Capítulo 3.2

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"La culpa es amiga del placer, el placer de la lujuria y la lujuria del deseo, ese deseo que siento por ti"

Nuevamente me sumerjo en mis pensamientos cuestionándome, ¿qué hago con Arsen, en su auto y, sobre todo, sin que Samuel lo sepa?, no es que vaya a decírselo tampoco, pero existe algo llamado «culpa» y la siento ahora mismo.

—¿Te sientes mal? —pregunta nuevamente sacándome de mis pensamientos.

—No. ¿Por qué? —pregunto confundida girándome para mirarlo.

—Estás pálida —dice un tanto preocupado.

—Es que no he comido nada, hace días no como algo sólido —confieso y siento mi estómago rugir de sólo pensar en comida.

—¿Cómo es eso? ¿Por qué? Vamos a comer algo entonces —ordena dulcemente lo que me saca una sonrisa.

—No puedo —respondo—, tengo que cuidarme he estado muy enferma —explico y espero no deba contarle todo mi proceso alimenticio.

—Está bien, pero algo debes comer —insiste en ese hermoso gesto de preocupación.

—Después lo haré —contesto—, por ahora beberé té —determino para no seguir con una plática que no tendrá fin.

Se nota desde lejos que Arsen es de esas personas que no da el brazo a torcer, me sorprende cuanta convicción y seguridad guarda consigo a pesar de ser tan joven. El resto del viaje se hace en silencio relajante, ya no me siento tan incómoda, más bien ansiosa y un poco nerviosa. Arsen se encuentra normal a mi parecer, tararea alguna canción y en algunas partes la canta en griego. Tiene una voz muy relajante y no dan ganas de dejar de oírla. Llega a asustarme la familiaridad que siento con él, es una persona que conozco hace muy poco, pero se siente una conexión increíble, me agrada todo lo que dice o piensa.

—Espera que abro la puerta —pide una vez que llegamos al lugar. Se baja a toda prisa del auto y lo rodea para ayudarme a bajar—. Muy bien, permíteme que lo quito —Se refiere al cinturón de seguridad y, la verdad es que no sé cómo quitármelo, es demasiado moderno para mi gusto.

Se agacha quedando a la altura de mi rostro, está demasiado cerca y su colonia inunda mis fosas nasales, es un aroma fresco y cítrico. Tampoco me pierdo detalle de su bello rostro, ese cabello tan corto y perfectamente acomodado, sus largas pestañas negras que se baten sin parar, ah... Gracias a Dios que no sonríe, se me notaría lo babosa que me he puesto. Y ahora seguramente sonrojada cuando en la misma posición, me observa.

—Listo —declara y me hace recapacitar. «Qué vergüenza, ¿habrá notado que lo observaba?».

—Claro —respondo torpemente.

Caminamos hasta el bar-café, un lugar muy elegante donde he estado en algunas ocasiones. Nos acomodamos en una de las pequeñas mesas, ésta tiene una lámpara en medio donde ilumina nuestros rostros y, en particular sus brillantes ojos. Un mesero se acerca a tomar nuestras órdenes, todas las mesas tienen galletas y pasteles, y desgraciadamente que me doy cuenta que solo podré pedir el maldito té. Otra vez.

—Un té, por favor —pido amable y Arsen me observa divertido. ¿Le causo gracia?

—Lo mismo, gracias —ordena él.

El mesero se retira y reprocho con mi mirada.

—No tienes porqué pedir lo mismo —Me quejo—, estoy enferma, bebe una cerveza, la de aquí es genial —sugiero.

—No me molesta, al fin de cuentas... el té es sólo una excusa —confiesa y se apoya de brazos cruzados sobre la mesa.

«¿Acaba de decir una excusa? ¿Para qué? ¿Será mi imaginación?». Me apoyo de la misma manera que él, algo que después me doy cuenta es que estamos muy cerca.

—¿Excusa? —averiguo haciéndome la desentendida, suelta una pequeña risa y niega divertido con la cabeza obligándome a sonreír también.

—Excusa —afirma—. La verdad me da igual lo que beba, sólo quiero conocerte, es el fin de esto ¿verdad? —Espera mi respuesta y no puedo perder de ver el momento en que muerde su labio.

Paso saliva nerviosa ante su atenta mirada, me hace sentir como una niña, siendo que él es bastante menor que yo. Pero es la verdad, podría beber cerveza de un cenicero porque también quería pasar un momento con él y conocerlo.

—Es cierto —afirmo igual que él.

—¿Vienes a beber cerveza aquí? —replica con esa pregunta y se lo agradezco internamente, no sabía qué más agregar.

—Sí, me encanta la cerveza —respondo y por su expresión divertida, seguro he puesto la cara de ebria sin remedio.

«Oh. Dios. Qué. Vergüenza».

—No soy una alcohólica —aclaro y niega mientras ríe.

—Y si lo eres... ¿Quién soy yo para juzgarte? —Su comentario me toma por sorpresa, es tan natural y transparente que te hace sentir cómoda y tranquila.

—Exacto —afirmo.

—Háblame de ti —ordena con una pequeña sonrisa juguetona.

—No hay mucho para decir —Hago un encogimiento de hombros.

—A ver... lo primero que quieras contarme —pide entusiasta.

—Bueno... —acepto y suspiro vencida—, tengo veintiséis años, como sabes soy profesora —Asiente sonriendo—, nací el Oxford, tengo un hermano, Mitchell tres años mayor que yo y vive en Londres. Mis padres murieron hace muchos años en un accidente.

—Lo siento —interrumpe.

—Está bien, ya lo superé —respondo evitando que se sienta incómodo.

Si bien siempre va a doler, es algo que he superado, con el apoyo de Mitch pude hacerlo. Él es más que mi hermano, es mi apoyo, mi sustento emocional, mi todo.

—No creo en la superación —expone—, más bien en aprender a soportar el dolor y olvidar.

—Es un buen punto. Debes ser bueno en filosofía —Hago la acotación y como supuse, asiente en respuesta.

—Una de mis asignaturas favoritas —explica—. En mi hogar todo se contempla, todo se analiza de forma espiritual, así somos criados.

—Eso me encanta, eres el primer griego con el que hablo —comento—. Ahora háblame de ti —pido.

—Tuve que venir porque mis padres se separaron, soy hijo único, mi padre tiene otra mujer y mi madre me trajo con ella, podría haberme quedado, pero aquí estoy —Se queja.

—Vi en tu informe que tienes diecinueve, ¿no tendrías que estar en tercer año?

—Estoy en tercero, estudio administración, sólo que Literatura me quedó pendiente y ya tenía que cursarla —explica—. Estoy a un par de meses de cumplir los veinte —agrega.

«Qué bueno que haya elegido literatura».

—No sabía, la mayoría de mis alumnos son de primer año, casi todos siguen la carrera de escritores, arte o profesorados —cuento algo confundida.

La verdad es que es algo raro que un estudiante de Administración de tercer año decida estudiar Literatura Inglesa.

—Me encanta la literatura y leer, pero preferí abarcar más la administración, mi padre me presiona mucho —comenta.

Llega nuestro té, en este lugar sirven el azúcar en terrones, las tradiciones de la vieja Inglaterra aun se conservan. Estiro mi mano para tomar la pequeña pinza y, como si fuese un cliché de película, su mano toma la mía. La única diferencia aquí, es que lo hizo a propósito, su mano fue decidida sobre la mía, no ocurrió por ser el destino quién lo dicte ni obra de la casualidad.

«Y me agrada».

Él, prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora