ESPECIAL (CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO)

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—Noa, eso es imposible.

—Iré a asearme. Si no me llevas tú, entonces buscaré la forma de ir por mis propios medios, mamá.

[...]


Entré al baño y encendí el agua de la ducha. Mientras el agua caliente caía sobre mi cuerpo, dejé que mis pensamientos se desvanecieran por un momento. Intenté apartar de mi mente la confusión y los interrogantes que me atormentaban. Me enfoqué en el presente, en el simple acto de limpiarme y renovarme físicamente.

Una vez que terminé, regresé a la sala, pero me encontré con una escena inesperada. Mi madre no estaba sola, sino que estaba acompañada por Bael. Su presencia me sorprendió y sentí un atisbo de incomodidad en mi interior.

—¿Bael está aquí? —pregunté, tratando de disimular mi inquietud.

—Sí. Pensé que sería útil tener a alguien más en el viaje, especialmente si iremos a la ciudad.

La idea de que estuviera presente mientras buscaba respuestas sobre Gabriel me generaba cierta incomodidad. Sobre todo, por lo que ocurrió anoche. Aun así, traté de mantener la calma y la compostura mientras respondía a la propuesta de mi madre.

—Está bien, mamá. Si crees que es necesario, entonces Bael puede acompañarnos.

Con un nudo en el estómago, me preparé mentalmente para el viaje a la ciudad. Sabía que enfrentaría desafíos emocionales y que tendría que manejar cuidadosamente las dinámicas entre Bael, mi madre y yo. Sin embargo, estaba decidida a no dejar que las complicaciones sentimentales me distrajeran de mi objetivo principal: desentrañar los misterios que rodeaban a Gabriel y Azazel, y encontrar las respuestas que mi mente intranquila necesitaba.

[...]


Recorrimos las calles de la ciudad durante horas, buscando cualquier pista que pudiera conducirnos a esa casa donde estuve con Gabriel.

De repente, frente a mí se erigió un pequeño café con mesas al aire libre. Mi corazón dio un vuelco cuando reconocí el lugar. Era el mismo café donde en esa salida me senté con Gabriel, donde compartimos risas y conversaciones profundas. No pude evitar dejar escapar un suspiro emocionado.

—¡Este es el café! —exclamé sin pensar, dejando escapar mi emoción—. Vinimos aquí juntos. Pasamos horas hablando y riendo en esa mesa—les señalé a través del cristal.

Tanto mi madre como Bael me miraron sorprendidos. Parecían confundidos por mi reacción y mis palabras.

—Noa, ¿estás segura?

—Sí, mamá, estoy segura.

Continuamos nuestro recorrido y conforme avanzábamos, reconocí otros lugares familiares. Un parque donde paseamos en el atardecer y una galería de hermosos y llamativos artes.

Cada reconocimiento reforzaba mi convicción de que Gabriel era real, no era parte de un sueño o recuerdo inventado. Las conexiones emocionales y los recuerdos parciales que comenzaban a surgir no podían ser simples coincidencias. Había algo más, algo que mi mente había mantenido oculto hasta ahora.

A medida que continuábamos nuestra búsqueda, decidí guardar silencio sobre los detalles específicos que recordaba de aquellos lugares. No quería causar más confusión ni alterar la dinámica del grupo. Sin embargo, en mi interior, la certeza se fortalecía y mi determinación de descubrir la verdad se hacía más firme.

Mientras íbamos en el auto, mis ojos se mantenían vigilantes, tratando de encontrar algún indicio que me llevara a la casa donde había estado con Gabriel. Y entonces, lo vi.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora