“Arsen, te has colado en lo más profundo de mi ser y no sabría qué hacer sin ti; eres esa luz de aquél faro, ese riesgo que estoy dispuesta a correr y, chocar...”
—¿Estás hablando en serio? —Pat tiene sus ojos abiertos de par en par, y no termina de creer todo lo que he contado.
«Ni yo tampoco».
—Mi decisión está tomada, pero si Arsen va a quedarse aquí... debo saber si lo que dice Crista es cierto.
Las palabras salen con dificultad, estoy pasando por una faceta de miedo.
—En qué rollo te has metido, Liz —confiesa resoplando. Sonrío amargada, es la verdad, me he metido sola en esto.
Pronto nos acercamos al lugar, decidimos que sea en aquel puente donde una vez fuimos a hablar, antes de todo esto. Pareciese que pasaron años, y sólo han sido unos meses.
Al llegar le pedí a Pat que estacionara a una calle del lugar, también que me espere sin que Arsen se dé cuenta.
A la distancia puedo ver su auto, y junto a éste su silueta. Está atardeciendo por lo que camino con cuidado de no caer, cada paso que doy es un cosquilleo más fuerte en el estómago, mis nervios atacan. Tengo muchos sentimientos a flor de piel, aún no termino de asimilar todo, y siguen cayéndome nuevas cosas encima.
A unos metros de llegar, Arsen me ve. Hasta aquí puedo ver su blanca dentadura, su sonrisa me transmite algo, «¿felicidad? ¿Esperanza?». No lo sé. Al llegar lo miro con anhelo, no es hasta ahora que me doy cuenta de todo lo que siento por él.
Realmente nunca sentí algo así por alguien, con tan sólo su mirada y sonrisa hace que mi mundo gire, y sin más remedio, deba aferrarme a él.
—Hola —Sólo eso alcanza a decir, ya que tomo su rostro entre mis manos y lo beso como si mi vida dependiera de eso.
Aún no termino de comprender lo que Arsen ha hecho conmigo, se ha vuelto lo único que me importa.
Su fuerte abrazo es lo que me hacía falta, este es el momento donde me siento feliz. Las ganas de decirle sobre el bebé vuelven y también las palabras de Crista. «Esas que no me han dejado en paz en todo el día». Hundo mi rostro en su cuello, y me permito aspirar su aroma cítrico tan particular, sus caricias en mi espalda son constantes y por unos momentos me siento tranquila y relajada.—Te amo —susurra en mi oído haciéndome estremecer con la vibración de su voz.
Me separo para poder mirarlo a los ojos, su rostro se ve afligido y espera que diga algo. Pero no me siento en condiciones de corresponder a sus palabras.
—¿En verdad me amas? —pregunto en un tono de curiosidad y asombro. Frunce su entrecejo ante mi repentina pregunta y asiente—. No me mentirías ¿verdad? —Intento no sonar desesperada, pero es como realmente me siento.
—No. ¿Qué sucede? —inquiere confundido y acomoda un mechón de cabello detrás de mi oreja.
No quiero entrar en pánico, tampoco acusarlo de algo que no tengo la certeza. Respiro hondo intentando calmarme. Hasta me siento peor que cuando tuve que confesarle todo a Sam.
—¿Vas a volver a Grecia?
—No —replica seguro.
—¿Por qué no?
—Quiero quedarme aquí, contigo —afirma—, ya lo sabes.
—¿Qué me ocultas? —sueno alterada, justo lo que no quería.
—¿Qué? —inquiere—, ¿de qué estás hablando?
—Dime la verdad, por favor...
—No sé de qué hablas, Liz.
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Él, prohibido
Romance"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...