Admítelo

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Cuando me quedé a solas con Vala, ella dejó el siseo. 

—¿Qué tienes? 

—Algo no me gusta en esa mujer.  

—¿A qué te refieres? 

—No lo sé, pero no le quitaré los ojos de encima. 

—Gracias por todo lo que haces por nosotros— acaricié su cabeza y apagó los ojos, agitando la cola—. ¿Así que te haces la dura conmigo, pero disfrutas de mis caricias? 

Abrió los ojos de golpe y volteó la cabeza hacia el lado contrario. 

—No soy tu mascota para que me estés acariciando. 

—Sí, sí, lo que digas— sonreí—. Siempre tan orgullosa. 

Se deslizó hacia las escaleras y la seguí, aunque nuestros caminos se dividieron, ella siguió para la habitación de los niños y yo fui directamente a la habitación con Louis. 

—¿Qué tienes, mi amor? ¿Gustas hablar? — le cuestioné, al verlo todavía de pie frente a la ventana. 

—No quisiera decirlo de esta manera, pero esta situación se nos está saliendo de las manos, princesa. 

—Lo sé. 

Se alejó de la ventana y se acercó a mí. 

—Admiro tu determinación, tu fuerza, tu don, lo especial que eres y sobre todo, tu gran corazón, tu nobleza e inteligencia. Admiro todo de ti. Siempre te he dicho que puedes contar conmigo en todo momento. No importa lo que sea, yo siempre voy a apoyarte. Por esa misma razón te apoyé en esta decisión que tomaste. Siento que fue una mala decisión haber hecho esto, pero ¿cómo íbamos a descubrirlo si no lo intentabamos? Sé que todo lo que hiciste fue con la mejor de las intenciones, porque sé que te costó mucho dejar las cosas como estaban y no te juzgo, jamás lo haría, mucho menos luego de la conversación que tuviste con ella. Probablemente estando en tu lugar, hubiera hecho lo mismo, quién sabe, pero me temo que todo esto solo está surgiendo el efecto contrario en mi sobrino. Lo está lastimando. 

—Lo sé, pero ella también está sufriendo. Los dos merecen un final feliz. 

—No siempre las cosas salen como queremos. Además, a veces lo mejor es dejar todo como está y permitir que el tiempo cure las heridas. Hay algunas más profundas que otras, que requieren de más tiempo para sanar, porque esta fue una prueba sumamente difícil para mi sobrino el sobrellevarlo. Ha venido cargando esa cruz durante muchos años, pero ajeno al amor que le tenía, siento que la culpa fue lo que causó que él no pudiera superarlo con facilidad. Después de todo, se vio en la obligación de matarla ante cientos de espectadores. 

Se me eriza la piel cada vez que recuerdo las palabras de mi padre y esa escena donde fue quemada. Ahora es mucho más escalofriante, sabiendo que cargaba dos bebés en su vientre. 

Espera, un momento, eran dos. Mi padre lo dijo. ¿Qué habrá sucedido con el otro? Tengo entendido que uno era de Ansel y el otro de Azazel. ¿Cómo supo cuál de los dos era de Ansel, si ni siquiera habían nacido? Tengo muchas incógnitas que deberé aclarar con ella cuando vuelva a verla. 

—Fue muy difícil y traumante lo que pasó, por esa misma razón creí que les hacía un bien, pero ahora me doy cuenta que lo único que hice fue empeorar la situación. 

—Los escuché hablar hace un momento. 

Mis ojos se engrandecieron al oír su confesión. 

—Yo no le respondí. 

—Tranquila. Lo sé. Pero me siento una mala persona en estos momentos.

—¿Mala persona por qué?

—Porque me he comportado como no me gusta ser; egoísta. 

—¿En qué momento has sido egoísta, mi amor? Tú jamás lo has sido.

—Dicen que a veces tu felicidad está por encima del sufrimiento de otros, pero para serte honesto, no soy un hombre que se sienta feliz viendo a alguien más sufriendo. Tuve una conversación con él ese mismo día que te pedí tiempo. En aquel momento, cuando me dijo que renunciaría a ti y a sus sentimientos, con tal de darnos la libertad y la oportunidad de amarnos sin estorbos y sin medidas, se sintió muy desagradable, porque por primera vez me sentí como el malo del cuento, por pensar en mí y nada más que en mí. Porque sé lo que es amar a alguien con locura y tener que retener todo eso por dentro, más no poder gritarlo a los cuatro vientos. Me enamoré de ti desde el primer instante que te vi en la escuela. Callé y renuncié a mis sentimientos por ti para permitir que tuvieras la vida que te merecías en tu mundo, lejos del mío y de mí. Pensaba que eso era lo correcto, pero cuando volví a verte, todo lo que creí enterrado y muerto, volvió a despertar y me hizo dar cuenta que en ningún instante desde que me aparté de ti dejé de amarte. Sufrí en carne propia lo difícil y duro que fue renunciar a la persona que amas y es el peor sentimiento que puede existir. 

—¿Qué intentas decir con todo esto? ¿Estás pensando en apartarte de mí otra vez? Yo no quiero eso, no de nuevo. 

—No. Ese es el detalle, que no estoy dispuesto a dejarte ni a renunciar a ti, pero del mismo modo que no estoy dispuesto a hacerlo, no puedo exigirle a él que lo haga. 

—¿Qué?

—Cada vez que me miras, que me tocas, que me hablas, que me sonríes y que hacemos el amor, soy muy feliz y no me cabe duda de que te ocurre lo mismo. No pongo en duda que me amas tanto como yo a ti, pero esa misma mirada y sonrisa que me dedicas, es la misma que le dedicas a él cada vez que lo ves. Stacy, no soy tonto, me doy cuenta de las cosas. Por más que intentes mentirme, tus ojos no mienten. Ese beso que se dieron en aquella habitación, no era de alguien que detestaras o que despreciaras. Ahora mismo, estás sufriendo mucho por él al verlo tan deprimido y al conocer la historia entre él y Jana. Te arriesgaste sin pensarlo dos veces en busca de hacerlo feliz y ahora estás sufriendo porque te has dado cuenta de que después de todo lo que hiciste, él no lo es, ni lo será, si no es contigo. A ti no te fue indiferente cuando te lo dijo. Stacy, admítelo en mi cara, no lo ocultes, no lo niegues más; tú amas a mi sobrino también. Por esa misma razón no estás dispuesta a dejarlo solo y se lo confesaste a ella sin titubear. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora