Intentos

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—Si haberte convertido en una mariposa no fue suficiente escarmiento para ti, entonces esta vez te arrancaré las alas. 

Logró esquivar a tiempo la mesa que le arrojé. Estaba muy atento a cada uno de mis movimientos. Sé perfectamente que sabía cada uno de ellos, por eso acudí a varios objetos que fueran capaces de despistarlo y usar esa oportunidad a mi favor. 

Justo cuando saltó hacia mí, la cola gigante de esa serpiente se agitó, logrando un ataque certero en su abdomen, en el que así mismo como saltó, regresó a su sitio. Sus ojos dorados no perdían de vista a Azazel. A pesar del miedo que le tengo, era evidente que estaba de mi parte. Al menos, eso quería creer.

—He venido preparado esta vez— lanzó una daga de acero hacia mi dirección, en mi mente podía recordar claramente lo sucedido en el aula aquel día. 

En mi cabeza podía verlo como si se acercara en cámara lenta hacia mi rostro con suma precisión. Pude haberla esquivado, pero no me sentía en peligro en lo absoluto. Había un olor nauseabundo y una sustancia verdosa en ella. ¿Acaso planeaba envenenarme?

Elevé mi mano en el intento de detenerla y esta se detuvo, como si una fuerza invisible lo hubiera mantenido en el aire. 

Descubrí que lo que estaba pensando y deseando en ese momento se cumplió. Pareciera que mis manos y mi mente estuvieran conectados a la par de los movimientos de mis dedos. Lo que para mí eran minutos, para él solo fueron unos segundos. 

La daga cambió de dirección, así mismo como llegó a mí, fue lanzada de vuelta hacia él, sin darle oportunidad de esta vez esquivar ese ataque. 

El filo de la daga atravesó su hombro casi en su totalidad. Aunque la arrancó de golpe, no pudo reprimir un doloroso alarido, el cual fue como una melodía para mis oídos.  

—¿Por cuánto tiempo más piensas huir de tu destino? — le cuestioné. 

Se veía bajo mucho dolor, fatigado y presionaba la herida con fuerza. ¿Así que ese veneno también es capaz de hacerle daño a un vampiro? ¿Qué hubiera sido de mí si lograba su cometido?

—Te he dado a probar de tu propia medicina. 

Rechinó los dientes dedicándome una mirada llena de odio. 

—Esto no termina aquí — se apresuró con dificultad hacia la entrada. 

Cerré las puertas, elevando la misma mesa que le había arrojado antes a la espalda y frustrando su intento de escapar. 

—Por supuesto que esto se termina aquí.

La serpiente fue tras él, arrastrándose con suma rapidez y dejando un líquido viscoso transparente a su paso. 

Azazel se veía bastante débil, no podía ponerse de pie, pero intentaba alejar la serpiente tirándole patadas mientras se arrastraba hacia atrás sin perderla de vista. 

—¡Mi tío te quemará si te atreves a atacarme!

La serpiente hizo caso omiso a su advertencia, enroscándose alrededor de su cuerpo, el cual se perdía por el grosor y largo de ella. Lo único que se veía de Azazel era su cabeza, mientras que la de la serpiente mantenía la suya por encima de él. Sus ojos habían cambiado de color a un tono rojizo, mientras que sus colmillos intentaban atravesar sus escamas, pero sus intentos no rendían frutos. Ella seguía enroscándose a su alrededor, creando varios anillos.

Ahora le impedía poder respirar por la inmensa fuerza que ejercía. Ya ni siquiera hablaba. Sus ojos estaban bien abiertos. Fue lo último que vi de su rostro, pues la serpiente engulló su cabeza en la boca con las obvias razones de digerirlo. 

Estaba ahí, observando todo con detalles, petrificada e impactada con la grotesca y escalofriante escena. No iba a quedarme ahí hasta que terminara con él y fuera yo la siguiente en el menú, por eso despejé la salida y corrí lo más rápido que pude, a pesar de que estaba en ropa interior. 

La única persona que se cruzó por mi cabeza en ese momento, viendo el cambio que ha sufrido mi cuerpo y todo lo que estaba ocurriéndome y no tenía una explicación, fue mi padre. Él debe saber qué me está ocurriendo y cómo puedo volver a la normalidad. Aunque no quiera verme, va a tener que darme la cara. 

 

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Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora