Dos chicos que están a nada de graduarse de la secundaria e iniciar sus vidas, pero cometen un error que puede comprometer su futuro y tal vez sus vidas para siempre
Los meses no parecían querer pasar. Los últimos cuatro meses de embarazo de Betty parecieron una eternidad.
Por suerte tuvo a su familia cerca en todo momento. Archie y Verónica tuvieron a su hija de ahora dos meses y la llamaron Sofía Andrews Lodge. Una nena de ojos grandes y negros como los de su madre y abundante cabello rojo como el de su padre.
Ahora todos estaban en la espera del nuevo hijo Bughead, que ahora mismo podría nacer en cualquier momento.
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Una tarde tranquila, Betty estaba ayudando a su hija con las tareas, ambas sobre el sofá de la sala.
Betty sabía que con la llegada del nuevo bebé se le haría difícil pasar tiempo exclusivo de madre e hija. Estaba aprovechando lo mejor que podía para dedicarse a su hija.
—¿Lo hice bien?— Le preguntó Mía a su mamá, mostrándole su cuaderno.
Betty sonrió. —Está excelente mi amor. Eres tan inteligente como tu papá. Deja que lo vea—
—Gracias mami— Agradeció la pequeña, sonriendo y dejando su cuaderno a un lado para poner su pequeña mano sobre el enorme vientre de su madre. —¿Cuando es que el bebé va a salir de ahí?—
—Pronto mi vida— Aseguró Betty, acariciando el cabello de su hija.
—¿Donde está papi?— Preguntó Mía, abrazando a su mamá.
—Está afuera hablando por teléfono mi niña. Él regresará enseguida— La tranquilizó Betty, besando su cabeza.
—¡Ay!— Exclamó la niña, separándose de su madre. —El bebé me está pateando—
Betty sonrió y puso ambas manos sobre su vientre. —Es un bebé fuerte—
—No me quiere. Me está pateando mamá— Se quejó Mía.
—No amor. No te patea porque no te quiere. Es que... tal vez ya quiere salir de ahí— Supuso Betty, agarrándose el vientre y soltando un profundo suspiro. —Si que está pateando con fuerza...— Murmuró.
—Ya regresé, chicas— Avisó Jughead, entrando a la sala y mirando a su novia e hija, preocupado. —¿Que ocurre?—
—El bebé es malvado papi. Me pateó a mi y ahora está pateando a mami— Respondió Mía, alejándose del sofá y corriendo hasta su padre.
—El bebé no es malvado chiquita— Negó Jughead, tomando la mano de la niña y dirigiéndose hacia su novia, sentándose a su lado. —¿Todo bien?—
—Tu bebé es muy fuerte— Le respondió Betty mientras mostraba una expresión de dolor.
Jughead suspiró y puso una mano sobre el vientre de su novia, abriendo los ojos como platos. —Cielos... ¿Qué pasa bebé? Relájate—
—Te lo dije— Se quejó Mía, mirando a sus padres. —El bebé es malvado—
—No creo que sólo esté pateando— Dijo Betty, soltando un profundo suspiro. —Jug...
Jughead reconocía esa expresión. Los nervios se apoderaron de él y se puso de pie, tomando su celular. —No me digas que ya va a...
Betty asintió, tomando aire, y los nervios de Jughead aumentaron.
—¿Y ahora que? ¿Que hacemos?— Preguntó el ojiazul, empezando a dar vueltas y deteniéndose a mirar a la niña. —¿Que hacemos con Mía?—
—¿Qué pasa papito?— Le preguntó Mía a su padre, confundida.
Betty reprimió un quejido y miró a su novio. —Llama a mi mamá para que se quede con la niña y ya—
—¿Por que? ¿A donde van?— Preguntó Mía, confundida.
—A tener a tu hermanito— Respondió Jughead, marcando al número de su suegra mientras aún daba vueltas por toda la sala, nervioso.
En aproximadamente unos diez minutos, Alice iba llegando a la casa de su hija y su yerno y entró, acercándose rápidamente a ellos tres.
—Vine lo más rápido que pude. ¿Como estas hija?— Le preguntó Alice, acercándose y acariciando su cabello.
—Me quiero morir— Respondió Betty, soltando un quejido mientras se agarraba el vientre.
—Ya vamos al hospital mi amor. Resiste— Le pidió Jughead, ayudándola a ponerse de pie para dirigirse a la puerta. —Te amo hija. Nos vemos, Alice—
—Adiós mami y papi— Se despidió Mía, un poco triste por no poder acompañar a sus padres.
—¡Te amo chiquita! ¡Pórtate bien! ¡Adiós mamá!— Se despidió Betty, atravesando la puerta con la ayuda de su novio.
—¡Iremos a verlos en un rato hija!— Avisó Alice, sentando a su nieta en su regazo y mirándola. —No pasa nada mi amor. Verás a mamá y a papá en un rato—
Mía asintió, aferrándose a su abuela, mientras sus padres ya iban camino al hospital en el auto.
Jughead estaba nervioso, ansioso y deseoso de conocer a su hijo mientras Betty iba intentando respirar y soportar el dolor que sentía. También tenía casi tanto miedo como la primera vez que se vio en esta situación.
Pronto llegaron al hospital e ingresaron a Betty de inmediato a una habitación tranquila en lo que se acercaba el momento de dar a luz.
Luego Jughead entró a aquella habitación con su traje, gorro y mascarilla que debía tener y se le acercó a su novia. Se sentó a su lado y la abrazó.
—Oye, se que lo vas a lograr. Ya hiciste esto una vez y se que lo harás de nuevo— La animó, separándose, tomando su mano y sonriéndole.
Betty lo miró mal. —Y casi morí— Le recordó.
Jughead suspiró. —Pero eso no tiene que volver a pasar. Se que esta vez lo harás muy bien y nuestro hijo nacerá perfecto—
—¡Maldición!— Gritó Betty, sufriendo otra contracción. —¡Maldita sea Jughead! ¡¿Para que volviste a embarazarme?!— Apretó con fuerza su mano.
—Mi mano...— Se quejó, haciendo una mueca de dolor.
—¡Cállate!— Respondió Betty, soltando otro grito.
En eso entró la doctora antes de que Betty le destrozara la mano a Jughead. Determinó que la rubia ya estaba lista para dar a luz y la trasladaron a la sala de parto.
Ahí empezó el verdadero drama. El dolor provocaba que Betty insultara a su novio y el pobre Jughead ya no podía con los nervios de la llegada de su segundo hijo.
—¡Agh, Jughead! ¡Esto es tu culpa!— Gritó Betty mientras aún sufría.
—Ya te dije que lo siento y que no volverá a pasar. Ahora continúa, ya casi termina— La animó, tomando su mano aunque sabía que se iba a arrepentir.
—Falta poco Elizabeth, ya puedo ver a tu hijo. Vamos linda, lo haces muy bien— La animó la doctora.
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Y como siempre, amo dejarlas en suspenso 🙂 las amo ❤️
