ESPECIAL (CAPÍTULO VEINTIUNO)

139 21 4
                                    

Mordió el lóbulo de mi oreja y cerré los ojos, dándole rienda suelta a esas sensaciones que me hacía experimentar.

—¿No tienes miedo de que devore tu alma si te entregas a mí? Soy un demonio, después de todo—cuestionó con una voz grave y susurrante.

Me estremecí ante su pregunta, consciente de la amenaza que representaba su naturaleza.

—No te tengo miedo—lo miré por encima del hombro.

—Oh, pequeña, qué valiente eres. Pero no entiendes la magnitud de mi poder. Soy capaz de desgarrar tu alma y condenarte a la eternidad en el abismo.

—No lo harás. Ya lo habrías hecho.

Soltó una suave risa, mientras sus ojos brillaban.

—Pocos se atreverían a desafiar el peligro que soy. Pero debes saber que entregar tu ser a un demonio como yo, es abrir las puertas a la oscuridad infinita, al dolor y al sufrimiento eterno.

—Lo sé— lo miré a los ojos sin vacilar.

—Si te entregas a mí, no habrá vuelta atrás. Tu alma quedará marcada para siempre.

—Aunque parezca una locura, creo en la redención y en la posibilidad de encontrar la luz, incluso en los lugares más oscuros.

Frunció el ceño, sus rasgos se endurecieron mientras evaluaba mis palabras. Podía ver la lucha interna en sus ojos, la batalla entre su naturaleza malévola y la chispa de humanidad que todavía latía dentro de él.

Un aullido desgarrador resonó en la distancia, interrumpiendo nuestra conversación. Sentí una extraña inquietud en el ambiente, como si algo malévolo se acercara.

Sin previo aviso, los aullidos se hicieron más cercanos y se mezclaron con los sonidos de aleteos de murciélagos en la noche. Nos asomamos en la ventana y miramos afuera, esperando descubrir la fuente de aquellos aullidos inquietantes.

Lo que vi me dejó sin aliento. Una horda de lobos gigantescos y feroces se aproximaba a la mansión, avanzando con determinación y una sed de sangre que se percibía en sus ojos rojos y brillantes. Su pelaje grisáceo y oscuro contrastaba con la luz de la luna, dándoles una apariencia aún más amenazadora. En ese momento, supe que estábamos siendo invadidos.

¿Dónde está la gente que trajo el abuelo consigo? Ellos siempre han estado merodeando los alrededores de la casa.

—No salgas de la habitación.

Abrió la ventana, lanzándose desde esta altura para enfrentarse a esos lobos sin siquiera dudarlo. Quise detenerlo, pero todo ocurrió en solo un instante.

La horda de lobos salvajes, con ojos feroces y pelaje erizado, rodeaba a Bael en un círculo amenazante. La noche se llenó con sus aullidos desgarradores y sus garras arañaban el suelo en un gesto de pura agresividad.

Bael, consciente de la inminente embestida, adoptó una postura desafiante. Su mirada se llenó de una oscuridad insondable. La energía infernal que lo rodeaba parecía crecer en respuesta al desafío que se presentaba frente a él.

Sin dudarlo, la horda de lobos se lanzó contra él en un frenesí de colmillos y patas poderosas. El aire se llenó con el sonido de los rugidos y gruñidos, mientras los lobos buscaban destrozar a Bael con su fuerza combinada.

Bael demostró una agilidad sobrehumana, esquivando los embates de los lobos con movimientos rápidos y precisos. Sus garras y su energía oscura se convirtieron en armas letales, repeliendo los ataques de la manada.

A pesar de su destreza, Bael se encontraba superado en número. Los lobos lo rodeaban sin tregua, buscando cualquier oportunidad para debilitarlo.

Desplegó su magia maligna, creando llamas negras que danzaban a su alrededor, tratando de envolver a uno de ellos, el más agresivo que no cedía a nada. El lobo resistía, saltando y esquivando las llamas con destreza, dejando huellas profundas en el suelo mientras avanzaba con fiereza.

En un último esfuerzo, Bael canalizó su poder y lanzó una explosión de energía oscura que envolvió a la manada, era el mismo que vi en mi madre esa noche en que arrasó con los poblanos. Los lobos aullaron de dolor mientras eran lanzados al suelo, pero su furia no se extinguía. Se levantaron nuevamente, decididos a acabar con Bael.

Sus ataques no cedían. Bael emitió un rugido desgarrador que resonó en toda la extensión de los terrenos. Una explosión de energía oscura envolvió a los lobos, lanzándolos a varios metros de distancia.

Justo cuando algunos lobos se retiraban por las graves heridas provocados por Bael, un silbido siniestro llenó el aire y una figura femenina emergió de entre las sombras. Era Vala. Su cola serpentiforme se alzaba amenazadoramente detrás de ella, lista para ser usada como un arma mortal.

Mis padres, mi abuelo y mi hermano se asomaron desde la puerta de la entrada. Mi abuelo se mostraba desconcertado y curioso, mientras que mi mamá, por alguna razón, lucía exaltada, inquieta y mucho más pálida que de costumbre. Mi hermano estaba visiblemente sorprendido y atontado. En cambio mis padres, ellos eran los más tranquilos. Sabía que ninguno de ellos  intervino, porque sabían que Bael y Vala iban a mantener todo bajo control.

Vala se acercó a Bael con gracia y determinación. Sus ojos se encontraron en un instante de entendimiento silencioso. Sin decir una palabra, Vala agitó su cola en un movimiento ágil y letal, golpeando a los lobos que aún se mantenían en pie.

La poderosa cola de Vala se convirtió en una fuerza destructora, aplastando y lanzando a los lobos a su paso. Los aullidos llenaron el aire mientras la manada era diezmada por la inesperada alianza entre Bael y ella.

Bael y Vala se movían en perfecta sincronía, un dúo formidable que dominaba la batalla con su combinación de fuerza y magia. Bael lanzaba ráfagas de energía oscura mientras Vala giraba y retorcía su cola, golpeando a los lobos con precisión mortal.

Los lobos, acorralados y superados, retrocedieron con miedo y desesperación. Su intento de invadir la mansión había sido repelido por una alianza inesperada y poderosa.

Finalmente, los lobos, heridos y derrotados, huyeron despavoridos, desapareciendo en la oscuridad de la noche. Fue en ese momento que pude notar la silueta de un hombre a la distancia entre los árboles. No pude ver sus rasgos debido a la oscuridad, aun así, por un milésimo segundo, tuve la sensación de que su mirada se encontró con la mía. Y por esa razón, se desvaneció como un humo negro.

Toqué mi pecho, sentí como si miles de alfileres me hubiesen atravesado. Fue una sensación inquietante y dolorosa.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora