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Esta cama se siente tan grande y vacía. Desde que nos mudamos juntos, él siempre había estado acostado aquí conmigo haciéndome compañía, a pesar de que no duerme. Sus brazos eran la mejor cobija y medicina, donde encontraba la calma, la comodidad y la paz para conciliar el sueño. Es tan agobiante, asfixiante, deprimente y doloroso no tenerlo aquí. No sentir sus caricias, oír su dulce voz mientras me lee un poema o esos apodos tan melosos que suele decirme. 

Él ha cumplido con lo que dijo esa noche en eso de darme espacio, pero ¿qué sucede cuando ese espacio me está haciendo daño? Lo menos que puedo hacer es respetar su decisión, porque es por mi culpa que está sufriendo, pero ¿qué hago si lo extraño tanto? 

No es suficiente con intercambiar palabras única y exclusivamente de las necesidades de nuestra hija, cuando muero por estar en sus brazos y comérmelo a besos. 

¿Por qué no podemos volver a lo que éramos? ¿Por qué no puedo retroceder el tiempo y haber evitado esa estupidez? 

Los días no pasan en vano, cuando de mis hijos se trata. Cada día su crecimiento es más anormal y acelerado, tanto como sus necesidades. 

La cantidad que están consumiendo de leche mezclada con sangre es excesiva, aunque debo reconocer que esa técnica que mi padre me recomendó ha funcionado un poco, pues al menos buscan alimentarse cada cuatro horas y no cada una y media como antes. 

Solo han pasado dos meses y medio y sus dientes les han salido y crecido descomunalmente. A veces, cuando los pego a mis senos me muerden, dejándome las marcas de sus pequeños, pero filosos colmillos. 

Se han vuelto demasiado activos últimamente. Evidentemente todavía no caminan, pero gatean de una manera y tan rápido que es como si lo hicieran. La única que ha hecho más travesuras es mi pequeña Noa, pues cada vez tiende a transformarse y se sale de la cuna para rebuscar en los gabinetes de la cocina. 

Azai por su parte es un poco más pasivo. Fue Ansel quien sugirió ese nombre, pues era el que su mamá le iba a poner cuando nació. Y hablando de Ansel, él también ha mantenido su distancia. Para lo único que medimos palabras también es para nuestro hijo. 

Debo enmarcar que ambos han estado bien al pendiente de nuestros hijos. Se han comportado como dos buenos y responsables padres. 

Contemplé el cielo, la luna y las estrellas. Vala se encontraba conmigo, pues cuando estoy fuera de la casa siempre me hace compañía. 

—Hoy la noche está muy fresca. Está perfecta para contemplarla con él. Es tan lamentable que no me atreva siquiera a mirarlo a la cara cuando le hablo. 

Amarré mi cabello en una coleta.

—Tú eres lo único que me hace sentir cerca de él, Vala; tú y mi hija— recosté mi cabeza en su cuerpo, acariciando sus escamas—. Cuánto daría porque él estuviera aquí conmigo— cerré los ojos, suspirando pausadamente—. Debes estar molesta conmigo por lo que le hice, aun así, siempre estás aquí. 

—Tienes razón— oí la voz suave de una mujer, con un acento bastante extraño y abrí los ojos lentamente, observando a mí alrededor, pero no había nadie más que nosotras. 

—¿Quién demonios ha dicho eso? 

—Me he cuestionado lo mismo— el rostro de Vala se acercó al mío y, aunque no había abierto la boca, estaba segura que la voz provenía de ella—. ¿Qué hago protegiendo a alguien que prefiere esperar a que los problemas se resuelvan solos sin mover un solo dedo. 

—¿Puedes hablar? —cuestioné impactada.

—No lo sé, tú dime.

Pasé saliva, volviendo a sentarme. 

—Has sido tú quien se ha equivocado. ¿Qué esperas? ¿Que venga él a disculparse contigo y te perdone por haberlo engañado con su sobrino? 

—Yo…

—Al principio te consideré una mujer fuerte, digna de mi atención y protección, pero me he dado cuenta que no eres lo que esperaba. Eres débil, cobarde y patética. Pretendes que todo lo hagan por ti y tú no haces nada. En vez de estar quejándote y lamentándote todo el tiempo, deberías ganarte su perdón—entrecerró sus ojos dorados, como si estuviera retándome—. ¿Qué esperas? Si no te mueves voy a quebrarte los huesos y axfisiarte hasta la muerte. No tienes idea del hambre que tengo. 

—Tienes razón—asentí—. Tienes toda la razón. 

—Una nube negra se acerca, deberías darte prisa.

No sé a qué se refería, pero no me quedé para preguntarle, decidí entrar de nuevo a la casa. Los nervios los tenía a flor de piel. No quiero acercarme a él y directamente pedirle perdón, no quiero traer ese suceso a nuestra conversación por ahora. 

Lo alcancé a ver tomándose una copa de sangre de espaldas en la cocina. Mi cuerpo se paralizó por completo y las palabras no me salieron de la boca. 

Lavó la copa y la secó suavemente, para luego abandonar la cocina y caminar hacia mi dirección. 

—¿Todo bien? ¿Pasó algo con la niña?  

—No, yo… 

Vala se deslizó por nuestro lado y pasé saliva. 

—Tu padre vendrá mañana a primera hora— me informó.

—Gracias por decirme. 

—Descansa— subió las escaleras detrás de Vala, quien se arrastraba suavemente por los escalones. 

No puedo rendirme así de fácil. Yo no quiero que lo nuestro se acabe para siempre. 

—Louis, ¿podemos hablar? 

Se detuvo en el último escalón y se volteó para mirarme. 

Dios, cada día que pasa se ve más bello.

—Sí, dime. 

—A solas… 

Me observó en silencio unos instantes y luego accedió, acompañándome al pequeño despacho que, más que un despacho común y corriente, parece una biblioteca por la variedad de libros que tiene. Ahora estábamos solos, justo como quería, pero mi cuerpo estaba rígido, parecía estar muerta. Me sentía nerviosa, cualquiera diría que es la primera vez que estamos solos.

¿Qué digo? ¿Qué hago? No quiero embarrarla de nuevo. 

—Dime, ¿qué sucede? Por tu semblante, supongo que es algo malo. 

—N-no— negué con la cabeza—. Yo solo quería… 

—¿Querías? —insistió impaciente. 

—Te necesito— dejé escapar tan rápido que mi mente todavía no procesaba que realmente lo había dicho. 

—¿Qué necesitas? — su expresión se mantuvo neutral. 

—A ti… — solté nerviosa. 

—Sí, eso lo entendí, pero ¿para qué me necesitas?

¿Lo está haciendo adrede? Creo que es bastante evidente lo que he dicho. 

—¿Por qué no hablas? ¿Te han comido la lengua los ratones?

Levanté la mirada, intentando mantenerla, aunque me costaba tanto hacerlo. Esos ojos claros analizaban cada gesto y cada palabra que pudiera articular. 

—Preferiría que fueses tú quien lo hiciera—confesé. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora