Peligro

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—¿Cómo tú…?

—¿Cómo estoy aquí? Tú misma me has traído.

—¿Dónde está Jana?

—¿Sabes? Verdaderamente pensé que estábamos del mismo lado, pero veo que me he equivocado—evadió la pregunta—. No entiendo por qué razón quisiste traerla a ella, sabiendo que es imposible traerla de donde debe estar, y más viéndola como un rival. Vi arrepentimiento en tus ojos, te has arrepentido de “traerla” porque te diste cuenta de que hace un momento he logrado un avance con él. Tienes miedo de que se quede conmigo, porque lo quieres para ti.

Solté una carcajada que me fue imposible contener.

—¿Quedarse contigo? Sigue soñando. Jamás había conocido a una mujer tan patética en mi vida. Eres pesada. No importa en qué cuerpo te disfraces para buscarle la vuelta, él jamás se fijará en ti, porque tu alma está podrida y él no soporta tenerte cerca, porque es capaz de detectar tu detestable olor. No importa lo que hagas y lo mucho que te esfuerces, Úrsula. Jamás recibirás algo de él que no sea desprecio. Asúmelo.

—¿Todo bien? — Louis se asomó en la cocina, probablemente escuchó mi carcajada y por eso vino.

Antes de que pudiera responderle, vi a Úrsula intentando abandonar la cocina, pero Vala se cruzó en medio del camino, evitando que pudiera irse.

—¿A dónde vas? —le cuestioné—. No tan pronto. Así mismo como te he traído, pienso devolverte.

Su mano se agitó hacia mí y el suelo se abrió, asomándose varias manos negras que intentaron arrastrarme con ellas, pero gracias a la rápida reacción de Louis, pudo evitar que lograran su objetivo, apartándome de la grieta.

—¡Ella no es Jana, es Úrsula!

En ese instante que lo confesé, de su ropa desenfundó una daga de acero inoxidable alargada, en la cual se reflejaban siete símbolos de distinto color que resplandecían y una cruz, la cual se tornó de negro cuando la tuvo en sus manos.

Esa daga le pertenecía a Jana. Lo sé porque es la misma que tenía ella en aquella foto, la única diferencia es que la cruz era blanca. ¿Cómo pudo obtenerla?

—La daga de las siete luces—murmuró Louis.

Louis depositó mis pies en el suelo y fue ahí cuando apareció Ansel. Ella quedó petrificada cuando lo vio.

—¿Qué está pasando aquí? ¿De qué se trata todo esto?

—No podemos atacarla así— dijo Louis en un tono bajo.

—¿Por qué? —le cuestioné.

—Esa daga le pertenecía a Jana. Es la que usaba cuando fue parte de la hermandad de las siete luces. ¿Olvidas lo que te dije de ellos? Ellos cazan seres sobrenaturales. Ella está en evidente ventaja sobre nosotros. No pienso exponerte.

Vala aprovechó ese momento de descuido en que ella se había quedado viendo a Ansel y agitó su cola. Úrsula se había aferrado tanto a la daga que ni siquiera el haber sido arrojada con fuerza hacia la ventana permitió que la soltara.

Vala fue tras ella y Ansel se unió, rodeándola y aprisionándola contra la pared. Louis y yo saltamos la grieta para poder llegar al otro lado. Si éramos más, tal vez de este modo podríamos contra ella.

Vala se enroscó alrededor de su cuerpo y lo que vimos como una “victoria” a medias, pensando que eso sería suficiente para retenerla, nos habíamos equivocado. Ella desapareció, dejando un humo negro en el aire.

No podíamos verla, no sabíamos dónde demonios se había metido y eso nos dejó con los sentidos en alerta. No podía rastrearla, ni olerla siquiera.

—¡Los niños! —Ansel se apresuró a ir a la sala.

Todos lo hicimos y por fortuna, estaban en el mismo sitio, no les había ocurrido nada. Ella conoce mis debilidades, tengo miedo a que se atreva a lastimarlos.

—Esa cosa se ha ido— soltó Ansel.

—Yo no estaría tan seguro— Louis no lo terminó de decir, cuando cayó de rodillas.

Aunque no tenía ninguna herida, sangre brotó de su boca y se tocó el pecho, como si estuviera bajo mucho dolor. Ansel y yo corrimos a socorrerlo.

—Mi amor, ¿qué te ocurre?

—Vala—dijo casi inaudible.

—¡Quédate con él! — le pedí Ansel.

—¡No vayas, Stacy! —me pidió Ansel.

Regresé a donde habíamos estado y Vala estaba enroscada, su cola se agitaba lentamente. Debajo de ella había un charco de sangre. Me acerqué para encontrar dónde y cuán herida estaba, fue cuando oí la voz de esa desgracia detrás de mí y me volteé.

—Nos volveremos a encontrar—con una malévola risa, su figura desapareció en el aire.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora