Perdóname

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El trayecto a su guarida se me hizo corto. No quise avisarle que estaba ahí, porque sabía que no iba a permitir que entrara. Pese a mi claustrofobia, cerré los ojos con tal de cruzar esa entrada tan estrecha. ¿Cómo puede vivir en una condición tan deplorable? 

La cama que había, si es que se le podría llamar así, estaba hecha de hojas. En el centro había una fogata la cual estaba encendida y alumbraba el interior. Todas las paredes estaban escritas y tenían muchos dibujos, en su mayoría círculos negros, muy parecidos a los de la entrada. 

Cuando logró percatarse de mi presencia, se levantó de la cama con ayuda de una rama gruesa que usa como bastón. Sus ojos recorrieron mi cuerpo semidesnudo. Parecía sorprendido, preocupado, hasta asustado. Todo al mismo tiempo.

—No te atrevas a echarme otra vez. No he venido a exigir que asumas tu rol de padre a estas alturas, porque para ser honesta, no me interesa. Pero esto — le señalé los cuernos y le enseñé los brazos—. Debes tener una explicación o solución para esto. Tú también tienes estas manchas. Tú eres el único que puede ayudarme y no me iré de aquí hasta que lo hagas. 

Me observó en completo silencio.

—¡Habla! ¡Te lo exijo!

Sin articular una sola palabra, fue en busca de una camisa que estaba toda deshilada y harapienta para dármela. 

—Tápate. 

Se dio la vuelta, dándome privacidad para que me la pusiera por encima. Lo hice porque me sentía apenada estando así. Caminó con dificultad hacia una esquina, recostándose en una piedra. 

—Cuando era joven era un alquimista. 

—¿Qué?

—Me dedicaba a ayudar a las personas. La mayoría de los alquimistas pensaban en riquezas, yo pensaba más en ayudar a las personas con mi arte. 

—¿Eso qué tiene que ver con esto?

—Hace muchos años un matrimonio celta acudió a mí. El señor estaba muy enfermo. La medicina convencional no surtía efecto o mejoría en su salud. Su esposa entendiendo que yo, por el hecho de ser más naturópata que otra cosa, y por mi arte de alquimia, podía ayudarlo a sanar. Decidí ayudarlos. Comencé con un tratamiento, pero con el pasar de los días el señor siguió empeorando, su salud fue deteriorándose cada día más. Él murió en mis manos— confesó, alargando un suspiro. 

Permaneció en silencio por unos cortos segundos, hasta que prosiguió. 

—Su esposa me reclamó el porqué lo dejé morir. Intenté hacerle entender que hice todo lo que estuvo a mi alcance. Utilicé todas mis hierbas, ungüentos y medicinas que estaban a mi poder y nada logró sanarlo. Fue algo más allá y fuera de mi área de expertis. La señora se sintió tan airada que me maldijo. Me dijo muchas cosas ese día. Dijo que por no haber podido salvar la vida de su compañero de vida, por el resto de la mía, iba a sufrir los mismos estragos que él había sufrido. Para ser honesto, al principio no sabía a qué se refería, pero sus palabras siempre se quedaron grabadas en mi cabeza. Poco a poco fui notando que comencé a desarrollar ciertas habilidades distintas. Podía generar ilusiones, alterar mi aspecto, levitar objetos a voluntad o a mí mismo. 

Todo lo que menciona, es casi lo mismo que he experimentado. 

—Busqué información con otras personas, estudiosos en el tema y me explicaron que, al parecer, el hechizo que usó esa mujer en mi contra, era que al igual que él y ella iba a ser druida. Iba a poseer estos poderes mágicos de por vida, pero estos poderes vienen con una desventaja. Sí, tengo poderes mágicos y fuerza, pero poco a poco ellos mismos iban a corroer mi alma. Mientras más pasan los años, más triste, solitario y vulnerable me siento. Aunque desee la muerte, no tengo ese descanso, la muerte no llega. Utilizando mis conocimientos en alquimia, he podido evitar que mi cuerpo se corrompa y he envejecido lentamente, pero ya han sido tantos años que ya se nota el hecho de que estoy perdiendo mis poderes y habilidades. 

Me limité solo a escuchar su desahogo. Sus palabras eran pausadas. 

—En esos años que he estado en esta soledad, conocí a una mujer; una mujer increíble y me enamoré. Pensaba que no iba a suceder nada si me mantenía alejado, pero sucumbí ante la tentación, la lujuria y el amor que sentía por tu mamá. Me casé con ella porque genuinamente la amaba y todavía hoy lo sigo haciendo. De esa relación tan hermosa naciste tú. Me asusté tanto cuando me dio la noticia que huí como un cobarde. Pensaba que si no era partícipe en tu formación, esta maldición no iba a pasar a ti, pero me equivoqué. Evidentemente no solamente estoy maldito yo, también están todas mis generaciones. Tú eres partícipe de eso que me agobia todos los días. Ambos somos druidas. 

¿Así que por eso me abandonó? No estaba en una posición donde fuera a reclamarle nada al respecto. 

—Entonces, ¿no podré volver a la normalidad?

Negó con la cabeza. 

—¿Significa que debo vivir como si fuera un monstruo, ocultándome de todos y repetir tu misma historia? Me niego a aceptarlo. 

—Perdóname… es todo lo que puedo decirte. 

Su voz se quebró al decir esas palabras y se quedó observando a la nada. 

—Un perdón no va a cambiar las cosas.

—Lo sé. 

—No sabes el infierno que viví con mamá después de que la dejaras—suspiré—. No quiero hablar de eso. 

—¿Quién te ha derramado eso? 

—Alguien que ya está muerto. No puedo creer que esto esté pasando. ¿Qué se supone que haga ahora?

Oímos el siseo de la serpiente en la entrada. Su sonido se escuchó más agudo por el eco. ¿Qué hace aquí? ¿Cómo me encontró? Sus ojos dorados resplandecían aún estando en la oscuridad. Se asomaba como si estuviera deseando entrar. 

—Veo que estás bien protegida. ¿No lo crees interesante? 

—¿Qué cosa? 

—El hecho de que tú puedes vivir tus años en la tierra, morirte y no enterarte de que existen seres sobrenaturales allá fuera que conviven con nosotros todos los días. Este tipo de cosas se atraen unas a otras. Al tener este tipo de habilidades, atraes a otras personas y seres que tienen, digamos que, habilidades peculiares o similares. Lo sobrenatural llama a lo sobrenatural. En mi trayecto de vida he conocido a otros brujos, vampiros, espíritus, demonios y a otros seres y criaturas inimaginables. Ahora tú también lo has hecho. Incluso tienes un ser que te protege. Esos hombres que vinieron contigo el otro día, probablemente se han sentido atraídos a ti por la misma razón. Este mundo es al que pertenecemos. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora