¿Quién soy?

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—Yo…

—Admítelo. No podemos seguir así, engañándonos a nosotros mismos. Esto no es vida. No llegaremos a ninguna parte así. Prefiero que me lo digas en la cara directamente. Te lo anticipo, no pienso juzgarte porque siempre lo he sabido, pero date cuenta, al final, quienes estamos sufriendo somos los tres y ahora cuatro con Jana. Nos estamos haciendo daño.

No lo sé… no sé qué es lo que siento. Han pasado tantas cosas entre nosotros, una detrás de la otra, en muy poco tiempo. Tal parece que hubiese sido ayer cuando llegué a la mansión en esa excursión. Desde que puse un pie allí, mi vida dio un giro de 180° grados.

A pesar de todo el sufrimiento, si debo elegir entre qué etapa de mi vida he disfrutado, en la que he sido genuinamente feliz y he amado más, ha sido esta. Esta etapa de madre y en que hemos disfrutado los tres de ver a nuestros hijos crecer, porque cuando estamos con ellos, nada más importa y somos tan felices.

Nunca me he detenido a pensar en qué puedo estar sintiendo realmente. Amo a Louis, amo el hombre y padre excepcional que es, como me trata, amo todo de él, pero al mismo tiempo, un sentimiento inexplicable me invade cada vez que veo a Ansel. Me he sorprendido a mí misma sonriendo cuando lo veo compartir con nuestros hijos, cuando los sobreprotege, los atiende, juega con ellos y les canta, porque todo en él cambia cuando está al lado de ellos. Cada faceta que he conocido, me gusta y la amo más que la anterior.

Sus palabras tienen la habilidad de hacerme mal, pero también de emocionarme. Mi corazón saltó desbocado cuando me confesó todo eso y ni siquiera pude disimular u ocultarlo. No me gusta ver a ninguno de los dos tristes. Cuando los veo así, solo puedo pensar en ellos y en buscar una forma para verlos sonreír de nuevo. Hemos convivido los tres, con situaciones de por medio y sin ellas, pero a mí me llena enormemente pasar tiempo con ellos y mis hijos. Se me derrite el alma cada vez que sucede. Me es imposible no admirarlos y contemplarlos a ambos.

Son tantas cosas las que hemos vivido juntos, muchas malas y otras buenas, pero aquí estamos todavía, como si el destino no quisiera que nos separemos. Cada vez que miro los ojos de mis hijos, puedo verlos a ambos reflejados en ellos.

—Desde que conocí la felicidad estando con ustedes, no puedo ver una vida sin tenerlos a los dos cerca. 

Louis suspiró, bajando la cabeza. Sé que mi confesión le incomodó bastante y me lamenté por haberlo dicho sin pensar en el daño que puedo ocasionar en él.

—Perdóname.

—No te disculpes, he sido yo quien te pidió una respuesta sincera. Duele como un demonio, pero al mismo tiempo, te estoy agradecido de que me hayas sido honesta. Aunque duela, no es justo que nos separemos, en eso incluyo a mi sobrino. Hay dos pequeños que están creciendo y necesitan de nosotros, de sus padres y su hermosa mamá. Ellos nos necesitan juntos y yo te necesito conmigo, del mismo modo que él. Somos una familia y la familia debe permanecer unida— sé que le costó decirlo, pude notar que tenía un nudo en su garganta, aun así, me abrazó muy fuerte contra su pecho—. Te amo mucho, mi reina.

Me siento la mujer más mala del mundo. ¿Por qué siempre termino hiriendo a las personas que amo? ¿Por qué cada prueba que se cruza en el camino debe ser más difícil que la anterior? Mi cabeza está hecha un completo lío. Siento que voy a enloquecer con tanto.

En estos momentos no encuentro qué hacer. Traje a Jana, tal y como quería, pero ahora Ansel no quiere estar con ella, tampoco la quiere aquí. Tengo que hablar con ella, es solo que no sé a qué solución llegaremos. Ella lo sigue amando, pero él ya no lo hace porque no la recuerda.

Mi gran duda y preocupación es, si logra recordarla de alguna manera, ¿qué pasará? ¿Será que se retracte en lo que me confesó? ¿Cambiará algo entre nosotros? ¿Hay un nosotros?

•••

Tan pronto salió el sol, tenía planificado sentarme a hablar con Jana, pero me arrepentí de haber bajado en ese momento, pues los vi juntos, estaban hablando en la sala y, aunque no alcancé a escuchar lo que estaban diciéndose, fue bastante incómodo. Los quería ver juntos, hice todo esto con ese propósito, pero no es lo mismo querer a verlo.

—Buenos días— dijo tan pronto me vio, levantándose del sofá.

Se veía sonriente, como si hubiera logrado algún avance con él. Ansel no se veía igual de furioso con ella. De hecho, pareciera que hubiesen arreglado sus diferencias, pues su expresión era neutral. Demasiado neutral viniendo de él.

—Habla con ella, yo hablaré con mi sobrino— me dijo Louis al oído, al bajar las escaleras. 

¿Acaso me está ayudando?

—Jana, necesitamos hablar.

—Claro.

Ansel y Louis se quedaron con los niños mientras la sacaba aparte a ella. No sé por dónde comenzar.

—¿Estás bien? Te ves disgustada. Si es por lo de ayer, yo…

—No— la interrumpí—. Jana, te estoy muy agradecida por todo lo que hiciste por mí. Honestamente me encuentro en una encrucijada ahora, porque fui yo misma quién no pensó bien en las consecuencias que esto traería consigo. Pensé que había hecho lo correcto, pero me he dado cuenta que lo único que hice fue empeorar las cosas para ustedes dos. Pero bueno, dejando eso a un lado, creo que debes entender que para una madre, un hijo lo es todo y a veces uno debe hacer ciertos sacrificios por el bien de ellos. Y por supuesto, por la comodidad y armonía del hogar… —fue como mejor pude disfrazarlo—. He discutido esta situación con ambos padres de mis hijos y hemos llegado a la conclusión de que lo mejor será encontrarte un mejor lugar donde vivir.

Su expresión se mantuvo serena.

—Espacio y tiempo les vendría bien a los dos.

—Dime una cosa, Stacy, y por favor, sé honesta conmigo, ¿sí? ¿Por qué tu actitud hacia mí ha cambiado tan drásticamente? Pareciera que en vez de estar a favor de mí y de ayudarme, estás en mi contra— entrecerró los ojos, observándome fijamente—. ¿Acaso me ves como una rival para ti?

—¿Rival? No lo entiendo. ¿Por qué te vería como una rival?

—Te gusta Ansel — su afirmación directa me puso tensa—. Tal vez por eso me ves como un obstáculo ahora.

—¿Qué locuras dices? Por supuesto que no. Si eso fuera cierto, entonces, ¿qué caso hubiera tenido traerte de vuelta? 

—Lo mismo me pregunto, pero no sé si pueda creerte. Tal vez actuaste bajo impulso, luego de lo que hablamos y te sentiste culpable al no poder hacer nada por nosotros, pero ahora te lamentas, porque te acabas de dar cuenta que hay probabilidades de que sí retomemos el tiempo perdido. Así somos las mujeres, indecisas cuando los tenemos para nosotras, pero cuando los vemos en los brazos de otra, los celos nos vuelven egoístas y despiadadas.

—Tonterías…

—Todo lo que quieres es quedarte con ambos, ¿cierto? No te es suficiente con llevarte a la cama al tío, ahora también quieres quedarte con Ansel. Dime si eso no es ser egoísta, niña. Si Ansel está detrás de ti, es porque no me recuerda, porque si lo hiciera, te aseguro que tú no ibas a existir para él y estaría fuera de tus posibilidades.

No lo creo… me cuesta asimilarlo. Esas no son palabras que diría ella. Su rostro angelical no coincide con esas palabras tan maliciosas y llenas de cinismo.

—Tú no eres Jana — retrocedí dos pasos, observándola fijamente—. Yo conocí a Jana y ella era amable, dulce y buena. Sus palabras eran cálidas y poseía una sonrisa resplandeciente y angelical. Tú… tú no te pareces en nada a ella, a pesar de tener su mismo rostro…

Permaneció en silencio, mirándome fijamente.

—Tú eres…

—Dilo. ¿Quién soy? —me retó.

Con eso solo confirmó mis sospechas y lo que más temía.

—Úrsula…

En sus labios se dibujó una sonrisa.

—Cuánto tiempo sin vernos, ¿eh, niñita?

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora