Inquietud

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Todavía estaba patidifusa, no podía procesar todo lo que estaba ocurriendo y lo que mi padre me informó. 

Los tres me acompañaron a la sala de emergencias. Louis habló con el médico de turno a solas, era evidente que estaba pidiéndole que fuera discreto, a pesar de desconocer aún lo que estaba sucediendo, porque mi padre y yo no dijimos ni una sola palabra al respecto, aunque los dos estaban inquietos y nerviosos. 

Fui sometida a distintas pruebas y ecografías, unas más dolorosas que otras, pero estaba dispuesta a soportarlo todo, siempre y cuando eso sirviera para saber a ciencia cierta lo que estaba sucediendo. 

Mi padre era el único que me acompañaba, pues no querían a nadie más aquí conmigo. Él y el doctor estaban hablando en voz baja, donde no podía oír lo que decían, pero en la actitud del doctor dejaba en evidencia que algo no muy agradable estaba ocurriendo.

Las punzadas seguían presentes y lo estuvieron más cuando me hicieron un endovaginal. Ahí el dolor fue más intenso, pero cesó cuando retiró ese aparato de mi intimidad.

Mi padre se llevó la mano a sus sienes, caminando de un lado a otro con varios papeles. Su semblante denotaba preocupación e inquietud. 

—Jamás había visto algo así— le oí decir al doctor, observando detenidamente la pantalla del computador. 

Desde este ángulo no podía ver claramente lo que sucedía o lo que miraban con tanta curiosidad e inquietud. 

—Déjeme a solas con mi hija, por favor. Ni una sola palabra de esto con nadie, se lo ruego. 

El doctor negó con la cabeza y dedicándome una última mirada, salió de la habitación, dándonos algo de privacidad. 

—¿Qué está pasando? Me tienen muy nerviosa. ¿Realmente estoy embarazada?

—Sí. Créeme, de eso no cabe la menor duda. 

—¿Mi bebé está bien? 

—Necesito que me escuches atentamente. En efecto, no me equivoqué. Sí, son dos— me entregó un papel de los que tenía en sus manos.

En el aprecié algo muy extraño. Era una copia de la ecografía que me realizaron, donde se apreciaba algo bastante inquietante y escalofriante para cualquiera que lo viese. Vi a mi bebé, pero alrededor de el había algo negro en forma de serpiente. 

—¡¿Qué es eso?! ¡¿Es eso una serpiente?!

—Ella se coló en el saco amniótico. Son sus propias escamas quienes están protegiendo de que no haya un desgarro mayor del saco por el mismo agujero que creó para colarse. En este momento la mitad de su cuerpo está dentro, junto al feto, como si estuviera protegiéndolo. Bueno, mejor dicho, alrededor del feto. 

—¿Le está haciendo daño?

—Al momento no lo parece, pero sí puede representar un agravante futuro. Creo que ha adoptado esa forma para no dañarte, porque si vuelve a su forma real, tu vida corre peligro y la de ambos. El crecimiento de los dos es exagerado, especialmente el del feto que se conserva en su estado normal. El tiempo de gestación es acelerado, teniendo en consideración y en cuenta el grandísimo detalle de que los padres son vampiros y tú eres una simple humana, por lo que todavía no sabemos si tu cuerpo pueda soportarlo. Ahora bien, lo más raro de todo esto es que tu abdomen siga plano cuando el tamaño del feto coincide con uno de seis meses. 

—¿“Padres”? ¿Cómo que “padres”?

—No es difícil darse cuenta de que ambos no son iguales. Uno está más desarrollado que el otro, es bastante evidente. 

—¿Quieres decir que hay una probabilidad muy alta de que el bebé que está más desarrollado sea de Ansel, mientras que el otro sea de Louis?

—Dejándome llevar por lo que me contaste, es muy posible. 

Ese sueño regresó a mi mente y pasé saliva. Esto no puede estar pasando. Esto es demasiado. 

—Ahora bien, tenemos dos posibles soluciones, aunque ninguna de las dos nos da garantía de que ninguno de ustedes se vea afectado enormemente. 

—¿De qué soluciones hablamos?

—Intervenir el embarazo en este momento, arriesgándonos a que los dos no puedan adaptarse al entorno al no estar lo suficientemente desarrollados o incluso tú también te veas afectada, o darles tiempo a que puedan desarrollarse más y mantenerte monitoreada en el proceso, arriesgándonos a que en cualquier momento la situación logre agravarse y el saco amniótico termine cediendo y terminemos perdiéndolos a los tres. Ninguna de las soluciones son alentadoras, lo sé, pero es todo lo que podemos hacer. 

—¿Qué hago? No sé qué hacer. Tengo mucho miedo. 

—Tranquila. Eres una mujer fuerte. No eres la primera que… —se calló como si hubiera dicho algo que no debía. 

—¿No soy la primera? ¿Qué quisiste insinuar con eso? 

—Debes descansar, muñeca. Ahora más que nunca necesitas reposo. Yo hablaré con ellos si me lo permites.

—Respóndeme. ¿Qué quisiste decir con que no soy la primera? ¿Alguien más pasó por esto? ¿Quién? Ahora que recuerdo, dijiste que pasaste por esto una vez. ¿De quién hablabas? 

Su rostro palideció, estaba del mismo color del papel que tenía en sus manos. 

—Hablo de Jana. 

Mis ojos se engrandecieron. 

—Ella quedó embarazada de Azazel y de Ansel a la vez, pero nunca se lo dijo a ninguno de los dos, porque tenía miedo de perder a Ansel. Después de todo, fue Azazel quien la hipnotizó varias veces para crear malos entendidos entre ellos, porque siempre quiso destruir su relación. Ella acudió a mí una noche, quería que le ayudara a interrumpir el embarazo antes de que esto llegara a los oídos de alguien más. Yo acepté ayudarle, pero ella no regresó al otro día para proceder. Fueron días después que me enteré que la habían condenado a la hoguera. 

—¿Significa que ella estaba embarazada cuando la mataron? 

—Sí, así es. 

Él la mató sin saber que ella estaba embarazada...

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora