Electricidad

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—¿No puedes decirme quién eres? — insistí. 

Esa silueta salió de ese rincón en que se encontraba, pero aun estando en medio de la habitación, no podía ver su rostro. Era como una sombra que podría desvanecerse en cualquier momento. Lo que en otras circunstancias me hubiera causado miedo, pavor, no sé por qué en esta ocasión se me hacía tan familiar esto. 

—¿Qué está pasando ahí fuera? Se escuchan gritos. 

La sábana se movió sola, como si alguien invisible hubiera tirado de ella, pero él se encontraba quieto. 

—¿Por qué haces eso? 

Se acercó, hasta que sentí el movimiento de la cama cuando entró en ella. Definitivamente era la silueta de un hombre, estaba más que claro. ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué hace en mi habitación a estas horas? ¿Por qué no habla? Eran muchas preguntas, pero ninguna respuesta. 

Aun viendo su cercanía, no sé por qué no pude apartarlo de mí, ni siquiera cuando tocó mi pierna. Era la misma sensación del sueño. Esa frialdad de sus manos que se mezcla con el calor de mi piel y me produce escalofríos. 

—Fuiste tú, ¿cierto? Fuiste tú el causante de ese sueño extraño. 

Los manguillos de mi pijama se bajaron despacio y solos, porque él no lo había hecho, al menos no con sus manos directamente.  

—¿Qué quieres de mí? 

Mi pregunta por fin tuvo una respuesta, aunque no de su boca. Casi logra bajar mi pijama más de la cuenta. 

—Oye, ¿qué haces? ¿Cómo te atreves? — me tapé los pechos con ambas manos. 

Sentí que mi pantalón corto alguien me lo estaba tratando de quitar por ambos extremos. Fue una sensación bien rara, sobre todo por no ver qué o quién era quién lo hacía. 

—¡¿Qué intentas hacerme, depravado?!

Una fuerza invisible me empujó, haciendo que tendiera mi cuerpo por completo en la cama. Aunque por dentro no podía explicarme la razón por la cual subí mis brazos por arriba de mi cabeza. Sentía mucha vergüenza de que pudiera ver mis pechos, pero no podía taparme el rostro por más que quería. 

—Espera, por favor — le pedí con mi voz entrecortada. 

Mi pantalón se estaba deslizando por mis piernas hasta que desapareció en alguna parte de la habitación. Todavía se oían gritos afuera, pero toda mi atención estaba sobre él y lo que hacía. Sé que estaba observando mi cuerpo, podía sentir su mirada, aunque no la viera. No podía articular palabra alguna, mi agitación no lo permitía. 

Unas cosquillas invadieron mi vientre cuando su mano fría se deslizó por mi pierna. Era algo filoso, parecían las uñas con lo que me acariciaba. Un incontrolable calor se situó en mi intimidad a medida que se acercaba a esa área. 

—¿Por qué? — cuestioné casi en un susurro—. ¿Por qué me haces esto?

La sensación de húmedad no tardó en hacerse presente cuando su cuerpo se acomodó entre mis piernas. Daba la impresión de que era un hombre común y corriente, a pesar de que aparentaba ser solo una simple sombra. Puedo sentir su peso sobre mí, su mirada recorrer mi cuerpo debajo del suyo.

Era estremecedor. Por supuesto que la situación en sí era algo escalofriante, pero mis pensamientos estaban desorganizados y mi cuerpo estaba reaccionando de manera contradictoria. Es la primera vez que experimento algo así. Ya no sé lo que es un sueño y lo que no es. 

Se sentía extremadamente bien sus manos recorriendo mi piel, tocando mis pechos con suavidad. Tan bien que mis piernas se cruzaron instintivamente en lo que debía ser su cintura. Me desconocía a mí misma. No sé ni qué estaba haciendo o el porqué lo hacía. 

Su aliento frío chocó en mi clavícula. Entre suaves besos ascendió hacia mi hombro, desviándose hacia mi oreja y paseándose particularmente en el lóbulo de ella, causándome espasmos involuntarios. Oí la manera en que lamió sus labios y soltó un suave pero tierno gruñido cerca de mi oído.

De repente, en solo un instante todo cambió. Sentí una especie de pinchazo en mi cuello. Estoy segura de que algo atravesó y desgarró mi piel, pues el olor metálico a la sangre era fuerte, pero el dolor se mezcló con una electricidad y calor que fluyó por mis venas, desatando corrientes eléctricas más abajo de mi vientre y un río fuera de su cauce en mi ropa interior. Sentía que mi alma estaba siendo absorbida en esa mordida. Todo a mí alrededor daba vueltas, pero estaba en un punto donde me sentía en la cima. De mi garganta se aflojaron varios gemidos, del dolor y el placer que al mismo tiempo la situación me provocaba.

Una debilidad se hizo presente. Mis párpados se sintieron pesados y todo a mí alrededor se fue oscureciendo más de la cuenta, hasta que fui condenada a una inmensa oscuridad. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora