Su lugar

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Louis nos trajo de regreso a su casa. Ansel se perdió de nuestra vista, dejándome a solas con Louis.

—Siento mucho haber destruido tu auto.

—Lo material se recupera con solo unos cuantos billetes, pero tu vida no. Actuaste de manera precipitada, sin considerar ni un poco lo que nosotros pudiéramos sentir. Entiendo que has estado pasando por situaciones difíciles y te sientes abrumada, pero no por eso, debes darte por vencida. No estás sola en esto. Te lo he dicho. No solo me tienes a mí, también tienes a mi sobrino.

—Por favor, no menciones a ese idiota ahora.

—Dime, ¿qué va a ser de mí si te pierdo? Ahora que volvimos a encontrarnos, por obras del destino o por la razón que haya sido, no quiero, ni voy a permitir que nos separemos nuevamente. Me niego a que esta vez seas tú quien me abandone.

Me abrazó tan fuerte que cerré los ojos, dejándome llevar por esa calidez tan agradable que me arropó.

Por más rota que me sentía por dentro, su abrazo fue capaz de juntar esas piezas y ponerlas en su sitio. Sus abrazos son igual a como los recordaba y extrañaba. Ojalá pudiera sentir esto por más tiempo.

Tal vez en el fondo, no estoy completamente sola…

Me separé de él al haber oído a Ansel aclararse la garganta. Observé mis brazos y los cortes superficiales habían desaparecido. Ya no me dolía. No es la primera vez que pasa. ¿Acaso habrá sido en ese abrazo?

—¿Vas a regresar con tu mamá? —le cuestionó Louis a Ansel.

—No, ya no. Tengo asuntos que atender por estos lares— entrecerró los ojos, frunciendo el ceño.

—Deberías ir. De este modo no levantas sospechas. Ahora que tu hermano está desaparecido y los chismes ya tuvieron que haber llegado a oídos de mi hermana, lo mejor será que nos mantengamos alerta. Tu madre ya estaba sospechando de Stacy, sabía que había algo especial en ella. Cualquiera es capaz de percibirlo.

—No quiero ocasionarles, o más bien, ocasionarte problemas— agregué.

—Tú jamás representarías un problema para mí.

—¿Qué hiciste con él? — indagó Ansel.

—No importa, lo importante es que no será un problema por ahora.

—Iré a la habitación. Me duele la cabeza.

Fui hacia la habitación y me dejé caer sobre la cama. Me siento tan cansada. Mi cabeza está saturada. Quisiera dormir y no despertar.

Oí la puerta al abrirse y me quité las manos del rostro para ver quién era.

—¿Qué haces aquí? ¿Vas a continuar? En serio que eres peor que patada en los ovarios.

Cerró la puerta detrás de él, caminando con las manos en los bolsillos hasta el centro de la habitación. Me volteé hacia el otro lado dándole la espalda. No quería verlo, quería ignorar el hecho de que estaba ahí atormentándome, no solo con su presencia, sino también con su silencio y mala cara.

—Vete.

Sentí que entró a la cama y cuando lo miré por arriba del hombro, vi que su cercanía era más de lo que imaginaba. Estaba tan cerca que podía sentir el roce de su cuerpo en mi espalda, por lo que no me atreví ni a moverme.

—Si has venido a alimentarte, lo mejor será que vayas a buscar a esas chicas que sí pueden saciar y cumplir con tus necesidades.

Su maldito silencio me mortifica e irrita de gran manera.

—Si vine a mi habitación es porque quiero estar sola. ¿Qué parte de eso eres incapaz de entender?

Acomodó su brazo por debajo de mi nuca, pasando su otro brazo por debajo de los míos y presionándome hacia él con firmeza. Su repentina acción me tomó por sorpresa.

—Es jodido tener que admitir que cuando lo hice contigo, su recuerdo se esfumó y no había nadie en mi cabeza que no fueras tú; cuando me juré a mí mismo y le juré a ella que nadie jamás ocuparía su lugar.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora