ESPECIAL (CAPÍTULO CATORCE)

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Noa

Desde la terraza observé la vista amplia que me ofrecía de los alrededores. Tenía curiosidad por saber qué estaba ocurriendo entre mis padres y ese señor que dice ser mi abuelo, pues se encontraban reunidos en la entrada, a vuelta y redonda de la fuente. 

El aire se tornó pesado de repente, por la variedad de olores que trajo consigo. Ante mi olfato, cada uno se percibía como un manjar que apetecía degustar. No sé si es por la escasez de nuestra fuente vital que, últimamente me cuesta controlar mis impulsos.

Las gigantes puertas se abrieron, dando paso a varios estudiantes a ingresar en nuestro territorio. Todos traían consigo mochilas, por eso intuí que debía tratarse de estudiantes. Aunque, también venían acompañados de varios señores, de los que parecían sus guías. 

En el rostro de mis padres percibí que no estaban muy contentos en lo absoluto, pero se las arreglaron para sonreír al recibir a ese extraño grupo de humanos. Era la sonrisa más forzada que haya visto en ellos alguna vez. 

—¿Por qué hay humanos aquí? —le pregunté a mi hermano, quien había aparecido por detrás de mí tras la misma curiosidad. 

Ese olor se ha regado por todas partes. 

—No lo sé, pero lo averiguaremos. 

[...]

Nos limitamos a observarlos desde la distancia mientras le hacían un recorrido por los alrededores de la casa. Aprovechamos la oportunidad en que esa gente se apartó para irse detrás del abuelo para el interior de la casa, para saltar desde la terraza y acercarnos a nuestros padres. 

—¿Quiénes son ellos, mamá? —mi hermano se adelantó a preguntar. 

—Estarán quedándose por una semana. Sírvanse bien. 

—¿Servirnos? —cuestioné confundida—. ¿Son para nosotros? Pero, mamá… 

—He de decir que, en esta ocasión, tu abuelo tiene razón. Han estado muriendo muchos de los nuestros. De hoy en adelante, ninguno de nosotros pasará hambre. 

—Pero ellos pueden estar contaminados, mamá. 

—No, no lo están. Los únicos contaminados eran esos malditos y traicioneros poblanos, pero ya no existen. 

Seguramente mamá aceptó esto al sentir tanta presión de todas partes y por nosotros. 

—Mamá… —mi hermano también lo notó, tanto así que intentó hablarle, pero ella lo interrumpió. 

—No vamos a discutir sobre esto. Vayamos dentro. Tenemos mucho por hacer— mi mamá caminó hacia la puerta de la entrada, dejándonos con la palabra en la boca. 

—¿Ustedes están de acuerdo con esto? —les preguntó mi hermano a mis padres. 

—Es una vieja tradición que ha corrido en la familia a través de los años. ¿Verdad, Ansel? — mi papá lo miró y él asintió. 

—No se preocupen por nada. Todo estará bien de ahora en adelante. Confíen en nosotros y en su madre, ¿sí? 

Mi hermano y yo nos miramos, asintiendo al mismo tiempo, aunque en el fondo, sé que él también estaba confundido con este acontecimiento y la extraña actitud de mamá. 

—Con qué nuevos inquilinos, ¿eh? —ladeé la cabeza—. Si mamá dice que nos podemos servir, entonces así será. 

[...]

Las noches son mis favoritas, aunque se han vuelto algo aburridas al tener que limitarme a no cruzar al territorio de los cazadores. Me sentía algo saturada de tantos aromas en el ambiente con la llegada de esos humanos. Todavía no es el momento de ir a servirme, es muy temprano y mamá estableció ciertas reglas. 

Hubo un aroma en particular que resaltó por encima del resto; uno completamente diferente al que alguna vez haya captado mi sentido del olfato. Me atrajo como un imán ese exquisito olor, era tan fuerte que no iba a descansar hasta encontrar en las profundidades del bosque su procedencia. 

A medida que avanzaba, una sensación inexplicable de intriga se apoderaba de mí, como si algo me estuviera atrayendo hacia un destino desconocido.

Entonces, lo vi. A lo lejos, entre las sombras, una figura imponente se alzaba ante mis ojos. Mi corazón se aceleró, y un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Era un ser único, mitad humano y mitad demonio. Su presencia era poderosa y magnética.

Sus ojos, profundos y penetrantes, brillaban con un intenso color dorado. La mitad inferior de su cuerpo, en lugar de piernas, se transformaba en un remolino de humo negro que parecía flotar en el aire. Sus alas extendidas, negras como la noche, acentuaban su aura de misterio y peligro.

Me acerqué cautelosamente, sintiendo un extraño magnetismo que me atraía hacia él. Cada paso que daba, podía percibir su presencia envolvente, como si una fuerza invisible me guiara hacia su lado. Mi curiosidad se mezclaba con la fascinación en un torbellino de emociones.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, me detuve y nuestras miradas se encontraron. En ese instante, supe que había algo más en este encuentro que una simple casualidad. Sentí que mis pensamientos y emociones eran conocidos por él, como si pudiera leer mi alma.

Era él; ese hombre que solo había aparecido en mis sueños, cuya presencia había sentido anteriormente y mi hermano me tildó de loca. Era el mismo que pude ver reflejado en los ojos de mi madre.  

Un aluvión de preguntas se cruzaron por mi mente, pero el deseo de desentrañar el misterio que envolvía a ese ser era demasiado fuerte.

Él no dijo una sola palabra, pero su mirada hablaba a volúmenes, y es que no parecía estar muy contento con mi presencia.  

—Espera, no te vayas… 

Su figura se desvaneció en las sombras del bosque, dejando solo una estela de misterio y preguntas en mi mente. Me quedé allí, inmóvil, tratando de asimilar lo que acababa de presenciar. Aunque se había ido, su presencia perduraba en el aire, envolviéndome como un velo invisible. 

Sabía que no estaba enloqueciendo, él sí existe y no son ideas mías. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora