ESPECIAL (TREINTA Y OCHO)

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Intervine rápidamente, cambiando el enfoque de la conversación. Aunque había emociones fuertes asociadas con la muerte de mi abuela, no era apropiado mencionar ese tema en ese momento o las cosas podrían complicarse más de la cuenta. Retomé la pregunta inicial para obtener respuestas más claras.

—Abuelo, entiendo que haya sorpresa y confusión en este momento, pero me gustaría saber por qué no estás feliz de ver a tu nieto después de tanto tiempo.

Mi abuelo me miró con seriedad, reflejando su desaprobación hacia mi intervención.

—¿Quién te ha dado permiso para entrometerte en nuestra conversación? Deberían enseñarle más modales a esta niña.

—Lamento mucho haberme entrometido, abuelo. No era mi intención faltar al respeto ni causar más conflicto. Solo quería entender y ayudar.

—No tienes que ser tan duro con ella. Noa no ha dicho nada malo. Con respecto a tu pregunta, no sé nada de mamá, pensé que tú lo sabrías mejor que yo. Después de todo, entre ustedes se comunicaban mucho más de lo que lo hacía conmigo. 

Mi abuelo suspiró pesadamente.

—Vayamos a otro lugar.

Decidí dejar que la conversación entre mi abuelo y Azazel se desarrollara a solas, reconociendo que había ciertos asuntos pendientes y secretos familiares que necesitaban ser abordados. Observé cómo se alejaban, dejándonos a todos en ascuas, y decidí tomar un momento para mí.

Fui hacia mi habitación y me preparé para darme una ducha. El agua tibia caía sobre mi cuerpo, relajando mi mente y permitiéndome reflexionar sobre todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo, emocionada de saber que podré ver a Azazel más a menudo y compartir con él. Sin embargo, en medio de mi relajación, noté una sombra moviéndose al otro lado de la cortina de la ducha.

Mi corazón dio un vuelco y una sensación de intranquilidad se apoderó de mí. ¿Quién podría estar ahí? Mis pensamientos se aceleraron mientras luchaba por mantener la calma y evaluar la situación.

Mi mente se llenó de escenarios posibles, desde un intruso hasta alguna coincidencia inofensiva.

Tomé una profunda respiración y, con mano temblorosa, separé la cortina para revelar quién o qué se encontraba al otro lado. El susto se disipó, transformándose en asombro al ver a Bael sin camisa.

La suave luz que se filtraba en el baño realzaba los contornos y detalles de su torso, creando un juego de luces y sombras que añadía un aire de seducción.

Los músculos se desplegaban de manera armoniosa, formando líneas marcadas y curvas suaves que invitaban a ser acariciadas.

La piel que cubría sus pectorales se aprecia suave al tacto, invitándome a imaginar cómo sería recorrer con mis manos cada centímetro de su pecho. Una leve sombra de vello masculino se dibujaba sobre ellos, añadiendo un toque de virilidad y sensualidad. Los contornos musculares se desvanecían sutilmente en suaves curvas y valles, creando una superficie visualmente atractiva y agradable a la vista.

—¿Q-qué haces aquí? ¿D-desde cuándo eres un fisgón?

Permaneció en silencio, analizándome de arriba abajo con picardía y sin disimulo.

—Si mi mamá te encuentra aquí, vas a tener serios problemas—le sonreí.

—Entonces, todo eso se oculta debajo de tu ropa.

Era la primera vez que un hombre contemplaba mi cuerpo desnudo.

—¿Qué ha pasado contigo de repente? Desde que regresé, has estado actuando extraño. Haciendo y diciendo cosas que el Bael que conocí no haría. Ah, ya sé que es lo que te pasa… estás celoso—sonreí—. No sé si son ideas mías, pero siento que besas mejor cuando estás celoso y molesto.

—¿Celoso? ¿Realmente crees que podría considerar una competencia a ese tipo?

—Sí. Lo demostraste delante de mí e incluso de mi madre y de él. Expusiste lo que pasó entre nosotros, claramente para que él perdiera su interés en mí, pero ocurrió todo lo contrario. ¿Cómo te quedó el ojo?

Corrió el resto de la cortina, entrando a la ducha conmigo y cerrándola detrás de él.

—¿Con qué derecho o permiso te metes aquí?

—Con el mismo derecho que me otorga el veneno que estás soltando por esa boca tan imprudente. Te conozco a la perfección, Noa—su mano se posó en mi mentón, mientras acariciaba con su pulgar mi labio inferior—. Quiero creer que esa boca sabe hacer cosas mejores. Ojalá no me decepcione.

—¿Y qué hay de la tuya? ¿Hay algo que sepa hacer bien, aparte de besar y exponer nuestra intimidad?

Mi espalda chocó con la pared, quedando acribillada entre ella y él. Cualquier movimiento de mi parte hacía que flotara mis pechos en la piel suave de sus pectorales debido a su estrecha cercanía. Un ligero rubor se esparció por todo mi rostro.

—Esto se ha vuelto peligroso de repente.

—¿Por qué reaccionas como si fuera la primera vez que estamos en una situación similar? Nunca has sido tímida.

—No estoy siendo tímida.

—Entonces, ¿tienes miedo?

—No.

—Ese «no» no me convence.

—Aunque no lo parezca, nunca había llegado tan lejos con alguien.

—¿Tan lejos? ¿Te parece que hemos llegado tan lejos solo con esto?

—Pues sí, no hay ropa de por medio. 

—Puedo quitarme la última prenda si quieres, así estaremos a mano.

No sé qué estaba ocurriendo mucho más abajo de mi vientre, no tenía visibilidad por la cercanía, pero tuve la sensación de que algo enorme, algo que claramente no era su mano por el calor que emitía y su firmeza, se deslizó en medio de mi entrepierna, tan cercano a mi intimidad que, por instinto me hizo juntar un poco las piernas, tensándome en el acto, al percibir su suavidad en ese contacto directo con mis labios y el calor fundirse con mi piel en esa zona.

—¿Ahora lo entiendes? Por esto, y muchas razones más, soy incapaz de ver o considerar a ese idiota como una competencia.

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora