Capítulo №16

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“Ya no imagino mi vida sin ti, estoy dispuesta y preparada para lo que sea, siempre supe que tú, vales la pena”

Cierro la puerta de entrada a mis espaldas sintiendo la presión en mi cabeza, siento como me sube el calor hacia el rostro. Estoy muy nerviosa y asustada. 

Lo que hace solo unos momentos atrás me parecía algo «sensato y correcto» de hacer, en estos momentos todo lo que tengo frente a mí, me empuja hacia atrás. No porque quiera, sino por no saber cómo afrontarlo.

Mi hogar, mi matrimonio, mi relación de años con Samuel. Todo a la basura. No es que me esté arrepintiendo, pero si creo que debo tomarlo con pinzas. Después de tanto tiempo juntos, las cosas pesan de otra manera, no es como un noviazgo en donde de buenas a primeras se termina.

-Buenas noches -saludo y levanto un poco la voz intentando que Samuel desde donde quiera que esté, pueda oírme. 

-Hola, amor -Cumplí con mi cometido, aparece desde el pasillo de la cocina, con una gran sonrisa, la misma de siempre. 

Llega hasta mí, toma mi rostro en sus manos y deja un suave beso en mis labios. Lo correspondo, y por más que suene extraño... y retorcido, siento que engaño a Arsen, siendo precisamente todo lo contrario.

-¿Cómo te fue? -pregunta mientras vamos hacia la cocina, camino tras él contándole cosas que obviamente no pasaron. Miento.

La charla de pasa como las muchas que tenemos, en todo momento traté de que no se note el nudo en mi garganta, también de aguantar las ganas de llorar, confesar y arrepentirme de lo que estoy por hacer. 

«Porque en este lapso, lo he contemplado varias veces». 

-Voy a darme una ducha -aviso, asiente y camino hacia las escaleras. 

-Esa ropa te queda genial -Da el cumplido, fue sincero, pero no pude articular un gracias, creo que sería demasiado morboso​ de mi parte. 

Halaga la ropa que Arsen me compró, después de pasar la noche con él, Dios, debí separarme antes de estar revolcándome con otro hombre. 

Cuando estoy en la tranquilidad del baño y abro el grifo, prendo unas velas, pongo música y puedo descargarme de la angustia que llevo dentro, en una pelea entre lo que quiero y debo hacer, algo que duele y lastima. 

Soy una mala persona por engañar a mi esposo, pero no tanto para continuar por mucho tiempo más. 

El fin de semana se pasó de lo más lento, aburrido e insoportable. La ansiedad porque llegué el lunes y poder ver a Arsen me vuelven loca. Hoy desperté con mucho dolor de cabeza, Samuel lo atribuye a un resfrío que supuestamente tengo, por mi nariz tapada y mis ojos rojos, suerte que no se percató que era de llorar. 

Cómo es domingo, decidimos ir a almorzar con mi hermano, él en la semana trabaja mucho y entre eso, su novia y que vive algo lejos, no tengo la dicha y de verlo todos los días.

El clima está algo fresco, pero con los débiles rayos de sol, se hace más agradable. Ya estamos entrando en primavera, así que seguro comeremos una de sus parrilladas al aire libre. 

Al llegar a su hogar, lo primero que higo es hundirme en su pecho siendo abrazada con fuerza, ese abrazo que sólo él sabe darme, la persona que siempre estuvo para mí, la que me cuidó y quiso. Apoya sus labios en la parte superior de mi cabeza y no dice nada. Sabe que algo me sucede, y creo que ya tiene una idea. 

Cuando Sam llega de estacionar y bajar las cosas del auto, nos separamos, le resultaría sospechoso y esta vez no sabría qué inventar.

Durante el almuerzo todo marchó con tranquilidad, Samuel no le cae bien a Mitch y viceversa, nunca se han caído bien pero mantienen las relaciones. Tampoco han tenido roces ni discusiones. Se generan charlas superficiales y vacías para pasar el rato, la verdad es que no pude participar en ninguna. Samuel parecía no notar nada, pero Mitch no me ha quitado el ojo de encima. En estos momentos me dan ganas de venir sola, de no tener a Sam al lado para hablar como es debido con mi hermano. 

Luego del almuerzo, Samuel decidió ir a visitar a sus padres, como suele hacer los domingos -a lo que me negué fingiendo sentirme mal-, le dije que lo esperaría aquí, mientras me pondría al día con Mitch.

«Lo que tanto quiero». 

Los ojos del último me observaron curiosos todo el tiempo, queriendo averiguar qué es lo que me pasaba o simplemente esperando que se lo transmita con la mirada. 

Ahora, a punto de quedar solos, se apoya en la isla central de madera sobre sus antebrazos y me observa expectante.

-Ya, dime -suelta cuando aún Samuel no terminó de cerrar la puerta.

No sé por dónde comenzar, me rasco la frente buscando aclarar mi mente pero sólo me exaspero más, y Mitch también. 

-Estuve con Arsen -suelto-, estamos juntos, quiere que deje a Samuel. 

Sus ojos tan expresivos se abren más de la cuenta. Se lleva la mano a la boca, tapándola y negando con la cabeza ligeramente. 

-¿Y tú? ¿Qué quieres hacer tú? 

Su pregunta me sorprende un poco, pensé que me iba a gritar o regañar, si bien somos hermanos, mejores amigos y cómplices de toda la vida, siempre que tuvo que ponerse en papel de padre, lo hizo sin problemas. 

-Yo quiero ser feliz -admito.

-¿Y qué te haría feliz? 

-Estar con Arsen, sin lastimar a Samuel... -confieso.

-Ni afrontar las malditas consecuencias, ¿verdad? -inquiere, asiento y las lágrimas comienzan a descender por mi rostro. 

-Toda mi vida hice lo que debía, Mitch. No es mi culpa haberme enamorado de otro hombre... -Me excuso.

-No te juzgo, sabes que no soy así -responde y duda-, pero deberás poner las cartas sobre la mesa. A este paso varios saldrán lastimados y la que me preocupa eres tú.

-No sé qué hacer -confieso y bebo del té. 

-¿Lo tienes bien decidido ya? -asiento segura en respuesta.

-Es que las cosas se dieron de un momento a otro. Llevamos pocos meses, pero no puedo seguir con Sam para ver si funciona o no con Arsen. Estoy dispuesta a dejar a mi marido por él —afirmo y Mitch asiente en aprobación.

-Y este chico, ¿sabe en la situación en la que estás? Esto es serio, Liz y él es un adolescente -Me recuerda.

-Lo sé, pero estoy enamoranda.

-Entiendo, bueno... te recomiendo que aclares todo cuanto antes. No des más vueltas. 

-Lo haré, lo haré —acepto. 

Llegamos a casa justo al atardecer, lo primero que hice fue subir y buscar mi teléfono, lo había dejado a propósito aquí, no porque no quisiese hablar con Arsen, sino por el hecho de que me genera más presión y no iba a poder disfrutar del día con mi hermano.

Y como suponía, tengo llamadas, también mensajes y llamadas de WhatsApp... 

«¿Está todo bien?» 

«¿Le has dicho algo?» 

«Me preocupa que se haya enojado contigo» 

«¿Por qué no contestas?»

Y así muchos más, no pensé en que se preocuparía tanto, no lo hice con esas intensiones tampoco. Después de contestarle un: «Estoy bien, no le he dicho nada. Perdón, no tenía el teléfono conmigo. Mañana hablamos.»

Volví a desconectarme de todo, necesito una ducha, meterme a la cama con un té y dormir. Ojalá cuando despierte estuviesen todos mis problemas resueltos. 

«Problemas que tú te has buscado, Liz». 

Lo último que necesito es a mi consciencia aprovechándose de mi estado de debilidad. Y por más que mi cabeza repase los sucesos, cree hipótesis y estudie cada uno de mis movimientos -por hacer-, cuando apoyo mi cabeza en la almohada y cierro mis ojos, lo único que veo son esos ojos de color jade, y es Arsen lo que hace darme cuenta que debo tomar la decisión. No pienso más allá de él, como he estado haciendo en los últimos meses. 

Él, prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora