"Todo cae por su propio peso, y todo se pone en tela de juicio".
Tomo asiento en la cafetería para almorzar junto a mis compañeros. Tengo que almorzar rápido ya que he perdido mucho de mi hora de almuerzo en el cuarto de limpieza. A la distancia puedo ver a Arsen, almorazar y conversar con sus compañeros sin ningún problema, pero algo llama mi atención: de un momento a otro se puso de pie y sale del lugar con prisa, no puedo evitar preocuparme.
Intento seguir con mi almuerzo, pero casi no puedo comer y tampoco volver a prestar atención a lo que están hablando en la misma. Es algo raro el comportamiento de Arsen.
-Liz -Mi compañera llama mi atención.
-¿Sí?
-¿Por qué no comes nada? -pregunta preocupada mientras señala mi bandeja con su tenedor.
-No tengo apetito -explico.
Desvío mi vista de ella y la poso en la entrada de la cafetería, más bien en la secretaria del decano que camina en nuestra dirección. Ella siempre tiene una gran sonrisa, pero ahora su rostro se ve afligido y algunos en la mesa también parecen notarlo. Cuando llega se para junto a mí y apoya una mano en mi hombro.
-¿Qué sucede? -pregunto asustada.
-Debes acompañarme a la oficina del director -pide con sumo cuidado y asiento un poco sorprendida.
Doy un vistazo a la mesa mientras me pongo de pie y tomo mis pertenencias, todos tienen la misma expresión de desconcierto. Pero el resto de las mesas parece no notarlo. Al salir de la cafetería y caminar por el vacío pasillo, me hago miles de preguntas y posibles motivos de esta imprevista visita a la dirección. Susan camina a mi lado sin decir nada -otra cosa que me resulta extraña-, y por algún motivo, tampoco he preguntado qué es lo que sucede, algo que suelo hacer cuando tengo miedo: me bloqueo. Pero... «¿Miedo de qué?». Esa pregunta sólo se la pueden hacer personas que andan en línea recta, en mi caso, temo y desconfío de todo.
Antes de entrar a la oficina, nos detenemos, toma mis manos y vuelve a fruncir sus labios mientras niega con la cabeza lentamente. Esto empieza a tomar otro color, y comienzo a sentirme peor que antes.
-¿He hecho algo mal? -pregunto en un susurro de manera 'inocente', aprieta mis manos y muerde su labio inferior.
-No puedo hablar, Liz, sólo quiero que seas fuerte, aunque decir esto pone en riesgo mi trabajo.
-De acuerdo -afirmo sintiendo como la sangre se evapora de mi rostro.
Se separa, abre la puerta, y como si fuese un portal al más allá, mis pensamientos se nublan. Otra cosa que suele sucederme cuando las personas o situaciones que tengo frente a mí, me superan.
Ante mis ojos se encuentra el director, sentado tras su escritorio con sus manos entrelazadas sobre el mismo y el decano parado a su lado, ambos sin expresión en el rostro. Pero quién sí tiene expresión de preocupación es Liam.
«¿Qué hace Liam aquí?».
Pero ahí no termina todo, al cruzar el umbral, siento que en cualquier momento me descompensaré, Arsen está apoyado contra la pared, de brazos cruzados y su rostro demuestra enfado, sentada a su lado Crista, sin expresión. Susan cierra la puerta a mis espaldas y con la voz hecha un hilo, me atrevo a preguntar algo a lo cual, ya sé la respuesta.
-¿Qué sucede?
-Sucede, señora O'Donnell -habla el director con su firme voz-, sucede que la citamos aquí para debatir una importante situación -afirma.
Vuelvo a mirar a Arsen, quien curva un poco sus labios y asiente levemente, y por más extraño que suene, eso me ha dado tranquilidad. Su madre me observa con el ceño fruncido y cada segundo que pasa me siento peor, física y mentalmente.
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Él, prohibido
Romansa"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...