ESPECIAL (CAPÍTULO DIECISIETE)

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—Necesito que vengas conmigo. Hay algo que quiero mostrarte.

Lo traje conmigo casi arrastrado al mismo punto donde se encontraba la clara, el cuerpo de ese señor y el ritual, pero mi hermano no parecía sorprendido.

—¿Recuerdas esa energía y presencia que he estado sintiendo? En efecto, es un ser distinto a nosotros; es un demonio, Azai.

—¿Para decirme eso tenías que traerme casi arrastrado a mitad del bosque?

—Esto es obra suya.

—¿De qué estás hablando?

—¿Cómo que de qué estoy hablando? ¿No lo ves? —le señalé el altar de piedra.

—¿Qué se supone que vea? Ramas, árboles, hojas, unas cuantas hormigas y piedras. Muchas piedras. 

—¿Qué? ¿No puedes verlo?

—¿Has dormido hoy?

Miré detrás de mí nuevamente, y todo desapareció como si hubiese sido solo una alucinación, pero estaba completamente segura de que eso que vi era real, no era parte de mi imaginación.

—Claro que dormí. Momentos antes de que aparecieras, ese tipo me robó la voz para que no te dijera nada de lo que aquí había hasta hace un momento. Esto debe ser su obra. ¿Por qué tú no puedes verlo o sentir su presencia? Yo lo vi, yo lo toqué, yo lo be…

—¿Lo qué?

—Nada… Quiere volverme loca, de eso estoy segura.

—¿Loca? Noa, no pienso que estás loca, pero has estado hablando mucho sobre eso, pienso que la mente es muy poderosa y, tal vez, por esa misma razón has estado viendo esas cosas. Además, han estado ocurriendo muchas cosas últimamente, quizá solo necesitas descansar un poco más. 

—Créeme cuando te digo que él existe. Te juro que te lo demostraré. 

[...]


Han pasado cinco días desde que descubrí ese lugar. He ido varias veces, pero ya no quedan rastros de lo que vi esa noche, pese a sentir ese aura malévola y ambiente cargado por los alrededores.

Mis padres han estado muy ocupados con los visitantes y mi mamá se pasa en el instituto con mi abuelo. Han retenido a esos humanos más tiempo de lo que habían dicho. Todos se han servido sigilosamente mientras duermen, pero he sido yo quien he estado tan metida en atrapar in fraganti a ese infeliz que no he tenido cabeza para nada más.

Capté en el aire el olor inconfundible de esos cazadores. No fui la única que se alertó, pues hasta mi hermano se asomó. Otra vez ese señor junto a sus muñecos de trapo.

El abuelo salió a recibir al grupo de cazadores. Todo apuntaba a que habían quedado en reunirse, al menos con el líder de ellos. Mis padres se sumaron a la conversación e incluso le ofrecieron pasar. Sin duda alguna, la rivalidad era palpable en el aire, aun así, ese señor accedió, dejando atrás a su grupo.

—Ni siquiera disimulan—le dije a mi hermano—. Tal parece que nos extrañaron mucho.

Aunque no se acercaban, las miradas de esa cazadora que se enlió con mi hermano, y la de Abraham y Walter estaban sobre nosotros.

Vala estaba en su verdadera forma, era evidente que los estaba vigilando, pero ellos no se sentían cómodos con su presencia ahí.

—¡Atrás! —uno de ellos dejó visible un talismán de su mochila.

Fue entretenida la expresión de mi hermano. Sus ojos parecían botar chispas. Ni siquiera dudó en acercarse a él y sujetarle la muñeca.

—Te conviene guardar eso. Esperen por ellos afuera. No los quiero aquí.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora