No hay comparación

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Todo mi rostro se ruborizó y no pude mantener contacto visual con él.

—Entonces, no las uses más a ellas— respondí con un hilo de voz—. Se siente muy incómodo siquiera imaginarlo.

Estoy siendo egoísta, exigente, infantil e injusta, ¿cierto? No sé por qué no pude guardar esas palabras para mí misma. No sé qué me sucede.

—Entonces puedes darlo por hecho, no lo haré más—despeinó mi cabello con una tierna sonrisa.

—Siento mucho ser así.

—¿Así cómo?

—Insegura, infantil, injusta y hasta egoísta.

—Si lo dices por esa petición que me has hecho, entonces me gustaría que lo sigas siendo.

Su dos manos se enredaron en mi cabello y levanté la cabeza para analizar la expresión que tenía en ese momento.

—¿No se nota?

—¿Q-qué cosa? — pasé saliva.

—Que me gustas mucho— su dedo pulgar acarició mi mejilla mientras sus ojos claros me observaban con atención y profundidad.

En esta ocasión, a pesar de esa atmósfera tan íntima entre los dos, no podía apartar la mirada de la suya. Estudié cada detalle y gesto que hizo, la manera en que sus ojos descendieron a mis labios, causándome una intensa oleada en mi vientre.

Se aproximó hacia mi rostro tan lentamente que tuve oportunidad de sobra para detener su siguiente movida, pero para ser honesta, eso era lo menos que quería. 

Fue un ligero roce el de sus labios en los míos, pero en el pude percibir la emoción y me dejó a la expectativa. Tanto así que, sin darme cuenta, acerqué aún más mi cuerpo al suyo, en busca de profundizar ese roce tan dulce.

Fue un profundo, intenso y apasionado beso, capaz de debilitar mis piernas y crear un sismo en mis adentros.

Cerré los ojos, dejándome llevar por ese sentimiento, más esa sensación tan embriagante que dominaba mi ser. Tan suave, delicado, estremecedor y tierno.

Mi corazón se entregó a ese sentimiento. Latía frenéticamente y al compás de esos escalofríos.

Se separó, descansando su frente sobre la mía, y mordí mis labios instintivamente. Nuestra respiración estaba agitada. Su profunda mirada me traía emboba.

—Discúlpame por haberme tomado este atrevimiento—me abrazó, presionándome contra su pecho y con su mano detrás de mi nuca.

—¿Atrevimiento?

—Siento que, de alguna manera y sin querer, me estoy aprovechando de la situación. No quiero echar las cosas a perder o que lo que hay entre los dos se arruine. Sé bien que estás enamorada de mi sobrino.

—¿Qué tonterías dices? — me separé para mirarlo—. Jamás pensaría eso de ti. Además, creo que has confundido las cosas. Entre tu sobrino y yo no hay ni hubo nada. Al menos no algo significativo para él.

—¿Y para ti?

—Admito que me dejé llevar y terminé entregándole lo más preciado que tenía, pero fue decepcionante saber que a la persona que se lo hizo esa noche, no fue a mí, fue al recuerdo de su primer amor. Para serte rotundamente honesta, me arrepiento de no haber tenido la fuerza de voluntad para frenar las cosas. Me dejé utilizar como una tonta por ese cobarde y poco hombre. Pero él no es el verdadero culpable aquí, esa soy yo, por ser tan confiada y tonta. Siento que confundí las cosas debido a todo lo que creí que había hecho por mí, pero fue por alguien más y fue nada más y nada menos que por él mismo. Lo que sentí, si algo, por él, en aquel entonces, no se puede comparar jamás y nunca a lo que siento cada vez que estoy contigo. La felicidad que he experimentado y conocido por primera vez a tu lado estos meses, no la cambiaría por nada ni por nadie.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora