Venganza

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Sus enormes cuerpos levitaron con solo agitar las manos. Los ojos eran lo único que movían, debido a la presión que ejercí en el cuello de ambos, en el instante que hice un puño con las manos.

Del cuerpo de ambos brotaba un humo negro, el mismo que alimentaba mis energías y fuerza.

Como un imán los alcancé, corté esa distancia que nos separaba y fui tras el lobo de pelaje grisáceo, el mismo que le arrebató la vida a mi padre y a quien en este momento solo ansiaba destruir.

Sus ojos se clavaron en los míos, su mirada era suplicante. Rogaba misericordia, piedad… pero él no la tuvo con mi padre, ¿por qué habría de tenerla con él?

Su gran tamaño, fuerza, pelaje y musculatura no les sirvieron para batallar contra mí. Ni siquiera pudieron cambiar el rumbo de su destino.

Desconocía la fuerza que mis pequeñas manos tenían, como para haberlos decapitado sin ayuda. Cargaba con sus cabezas como si de dos trofeos se tratase. Observé sus cuerpos sufriendo ligeros y débiles espasmos y el suelo pintándose de ese rojo carmesí intenso y dulce, que tan delicioso me sabe.

Cuánta paz y gozo traes a mi alma…

La sangre estaba siendo absorbida por la oscuridad, trayendo ese exquisito y dulce sabor de la venganza a mi paladar.

Arrojé sus cabezas a los pies de Ansel, quien seguía quieto en un mismo sitio y seguía con precaución y atención mis movimientos, como si representara una amenaza.

Caí de rodillas frente al cuerpo de mi padre, intentando conectar su cabeza como la última pieza de un rompecabezas.

—Papá… ya todo acabó.

Tuve la sensación de que miles de alfileres se clavaron en todo mi cuerpo, al caer a la dura realidad de que por más que lo intente, no podré remediar lo que pasó.

¿Por qué? ¿Por qué todas las personas que amo resultan heridas por mi culpa?

No pude decirle ni una sola vez lo feliz que me hacía el tenerlo de vuelta en mi vida. Pensé que nada ni nadie nos separaría esta vez… Que ilusa.

Jamás pude decirle lo mucho que lo amaba, lo que disfrutaba de pasar tiempo con él. Tampoco le dije que no le guardaba rencor por su abandono o errores del pasado, pues en el fondo, ya le había perdonado. Porque en el fondo, en mi corazón no existía ningún resentimiento hacia él.

¿Por qué no pudimos recuperar el tiempo perdido? ¿Por qué la vida debe ser tan injusta, como para arrebatarte de mí por segunda y definitiva vez?

Un agonizante y desesperante grito salió de lo más profundo de mi garganta. Era la única manera en que podía descargar, así fuera un poco, esa opresión que me martirizaba y me estremecía el alma de dolor.

Primero Vala y Louis, y ahora mi padre…

¿Por qué soy incapaz de proteger a los que amo? ¿Quién más tendrá que resultar herido o muerto por mi culpa para darme cuenta de que solo traigo desgracias y desdichas a la vida de todos los que me rodean?

Si yo no existiera, nadie más tendría que sufrir…

Unos cálidos brazos me engulleron por la espalda, supe inmediatamente que era Ansel por su fresco y dulce aroma.

—P-perdóname, debí estar más alerta—en su voz pude notar el nudo que se había formado en su garganta—. No te hagas más daño, por favor.

Me tapó los ojos, pero aun estando en la oscuridad, es como si pudiera ver el rostro de esas dos mujeres despiadadas. Deben estar disfrutando de esto, pues eso es todo lo que quieren; hacerme daño.

—Protege a nuestros hijos, a Vala y a Louis— me zafé de su agarre, poniéndome de pie.

—¿A dónde crees que vas?

—Que pase lo que tenga que pasar.

—¡No irás a ninguna parte sola! — intentó ponerse en mi camino, por lo que me vi en la obligación de usar mis poderes para inmovilizarlo.

—Lo siento. No quiero lastimarte, pero no intervengas o me veré en la obligación de hacerlo.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora