Mío

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Esa pasión desenfrenada no terminó en el baño, de hecho, nos movimos a la habitación. No había forma de frenar este deseo que nos carcomía por dentro. Nos buscábamos el uno al otro, encontrando refugio en nuestros cuerpos y lenguas enredadas. 

Agitaba mis caderas sobre él, era yo quien deseaba sentirse a tope. El ritmo subía a niveles caóticos. Mientras se hundía dentro de mí, tirando de mis caderas hacia él y enterrando sus uñas en mi piel, paseaba mis labios y mi lengua en sus pectorales. 

Me sentía tan satisfecha viéndolo debajo de mí, que nuestras profundas miradas se sincronizaran al igual que nuestros movimientos y gemidos. 

Me enderecé, descansando mis manos en sus piernas y curvé la espalda para moverme más abiertamente. De este modo el roce era más intenso, justo en el punto donde mi locura se alimentaba. Estoy ardiendo tanto.

Simuló abrazarme para alcanzar mis pechos, los cuales se encontraban extremadamente sensibles. Los engulló, alternándose entre ambos, dándole la atención que cada uno ameritaba. 

Lo observé atontada, lo gustoso que se apreciaba al hacerlo. No puedo con esa expresión tan sensual y perversa que tiene. Es tan perfecto. 

Tumbó mi cuerpo sobre la cama, entre besos en el cuello y creando un camino por el valle de mis pechos en dirección a mi entrepierna. Plantó varios besos húmedos en ella, antes de hundir su rostro en mi intimidad. 

—Espera, tú… 

Esa mirada y sonrisa que me dedicó, dejó en evidencia que nada de lo que pudiera decirle iba a detenerlo. 

Extrajo todo el néctar que podía ofrecerle, sin remordimiento alguno o sentir asco en lo absoluto. Disfrutaba a plenitud excavar con sus dedos y lengua. Drenó mis energías casi en su totalidad. A pesar de verme tan vulnerable, con mis piernas temblando y con espasmos, eso parecía motivarlo a ir por más. 

Acomodó su cuerpo entre mis piernas, para continuar con la excavación, pero esta vez retomando donde lo había dejado, arrasando con todo a su paso. Lo apresé entre mis piernas, a pesar de sentirlas medias acalambradas y entumecidas. Su cabello caía sobre mis pechos, es como si hasta ellos se hubieran puesto de acuerdo en estimularme a la par. 

Era como un sueño tenerlo así, todo para mí, aceptando todo lo que tenía para ofrecerme. Es una dicha contemplar sus expresiones de satisfacción, la manera en que muerde sus labios y no me pierde de vista. Esa mirada tan intensa y penetrante que provoca turbulencias en todo mi ser. Su olor se ha impregnado en mi piel, como sus fluidos los ha retenido en mi interior a propósito. 

Esta cama se ha hecho tan pequeña. El sol ha ido alumbrando cada rincón de la habitación, pero nada de eso nos importaba. Éramos solo dos cuerpos descargando ese deseo que había sido reprimido y que ahora se había desbordado. 

—Louis— acaricié su mejilla, sonriendo tontamente—, quiero que seas solamente mío.

No sé en qué momento me he vuelto tan egoísta. No quiero siquiera imaginar que alguien más pueda experimentar lo mismo que he sentido estando en sus brazos. Eso jamás lo permitiría.

—Siempre lo he sido, mi pequeña mariposa.

Su respuesta y ese beso tan delicioso y apasionado que plantó en mis labios pudo desaparecer toda inseguridad y temor que pudiera sentir.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora