Emergencia

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Mi corazón latió frenéticamente, haciendo que me sintiera el doble de incómoda y avergonzada. 

—Por favor, no sigas con esto, Ansel. Estoy saliendo con tu tío y esto que haces puede ocasionar malos entendidos. 

—Aquí solo somos tú y yo. 

—¡Esa mocosa me va a oír!

Oímos la voz de mi madre al otro lado de la puerta y nos separamos. Ella abrió la abrió de un tirón y mi padre vino detrás de ella. 

—¿Así que estás embarazada? ¿Dónde está ese infeliz que te embarazó? — su mano me jamaqueó por el brazo—. Los dos me van a oír. 

—Quita tus asquerosas manos de ella— Ansel le agarró la muñeca, empujándola al centro de la habitación. 

Me apoyé en la baranda de la camilla, sintiendo que esas punzadas se intensificaron en mi vientre. 

—¿Estás bien? —Ansel se acercó.

—Me duele mucho—presioné mi vientre y su mano se posó sobre la mía. 

—En serio que eres insensible. La peor madre que haya conocido alguna vez. No entiendo cómo vienes aquí alegando que te importa tu hija cuando no haces otra cosa que no sea lastimarla. Como le pase algo a ella por tu culpa, te cortaré en miles de pedazos. 

—Ella está bien, solo se está fingiendo para que le tengan lástima. Es lo que toda su vida ha sabido hacer bien; fingir y mentir.

—Intento defenderte, pensando que tal vez te equivocaste y estás arrepentida por todo el daño que le ocasionaste a nuestra hija, pero definitivamente tú no eres esa mujer que eras. 

—Eres el menos indicado para decirlo, cuando nos abandonaste hace tantos años atrás. 

—No puedo cambiar lo que hice, pero sí me esfuerzo día tras día en enmendar mis errores y recuperar el tiempo perdido con mi hija. 

Percibí una especie de líquido caliente descendiendo por mi entrepierna. Supe que era sangre mezclado con un líquido transparente porque el mismo Ansel subió mi bata, al parecer lo supo por el olor. El dolor de repente se hizo más fuerte, haciendo que fuera incapaz de mantenerme de pie. 

Ansel me levantó con sumo cuidado y me depositó en la camilla. No sé quién fue la persona que alertó al médico y a Louis, pues estaba bajo mucho dolor. Tenía la sensación de que en mi vientre algo se agitaba con fuerza. Sentía como si todo ahí dentro, incluyendo mis órganos, estuvieran moviéndose de sitio. 

Lo único que oía eran sus voces preocupadas y vagamente al médico, diciendo que debía intervenir de inmediato, pero no sé si era por la pérdida de sangre, solo sé que mi vista se estaba nublando, por más que luchaba para mantenerme consciente. 

Estando en ese trance, sentí el movimiento brusco de la camilla y vi las luces del pasillo pasando en cámara rápida, el rostro del doctor con dos enfermeras y a ambos extremos, Ansel y Louis. 

Me llevaron a un cuarto totalmente distinto al que me encontraba. Levantaron mi bata, dejando mi abdomen al descubierto y me hicieron un sonograma de emergencia. No podía saber lo que estaba ocurriendo, pero el dolor cada vez era más insoportable. Lágrimas brotaban de mis ojos sin cesar, me sujetaba con fuerza de las manos que tenía al alcance, que eran las de ellos dos. 

—¡¿Qué está pasando, doctor?! — cuestionó Louis exasperado. 

—Lo que tanto temía. Tiene un sangrado profuso y el líquido amniótico lo ha expulsado. Será un parto seco. Debemos realizar una cesárea. No puedo garantizar que todo salga bien. Los fetos están vivos, pero todo depende de cuán desarrollado estén sus pulmones. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora