ESPECIAL (CAPÍTULO DIECIOCHO)

187 23 3
                                    

Azai

Las fuertes detonaciones llamaron la atención de todos los que estábamos alrededor, incluso mis padres, mi abuelo y el líder salieron para investigar qué estaba sucediendo. Mi hermana fue mi primer pensamiento, por eso salí corriendo detrás de Vala, en dirección a donde la vimos marcharse. Pensé lo peor cuando no la vi con esos dos.

Todos se pusieron en modo alerta, se armaron hasta los dientes al ver a sus dos compañeros armados. No sé qué demonios había sucedido, pero, sin duda alguna, algo los atacó, pues había rastros de sangre y raspones en sus mejillas.

—Hay una entidad demoníaca cerca. No pudimos vencerla. Creemos que se la llevó— dijeron los dos al unísono consternados.

Cuando mencionó eso de la entidad demoníaca, pensé automáticamente en las palabras de mi hermana. Ella me lo había mencionado un sinnúmero de veces, pero no pensé que fuera realmente cierto, pues nunca he sentido tal presencia.

Miré a mis padres y ellos se miraron entre sí, tuve la sensación de que ellos sabían algo al respecto. Fue ahí que confirmé que, tal vez mi hermana no estaba alucinando como creí.

—¿A quién se llevaron? —les pregunté, viéndolos fijamente, intentando amedrentarlos con la mirada y que no se atrevieran a mencionar a mi hermana.

Si lo hacían, iban a haber serios problemas.

—Llévanos ahí—les dijo el líder a ellos.  

—¿Dónde está tu hermana? —me preguntó mi papá.

—Está en su habitación—mentí.

—Ve con ella. Nosotros lidiaremos con esto.

Los vi alejarse y me quedé a solas con Vala.

—Tú sabes de lo que están hablando, ¿cierto? ¿Tú sabías sobre eso? Dime la verdad, no quiero mentiras.

—¿Sobre qué específicamente?

—Sobre esa entidad de la que hablan.

—Hay oídos en todas partes. No es seguro hablar aquí. Vayamos a otro lugar. 

[...]


Caminamos hacia el instituto y nos mantuvimos en el exterior por temor a ser escuchados por alguien.

—Entonces, ¿tú sí sabías? ¿Por qué no me dijiste nada?

—Tu mamá no quería preocuparlos. Ahora con la presencia de tu abuelo en la casa, todo es más complicado. Si tu abuelo se entera que ella ha hecho un contrato con un demonio, tu madre podría correr peligro.

—¿Cómo que un contrato?

—Para que puedas comprenderlo, hay detalles importantes que debes conocer antes. Las brujas poseen una conexión innata con el mundo espiritual y el uso de la magia. Los demonios son seres que habitan en este mismo plano, y hay un equilibrio que se puede lograr cuando sus energías se fusionan adecuadamente. Tu madre es una fuente que irradia luz y todas esas energías negativas y oscuras se sienten atraídas como un imán a ella. Es ahí donde entra Bael; su nuevo familiar. Ambos mantienen una relación a conveniencia y beneficio mutuo.

—¿En qué podría beneficiarla el tener algo así con ella?

—Tu madre ha estado sufriendo las consecuencias de algo que le fue heredado de tu abuelo materno. A él le fue lanzada una maldición. Al parecer, esta se originó por una rivalidad que tuvo tu abuelo hace tantos años atrás. Esta recayó en tu madre. Tus padres, incluso yo misma pienso que es posible que ese demonio se haya materializado y fortalecido a través de esa maldición.

—Entonces, ¿es peligroso? ¿Hay alguna manera de desterrar a ese demonio y liberar a mi madre?

—Tu madre está aferrada a la idea de traer de vuelta a la vida a tu abuelo por medio de Bael.

—¿Qué?

—Tus padres no lo saben, pero los oí hablar al respecto.

—¿Y es eso posible?

—La energía espiritual y la fe de tu madre son muy fuertes. Estas podrían romper cualquier barrera. Ya lo hizo una vez.

—¿Cómo que lo hizo una vez?

—Eso es todo lo que te puedo decir.

—¿Por qué ese demonio se llevó a mi hermana? ¿Qué quiere con ella?

—Tu hermana posee el mismo don de tu madre. Es altamente sensible a las energías y puede sentir la presencia de entidades o espíritus en su entorno. ¿No lo recuerdas? Siempre te burlabas de ella porque decías que estaba loca por hablar sola, pero, en realidad, ella es capaz de ver más allá de nosotros. Es posible que él se haya dado cuenta de eso y por esa razón se la llevó. Su alma debe ser un manjar exquisito que sus fauces no podrán degustar. Debe atormentarlo la ironía de anhelar algo inalcanzable y desear con furia lo que le está vedado. Y, hasta cierto punto, lo comprendo; me he sentido de la misma manera.

—¿Sabes a dónde la pudo haber llevado?

—Conozco un lugar.

[...]


Entre los altos árboles y la densa vegetación, divisamos una pequeña apertura en una roca, apenas visible a primera vista. Decidí explorarla en compañía de Vala, intrigado por lo que podría encontrar en su interior.

Con pasos firmes, nos adentramos en la cueva. La entrada era lo suficientemente amplia como para permitirnos caminar sin problemas. La luz del sol se filtraba por las rendijas de la roca, iluminando suavemente el camino.

A medida que avanzamos, las sombras se hacían más pronunciadas, sumergiéndonos en una penumbra reconfortante.

El suelo de la cueva estaba cubierto de una fina capa de tierra y hojas caídas, lo que hace que cada paso sea silencioso y suave. Las paredes de piedra son ásperas al tacto, mostrando las marcas del tiempo y la erosión. Aunque no hay formaciones rocosas extravagantes, algunos estalactitas y estalagmitas se alzan tímidamente desde el techo y el suelo, añadiendo un toque de intriga al lugar.

El aire fresco y ligeramente húmedo llenaba mis pulmones, transportando los aromas terrosos y naturales del bosque. A medida que seguíamos avanzando, escuchamos el goteo constante del agua que se filtraba a través de grietas en la roca, creando pequeñas charcas a lo largo del camino.

En medio de ese sonido, alcancé a oír la voz de mi hermana y el alma me regresó al cuerpo.

—Es enorme. Jamás había visto algo así. Me pregunto si sabrá dulce.

Mi mente se nubló de ira al haber oído a mi hermana diciendo tales cosas. ¿Cómo se atrevió ese depravado a aprovecharse de ella?

—¡¿Qué le estás haciendo a mi hermana?! —irrumpí en su espacio sin permiso o aviso.

Sus miradas conectaron con la mía y no supe ni dónde esconder mi rostro, al descubrir que había malinterpretado todo. En las manos de mi hermana había una manzana roja bastante grande. Estaba entera, ni siquiera le había dado un solo mordisco. Lucía verdaderamente apetitosa a la vista, pero el caso es que no era precisamente la manzana lo que mi mente se había imaginado.

La apariencia de ese hombre era totalmente distinta a como la imaginé. No lucía aterrador o con rasgos monstruosos. Todo lo contrario, odiaba admitir que era apuesto y poseía una belleza un tanto única.

—Azai…

Le agarré la mano a Noa y la aparté de él.

—No te vuelvas a acercar a mi hermana o no respondo. 

Redención (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora