Capítulo №22

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"Pequeñas situaciones que hacen la diferencia, grandes errores que hacen la felicidad y buenas intenciones que generan los peores de los acontecimientos".

Al llegar a casa lo primero que hago es darme un baño caliente, tengo frío y me siento bastante mal, los médicos me dieron las indicaciones para que todo salga bien, por el momento debo hidratarme, alimentarme y los malestares se irán. También me explicaron que la píldora del día después -que obviamente no había hecho efecto-, el haberla tomado setentaidós horas después, fue el factor detonante para el embarazo. 

Me observo en el espejo con las manos en mi vientre, acabo de enterarme y ya lo amo. Si bien lo más normal-correcto hubiese sido que este bebé fuese de mi esposo, la persona que siempre amé y van años que estamos juntos: hace que el hecho de conocer Arsen y de un momento a otro venga un bebé, se vea como una locura. 

«Con él todo ha sido así».

Cuando termino de vestirme y abrigarme para tomar algo caliente en la cama, repaso lo sucedido del día. El recordar lo de la universidad y la madre de Arsen, me angustia, hace que se opaque la felicidad que siento. También llega a mi preocupación, inseguridad y miedo. No sería la primer mujer sola que se embaraza y trabaja, tengo a mi hermano y a Arsen, pero no puedo evitar sentirme vulnerable. Me preocupa el hecho de no poder ejercer más mi profesión, y lo peor es que conseguir un trabajo embarazada es más difícil. 

Samuel dijo que dormiría en el sofá de la sala para dejarme descansar tranquila, no puse objeción pero por un momento, luego que me trajo de cenar a la cama y me avisó que se quedaría abajo, me sentí la peor mierda del mundo, como una rastreta asquerosa.

Tengo una de esas dudas existenciales, en dónde debes elegir entre tu felicidad y la de los demás, y si hay algo que no soy: es egoísta, pero tampoco soy masoquista para castigarme a mí misma, sólo debo fortalecerme para afrontar lo que venga, y admito por sobre todas las cosas: lo que también merezco.

Tomo mi teléfono en mano y lo enciendo, se había quedado sin batería. La pantalla se cubre de notificaciones, si bien Mitch no dijo nada a nadie, mis ex-compañeros de la universidad seguro saben lo que ha pasado. Después de contestar repetidamente lo mismo, "estoy bien". Dejo para lo último a Arsen, y uno de sus últimos mensajes me sorprende. 

«Estoy fuera de tu casa,
sal por favor». 

Fue de hace unos veinte minutos atrás, me levanto a prisa de la cama y tras ponerme mis botas y un abrigo encima, me asomo por la ventana, y efectivamente el auto de Arsen está estacionado en la acera de enfrente.

«¿A qué ha venido, y a esta hora?».

Antes de abrir la puerta de la habitación, medito las posibles respuestas-excusas que puedo darle a Samuel para salir (a esta hora y en estado de reposo). Intento pensar rápido pero mi cerebro se encuentra ocupado procesando demasiadas cosas a la vez, y no quiero volver a desmayarme. 

Bajo escalón por escalón haciendo el mínimo ruido posible, al llegar al pie de ésta, miro hacia los sofá encontrando a Sam dormido con un libro en el pecho y sus lentes puestos. Siento alivio y decido salir por la puerta trasera para que el ruido no lo despierte. 

Camino intentando no resbalar con el cesped húmedo, olvidé avisarle que saldría, por lo que no se da cuenta hasta que llego, golpeo la ventanilla, rodeo el auto y entro. 

-¿Qué te ha sucedido? -pregunta en un tono entre preocupación y enfado.

-Me desmayé en la universidad... 

-Eso me lo dijeron hace poco, ¿por qué?, ¿qué tienes? -inquiere y sujeta mi mano-. Estuve llamándote muchas veces, me preocupé. 

-Sólo deshidratación y anemia, debo alimentarme -Le cuento, no puedo decirle ahora, no así, quiero hacerlo bien. Dar la noticia como se supone debe darse. 

-Ahora estás bien, ¿verdad? -Asiento, se acerca y me abraza, hundo mi rostro en su cuello y siento ganas de contarle todo.

-Estoy bien -afirmo. 

-¿Qué va a suceder ahora? 

Es la pregunta a la cual no tengo respuesta, pienso. Quisiese tener una epifanía en dónde encuentre el paso a paso. 

-Quería hacer todo con calma, pero después de lo de la tarde tendré que aclarar todo.

-¿No has hablado aún?

-No, no me he sentido bien, estoy en la cama -contesto y frunce su entrecejo. 

-Lo siento, no quería que tomes frío, sólo estoy preocupado, mi madre está más cabreada que las mismas cabras. Hasta ha hablado con mi padre. 

-Cuando esto termine, aclararemos las cosas -aviso-. Primero debo separarme, estabilizarme con casa y empleo y luego arreglaremos eso con tu madre -explico y asiente de acuerdo. 

-¿Es verdad que te despidieron? 

-Sí, seguro no me tomarán en ninguna universidad -admito y bajo mi rostro pensando en eso, justo ahora que más que nunca necesito un empleo.

-Realmente lo lamento, me siento tan culpable, pero no tienes de qué preocuparte -afirma-. Nada va a faltarte -promete y me da una gran tranquilidad poder contar con él a pesar de ser tan joven. 

-Aún no sé cómo se han enterado... -comento molesta.

-La profesora -responde y su mirada se posa en el asfalto-, Daniel me lo dijo, entregó unas fotos de la mañana, nos vio por la ciudad.

Me llevo las manos al rostro, maldita perra, sabía que nos iba a traer problemas. Pero ¿qué necesidad de hacer eso? De arruinarme la vida...

-Me haré cargo -espeta molesto-, pero no voy a denunciarla, metería en problemas a Daniel. 

-No hace falta -interrumpo-, déjala es una infeliz, y lo peor es que tiene un bebé pequeño, no te metas en problemas, Arsen -pido preocupada. 

A pesar de merecerse todo, pienso en ese bebé, también en el mío y no quiero arruinarle la vida. Arsen toma mi rostro entre sus manos y me mira a los ojos. 

-Todo saldrá bien -promete sincero.

-Eso espero.

Tras despedirme de Arsen y entrar a casa, subo en silencio, me quito la ropa y entro a la cama, las sábanas me envuelven y los ojos se me cierran solos. Me permito tener un momento de paz. La repentina visita de Arsen me hizo sentir mejor, más tranquila y lista para lo que se viene. Nunca pensé que iba a estar tan feliz por un embarazo, es decir, sé que en algún momento iba a tener hijos, pero no sé por qué nunca me los imaginé junto a Samuel, es más, las muchas discusiones que teníamos eran a raíz de ese delicado tema, él adora los niños, y a mí no me urgía tenerlos. 

Ahora no hay algo que me haga más feliz. Un bebé con Arsen, un nuevo comienzo junto al griego... A pesar de lo difícil que será, no entro en mi cuerpo de la dicha.

Él, prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora