Curiosidad

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Aunque no entramos de lleno al bosque y al área de los páramos, era espléndida la vista. El jardín era amplio y lujoso, lleno de comodidades, bancos en madera, gigantescos y robustos arbustos. Numerosas palmeras, un estanque y varias piscinas climatizadas.

Nos dieron un recorrido por el interior, por las habitaciones que ayer no tuvimos la dicha de conocer. Es increíble la variedad de lugares que había sin explorar. La biblioteca era colosal, igual a las estatuillas de piedra que servían de decoración. Había muchos libros antiguos, diría que la mayoría lo eran. Aunque nadie se atrevió a tocar nada.

Eso sí, nos dieron luz verde para visitar el lugar que queramos, a excepción de una puerta que, según ellos, da al almacén. Además de que, nos prohibieron tocar las reliquias y vasijas.

El único lugar en que me mantuve fue en la biblioteca. A nadie le interesaba leer, solo divertirse en la piscina. Tal vez soy la única subnormal que prefiere estar entre libros, pues me generan tranquilidad y eso es todo lo que me hacía falta.

Exploré cada sesión, la variedad de libros. En su mayoría trataban de magia, encantamientos, alquimia, hechizos y seres sobrenaturales. Tomé uno de los libros que más llamó mi atención, pues, a pesar de que no entendía el contenido debido al idioma, el símbolo de una estrella en oro resaltaba en el negro de la tapa.

Elegí la mesa que quedaba cerca de una de las tantas estanterías para sentarme y ojear el libro a ver si captaba mi interés, más de lo que ya lo había hecho. Y bien dicen que no se debe juzgar un libro por su portada, pero en este caso, eso fue lo más que me atrajo. Pude percibir el olor furfural más intensamente a medida que pasaba cada página.

Más que un libro, este parecía como un diario lleno de anotaciones. Estaba segura que este estaba escrito a mano con tinta. No sé qué decía, no podía descifrarlo, pero los dibujos eran círculos negros, como esferas que se agrandaban entre cada página hasta cubrir gran parte de ellas. Mis dedos acariciaron el centro, se percibía la textura áspera. Es como el mismo agujero oscuro, profundo y solitario en el que he vivido por tanto tiempo.

En mi dedo índice quedó residuos de esa tinta y la observé con detenimiento. No sé por qué sentí la necesidad de olerlo. Tenía un olor metálico, casi igual a la sangre. Mi labio superior se adormeció de repente y lo froté con rudeza para espantar esa sensación. 

—Hola.

Me sobresalté al oír la voz de Azazel. No me había percatado de su presencia, pues estaba tan concentrada en quitarme esa sensación tan desagradable que no estaba al pendiente de mi alrededor.

—Dulce, ¿no es así?

Su pregunta fue curiosa.

—¿D-dulce? —cuestioné nerviosa.

—¿Por qué no se está divirtiendo con los demás y está tan aislada?

—Me gusta este lugar. Se siente bien estar aquí.

—Eres rara— se carcajeó, sentándose en la silla de enfrente.

—Eso dicen… —y más a menudo de lo que podría creer.

Bajé la cabeza tímidamente, no sabía qué decir para mantener una conversación.

—No me has dicho tu nombre.

—Stacy.

—Es un gusto conocerte, Stacy— sonrió amablemente.

—Igualmente.

—Eres de poco hablar, ¿no es así?

—Yo…

—No es malo ser así. A veces es bueno ser desconfiado— me hizo un guiño—. ¿Cuántos años tienes? 

—Tengo dieciséis años, ¿y tú? 

—Veinticuatro— arrastró su voz a la vez que trazaba un número en el aire con el dedo, aunque el número no coincidía con el que dijo. 

Sabía que debía ser mayor de edad. 

—Oye, Ansel, ven, conoce a nuestra nueva amiga Stacy — se oía animado presentándome.

Ansel se acercó a la mesa, pero no se veía para nada impresionado o animado, a diferencia de su hermano. Al contrario, se notaba molesto con mi presencia. No le he hecho nada para que me mire de esa forma. Aunque tal vez es que de por sí es así de amargado con todo el mundo.

—Madre te busca — le dijo—. Date prisa. 

—Siempre deben interrumpir en el mejor momento— se levantó refunfuñando—. Espero encontrarte de nuevo, Stacy — sonrió, antes de abandonar la biblioteca. 

—Aléjate de mi hermano — dijo Ansel tajante. 

Su mirada y palabras fueron como dagas. 

—Yo no… — quería decirle que yo no fui quien se acercó a él, pero no permitió que terminara de hablar, pues abandonó la biblioteca sin mirar atrás. 

¿Qué le sucede a ese sujeto conmigo?

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora