Despertar

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Cuando dijo que estaba en desventaja y que se aprovecharía al máximo de ello, no se equivocó. Me proporcionó incontables patadas ahí en el suelo con tanta fuerza que tenía la sensación de que mis órganos saldrían expulsados. 

Intenté arrastrarme como pude, pero la suela de su zapato aplastó mis dedos agresivamente ocasionándome más dolor del que ya sentía.

—Ni lo intentes. Esas manos serán las primeras que cortaré, dedo por dedo.

Abrí los ojos, ignorando lo más que pude el ardor en ellos, para saber cuáles eran sus intenciones, pues tiró de mi pierna hacia el borde de las escaleras y me empujó con la suya, haciendo que rodara por ellas. Recibí varios golpes en la cabeza, codos, espalda, brazos, en todas partes. Podía percibir el sabor metálico de la sangre en mi paladar. 

Traté de ponerme de pie, aprovechando que él estaba bajando las escaleras, pero justo cuando lo hice, mi cuerpo se paralizó por completo. Algo no permitía que pudiera moverme.

Azazel arrojó un cuchillo a mis pies, el mismo que involuntariamente me doblé para recogerlo y no podía explicarme a mí misma la razón.

—Dame el placer de verte haciéndolo tú misma. 

Mi mano se movió sola, seguía el filo del cuchillo con la mirada, captando cada fracción de segundo en que se aproximaba a mi otra mano. Tenía mucho miedo de lo que estaba ocurriendo y por no tener el control de la situación. Mis uñas estaban renegridas, largas y puntiagudas.  

«Sangre», era lo que decía una mujer en mi cabeza, cuya voz no reconocí. 

El filo del cuchillo hizo un pequeño corte en mi dedo meñique a vuelta y redonda. Pese al ardor y dolor que estaba experimentando, no podía descargarlo en gritos o lágrimas. Es como si hubiera sido condenada al silencio. 

Una, dos, tres gotas cayeron al suelo, expandiéndose y duplicándose debajo de mis pies descalzos como si fuera un charco, creando la forma de un gigante círculo, el cual se fue oscureciendo a medida que los segundos transcurrían. 

Azazel se alejó del círculo que amenazaba con devorar lo que pusiera un pie sobre el. A mí alrededor se había regado un humo negro que provenía del mismo círculo. La casa parecía temblar, se crearon grietas en las paredes y en el suelo donde piso. Mi cabello castaño se tornó negro, a excepción de un mechón blanco que apareció en mi lado derecho. Mi cuerpo estaba presentando unos cambios que solo me provocaban un intenso dolor. Algo puntiagudo sobresalía de mi frente, algo que no me atreví a tocar más, por el mismo dolor que me producía. En mis brazos volvieron a aparecer esas manchas negras. 

—¿C-cuernos? — titubeó, mientras seguía retrocediendo sin perderme de vista. 

El siseo que oí cerca de mi oído me estremeció completamente. Especialmente cuando vi de reojo la cabeza de una gigante serpiente de ojos dorados. Doblegaba el tamaño y grosor de la que vi con Louis hoy. Era idéntica, pero no estaba del todo segura si era la misma. 

—Así que estás acompañada, ¿eh? — Azazel sonrió, pero más que una sonrisa de burla, fue más una de nerviosismo—. Mi tío ha tomado sus precauciones, pero no importa lo que haga, no me iré de aquí sin llevarme tu cabeza como trofeo. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora