estoy calmada, las contracciones no son tan fuertes —Sujeto mi barriga intentando que el dolor pase, puedo sentir sus movimientos inquietos y una sonrisa se posa en mi rostro. 

«Por fin lo conoceré, estos meses fueron interminables». 

En el camino al hospital aviso a mis amigos, por más que están al tanto esto no deja de ser sorpresivo. Todos se portaron de maravilla, me han ayudado mucho en estos momentos tan difíciles y angustiantes para mí. No fue fácil afrontar todo sola, o más bien sin Arsen. Lo único que puedo decir respecto a él, es que quedé destrozada, pasé por muchos momentos de angustia y hasta depresión, Mitch no sabía como manejar las cosas, pero por suerte, Liam estuvo para apoyarme, se ha convertido en un gran amigo y me sacó de ese pozo. Aún sigo frágil, mas no me permito decaer, no puedo y no quiero por mi bebé. 

«Pero miento si digo que no pienso en Arsen». 

Tampoco supe nada de él, ni bien me alejé aquella tarde cambié de número por si intentaba buscarme. Supongo que volvió a Grecia y debe estar haciendo su vida... feliz. En este tiempo medité muchas veces en buscarlo o hablarle respecto a Evan, intentando hacer lo correcto, supongo. Ahora me arrepiento un poco, siento culpa de que no presencie el nacimiento de su hijo, pero... ¿qué me garantiza que quiera estar aquí? Y aquí vienen las miles de preguntas que me he estado haciendo día a día antes de dormirme, al levantarme o estar haciendo cualquier cosa: ¿realmente me amaba? ¿En eso también me mentía? ¿Pensará en mí? 

Y siempre llego a la misma conclusión: no sirve de nada pensar en ello. 

Al llegar al hospital no tuve tiempo de nada, mi bolsa se rompió y fui directo a la cirugía, en los preparativos pasé un mal rato, toda la sala quirúrgica, los doctores con esos barbijos, instrumentadores, etc. No parecía el típico escenario de maternidad, de calor o placentero, todo lo contrario, fue horrible, la sensación de ahogo y torpeza que da la epidural es espantosa y además de las cosas que sentí. Igualmente cabe mencionar que nada de eso opaca la felicidad que siento en este momento. Con un poco de dificultad por el dolor y el cuerpo aún dormido tomo asiento en la cama para alimentar a Evan. Acabo de convertirme en un auténtico cliché por ver a Evan como: "el bebé más hermoso del mundo". Todos a mi alrededor sonríen, están emocionados y ansiosos por cargarlo. Yo también lo estoy, es la luz de mis días, pero nada quita el dolor y la ausencia que siento en el pecho, quisiese que quien sostenga mi mano y esté a mi lado sea Arsen. 

Mis lágrimas de angustia se mezclan con las de felicidad, es una lucha interna, y prefiero que prevalezcan las de felicidad, mi hijo las merece.
La mirada azul de Liam me dice que sabe cómo me siento, es el único que no sonríe, hasta parece que comparte mi dolor. 

—Es mi turno —Mitch reclama a Evan, lo carga y pasea por la habitación hablándole un montón de cosas que no logro oír. 

De un momento a otro todas las visitas se retiraron, dejando un silencio hermosamente tranquilo en el lugar. Liam toma asiento a mi lado derecho y sujeta mi mano entre las suyas, la acaricia de una manera muy relajante, tanto que comienza a darme sueño, solo me limito a observarlo y transmitirle con la mirada como me siento, y sé que lo capta, es muy perceptivo. 

—Gracias... una vez más... 

Niega con la cabeza con una sonrisa y su ceño fruncido como en desacuerdo. Pero es la verdad, me siento en deuda con todo el que me rodea. 

—Nada, no me agradezcas nada. Me encanta estar aquí —Da una mirada a Mitch quien está perdido mirando a Evan, aún en sus brazos. 

—Siento que no merezco que me ayuden, siento que merezco ser castigada... —Levanta una mano intentando hacerme callar pero la ignoro—. Solo no quiero que Evan pague eso, quiero que sea feliz y ahora me arrepiento de no haberle contado a Arsen... podría verlo, no quiero que crezca sin padre... 

—No se lo merece, no merece a Evan ni a ti, no lo necesitas, Liz —Se pone de pie y acomoda su cabello de forma nerviosa. 

—Lo sé —confieso. 

—Estarás bien, Evan lo estará, nosotros lo estaremos... 

Lo miro perpleja, confundida y en estado de shock, ¿habré entendido mal? ¿Serán aún los efectos de la medicación? 

—¿Nosotros? —pregunto con temor. 

No cabe en mi mente esta opción, tal vez esté negada pero no se me ocurriría pensar en eso por nada del mundo, también temo que su repentina e inesperada amistad sea solo fruto de un deseo o gusto por mí de su parte, mas que de una sincera y honesta amistad. O también puede ser que me lo esté imaginando y solo sea otro gran y hermoso gesto de tantos que tuvo conmigo durante todos estos meses donde me di cuenta de la maravillosa persona que es. 

—Nosotros —afirma y clava sus azules y profundos ojos en mí, llevándome a cuestionar una vez más lo que implica ese "nosotros". 

—Gracias por eso —Desvío mis ojos de él intentando cortar la incómoda conversación y observo a mi bebé. 

Es lo más importante de mi vida, quiero que tenga lo mejor y no padezca ninguna de mis decisiones. Sobre todo quiero que sea feliz... Sin pensarlo mis ojos se llenan de lágrimas, quisiera que las cosas fuesen distintas, con un final digno, pero a pesar de todo... No me arrepiento de nada.

Él, prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora