Rechazo

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Luchaba conmigo misma. Aunque el cansancio me estaba pasando factura y estaba a punto de vencerme, le pedía más a gritos.

—Tengo mucho más para darte.

Lo miré deslumbrada, ante esa mirada tan seductora y perversa que tenía.

Realmente no recuerdo el momento en que el sueño me venció. Lo único que recuerdo son sus palpitaciones y empujones constantes.

Tuve una desagradable sensación, como si hubiera caído al vacío. Unas voces oía y se repetían en mi cabeza mientras una visión se iba aclarando.

Había un hombre frente a mí, alguien a quien no podía verle la cara, a pesar de la claridad que había en esa habitación donde nos encontrábamos a solas.

—Ya están reunidos, Úrsula. No vas a perderte el espectáculo, ¿verdad, amor mío? —su voz se oía distorsionada.

—Por nada del mundo— esas palabras salieron de mi boca por sí solas.

Sostuve el traje largo entre mis manos, abandonando la habitación apresuradamente, corriendo por el pasillo de la mansión y deteniéndome en la recámara de Ansel. Por alguna razón, me sentía feliz y eufórica. Toqué su puerta, esperando que me diera permiso para entrar.

—Ya es hora. Todos están reunidos en el pueblo.

Jamás lo había visto tan destruido, demacrado y descuidado. No parece el mismo que conozco. Lucía muy triste y eso me carcomía el alma. No me gusta para nada verlo así.

—No me gusta verte así por esa mujer. Ella no te merece. Te engañó— mis manos acariciaron sus hombros, pero él me evitó, quitándolas de inmediato—. No quiero ni pensar que estás dudando o que piensas protegerla después de lo que te hizo.

No respondió mi pregunta, pero dejó su preciado anillo sobre la mesa.

—Yo jamás te dejaré solo, ¿lo entiendes? Yo te amo, Ansel, aunque no sientas lo mismo por mí. Yo jamás te traicionaría.

—Ya es hora.

Por dentro me dolía su rechazo, el que ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos. Odio este sentimiento que consume mi alma...

Lo seguí en completo silencio a las afueras del pueblo, donde yacían reunidos los Baltimore, la gran familia Ludwing, los poblanos y la muchedumbre. Allí estaba ella colgada de una cadena, lamentándose, llorando, rogando que la soltaran, que ella no había cometido ninguna falta y que sería incapaz de traicionar a la familia Ludwing y a su amor. Nadie le creyó, e incluso si alguien pensaba lo contrario, nadie podía evitar su destino.

Toda la familia Ludwing tenían sus antorchas, pero fue Ansel quien encendió su vestido primero. Todos los ahí reunidos exigían que ella pagara por su falta, por lo que no podía retractarse, por más que en el fondo, la siguiera amando…

Las llamas se reflejaban en sus ojos, la tristeza, la decepción, el dolor, viendo a su primer y gran amor arder.

Un final tan lamentable y triste... Morir lentamente y en manos de su gran amor… aun siendo inocente.

Era estremecedor en el buen sentido, magnífico observar sus últimos momentos, su agonía, su desespero, saber que por fin me había liberado de ese estorbo que impedía que Ansel pudiera darse cuenta de que soy la única mujer que lo ama de verdad. Ahora que ella no existe, Ansel solo tendrá ojos para mí, como siempre debió ser.

Disfruté cada mal entendido que provoqué entre los dos, el que haya sido tan estúpida como para en mi trampa. De esa mujer hermosa, perfecta y querida por todos, ahora solo quedaban las cenizas.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora