Disciplina

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—Soy tu madre y a mí no me faltas el respeto. Tal parece que no te he enseñado a respetar lo suficiente.

—¿Qué? ¿Qué harás? ¿Vas a pegarme y luego de que me dejes las marcas decir que fui yo misma quien las provoqué para evadir sospechas de tu maltrato? Anda, pégame, si al final, eso es lo único que sabes hacer bien, descargar toda tu ira y frustraciones sobre mí, porque mi padre te abandonó por ser una perra y porque dices que soy su imagen y semejanza.

Esta vez no fue una simple cachetada, bajo la rabia descargó todo lo acumulado en ese fuerte puño que me proporcionó en el tabique de la nariz. No satisfecha con eso, y sin darme siquiera oportunidad de defenderme, me dio un empujón tan fuerte que me tambaleé y caí, recibiendo el impacto del borde de la mesa de noche en la cabeza. Veía todo borroso y me dolía demasiado. Aun así, ni eso ni nada la detendría. Ella había pérdido el control de sí misma, como tantas veces, y sabía que ahora estando en el suelo tenía ventaja sobre mí.

Recibí sus patadas a diestra y siniestra. Soporté la forma en que me agarraba el cabello con tanta rudeza, como si quisiera arrancármelo de raíz, y restregaba mi rostro en el suelo una y otra vez.

Ahora mismo solo soy su enemiga, quizás así es como siempre me ha visto, por eso me golpeaba sin contemplaciones y con odio.

M-mi madre me odia...

—Espero que eso te sirva para respetar a tu madre, porque esto fue lo que te tocó, malagradecida. Si hubiese sido por tu padre, tú ni siquiera hubieras nacido.

—M-me hubieran hecho un favor.

—¿Todavía no ha sido suficiente?

—Si solo he sido un estorbo en tu vida, una maldición, como tantas veces me has dicho, ¿por qué no acabas conmigo de una vez? Así como me diste la vida, también puedes quítarmela.

—Te hace falta disciplina y te la voy a dar. Hace un tiempo atrás te comenté lo de ingresarte a una escuela militar si continuabas comportándote de esta manera. Definitivamente debí haberlo hecho antes.

—Claro, ahora usarás la excusa de que es por mi comportamiento, cuando las dos sabemos que es porque te estorbo, porque quieres liberarte de mí para traer a esos hombres a la casa.

—Te he dicho que te calles.

—Lo he hecho toda mi vida, pero ya estoy harta de callar.

—Pues te tocará hacerlo. De este cuarto no saldrás hasta que a mí se me dé la gana y como te atrevas a escabullirte por la ventana, prepárate para pasar lo que te reste de vida en el sótano— salió de la habitación, cerrando la puerta con llave.

Me levanté con dificultad, dirigiéndome al baño y observándome frente al espejo. Había una lágrima de sangre descendiendo de mi nariz. Incluso dentro de mi ojo había sangre. Mi labio estaba partido. Los moretones y zonas rojas estaban en varias partes de mi cuerpo.

Este dolor no se compara jamás y nunca al que siento en mi pecho en este momento. Siento que esas palabras que me dijo estrujaron mi corazón. Por más que trato de no sentir nada, de aceptar la realidad, me duele tanto ser tan débil y seguir sintiendo algo por alguien que no me quiere y nunca lo ha hecho.

Me mantuve sentada en la bañera por largas horas, debajo del chorro de agua y llorando desconsoladamente. Ese nudo en mi garganta no parecía tener intenciones de desaparecer, tampoco el dolor.

Salí de la bañera desnuda, no traje conmigo la toalla, por lo que fui a buscarla al armario, pero antes de hacerlo, me di cuenta de que la habitación estaba a oscuras y la ventana estaba abierta. La cortina se movía a la par del viento. ¿Realmente estuve tanto tiempo en el baño como para que ya sea de noche otra vez?

Fui a cerrarla, pues el frío era insoportable y más estando desnuda. Fue ahí cuando una fragancia agradable, dulce y fresca se hizo presente de repente en mis fosas nasales. Aunque no era tan fuerte, debido a todo lo que he llorado y lo tapada que tenía la nariz, fue lo suficiente como para reconocer ese olor de inmediato.

Lo busqué desesperada con la mirada y ahí lo vi; a esa misteriosa silueta y sombra masculina, al otro extremo del armario, como si hubiera tenido intenciones de sorprenderme.

—Tú…

Quizás ese golpe en la cabeza me está haciendo alucinar. O tal vez en algún momento me quedé dormida y estoy soñando. Sí, eso debe de ser. Pero ¿por qué haberle visto en medio de esta situación tan desastrosa y deprimente, hace que no me sienta tan sola?

Incluso si no habla, sé perfectamente que me observa con atención. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora