Capítulo 57. "La interminable obra de un artista obsesivo"

795 70 13
                                    

Vanessa.

En cuanto llegamos al edificio de Dave, el corazón empezó a latirme muy fuerte en el pecho y pude cómo el nudo que se formó en mi garganta me dejaba sin aire. Sentía que iba a vomitar en cualquier momento y ni siquiera sabía porqué.

Nate estaba a mi lado, completamente tranquilo, seguro de que nada de lo que nos pudiéramos encontrar podría alterarle. Sin embargo, yo no podía pensar igual. Ya no sólo por pensar que fuera a encontrarme algo fuera de lo esperado, sino porque ver cómo Dave se iba degradando poco a poco iba a ser doloroso y sabía que su casa estaría repleta de cosas que reflejaran su evolución.

Cuando Nate y yo nos montamos en el ascensor, mi marido ne cogió la mano y la apretó para que le mirara.

— ¿Qué esperas encontrarte ahí dentro?

— La verdad es que no lo sé... — Admití.

Ni siquiera sabía qué buscaba, así que mucho menos lo que me podía llegar a encontrar.

El ascensor paró en la cuarta planta y suspiré antes de girar la llave y desbloquear la cerradura del piso de Dave.

La estancia olía a cerrado y a agrio, tanto que ni pude evitar hacer una mueca de repugnancia. El olor parecía proceder del salón, así que ese fue nuestro primer destino. Allí pudimos comprobar que lo que olía a agrio era una mancha de algo pegajoso que cubría gran parte de una de las paredes del salón y estaba decorado con pequeños trozos de vidrio incrustados en esta y esparcidos pro el suelo.

No hacía falta ser muy listo para saber que Dave había estampado su copa de whisky contra la pared.

Entramos en el salón con cuidado de no pisar los cristales y nos acercamos a la mesa. Junto a la botella alcohólica, había un bote de pastillas medio vacío.

"Al menos no se lo tomó entero..."

— Pero... Se supone que llevaba tiempo sin tomarse la medicación...

Nate cogió el bote y se dedicó a interpretarlo.

— No es su medicación... — Dijo con el ceño fruncido —. Son calmantes y parecen fuertes.

Aquello terminó de destemplarme el cuerpo por completo. ¿Calmantes...? ¿Mezclados con alcohol y justo antes de coger el coche?

— ¿Crees que... — Tragué saliva. No podía decir esto en voz alta.

—... que intentó suicidarse? — Concluyó Nate por mí. Yo le miré a los ojos. Esa era para pregunta que no había querido plantearme —. No lo sé...

Eso no me valía, yo necesitaba saberlo. Fui directa a su dormitorio, con Nate siguiéndome los pasos y preguntando que adónde iba.

— Tiene que haber algo... Un post-it, el inicio de una carta, un diario... ¡Algo! — Supliqué encendiendo la luz de su dormitorio, pero no.

Lo que nos encontramos fue mucho más que todo eso. La interminable obra de un artista obsesivo cubría cada rincón de la habitación.

Decenas y decenas de dibujos de varios colores, a lápices, a carboncillo, o incluso simples bocetos... Todos ellos tenían una cosa en común, una cosa preocupante: enfermedad. Pero no en el dibujo en sí, sino en el dibujante.

Cogí dos dibujos similares, aunque completamente opuestos. Uno era antiguo, muy antiguo y el otro era demasiado reciente; tanto que si lo tocabas aún te podías manchar.

— ¿Por qué... Por qué estás en todos sus dibujos? — Preguntó Nate confuso —. ¿Y por qué siempre te dibuja como si tuvieras 15 años?

Esa muestra de inocencia en la pregunta me hizo gracia. No sabía lo equivocado que estaba.

— No soy yo... No en todos — Me corregí —. Esta soy yo — Dije mostrándole uno de los dibujos que yo había cogido —. Esa es tu hija.

Birdy.

El molesto sonido del tintineo que producía un fluorescente a punto de fundirse me estaba sacando de quicio. ¿Tan difícil era cambiar una maldita barra de luz?

La música volvió a sonar y yo empecé a dejar que mi cuerpo se moviera a su compás.

Me fui de casa Noa con la excusa de que tenía que dar clase, pero no era cierto, al menos no por el momento.

Lo que necesitaba era bailar para despejarme, como siempre, pero no estaba funcionando. En mi cabeza se repetía cada  maldito detalle del estúpido sueño que había tenido antes de que Noa me despertara. Cada detalle del que me acordaba, aunque, a mi pesar y al contrario de lo que suele suceder, cada vez recordaba más.

Aidan estaba más cariñoso de lo que jamás le había visto, por lo que supuse que era una invención de mi subconsciente. Lo que yo necesitaba últimamente a alguien que me hiciera reír, con quien pasármelo bien y sentirme querida de verdad, ¿pero por qué Aidan?

La cabeza estaba empezando a darme pinchazos; si no paraba de bailar, acabaría desmayándome y no podía hacer eso teniendo que dar clase en diez minutos.

Recogí mis cosas y fui a la máquina expendedora a por una bebida isotónica. Odiaba esas bebidas, pero la necesitaba so no quería caerme redonda.

— Tú por aquí, qué raro, ¿no? — La voz burlona de Aidan sonó a mi espalda.

— Mira quién habla — Dije irónica. Él aparecía en todos sitios; hasta en mis sueños.

— Tranquila, yo ya me iba.

Y a lo que quise darme cuenta Aidan ya no estaba ahí. ¿Lo había hecho en algún momento o me lo había imaginado?

Yo ya no sabía qué era real y qué no y sentía que iba a volverme loca como siguiera dándole vueltas al tema.

Subí a la segunda planta, donde se suponía que tenía que dar la clase y me encontré a Miah llorando y al resto de niñas riendo y murmurando en grupito. Cuando me vieron, todas se callaron, excepto Miah, que todavía miraba al suelo.

— ¿Qué está pasando aquí? — Pregunté con voz firme.

— Nada, profe — Dijeron las niñas, mientras la pequeña hipaba en silecion sin alzar la cabeza.

— Todas fuera — Ordené. No iba a permitir que hicieran sentir mal a una de ellas y hasta que eso no cambiara, yo me negaba a dar clases, aunque me jugara el puesto.

Todas empezaron a quejarse, pero finalmente cedieron y salieron del aula de una en una. Cuando Miah empezó a andar, yo le impedí que saliera.

— Tú no, pequeña... ¿Qué ha pasado? — Pregunté, agachándome para ponerme a su altura y quitándole el pelo de la cara.

— Se meten conmigo... — aceptó —. Me dicen cosas feas.

— ¿Qué te dicen, cielo?

— Dicen que mis papis no me queren — Balbuceó.

— Pero eso no es cierto... ¿Por qué dicen eso?

La niña me miró a los ojos. Sus ojos verdes brillaban por las lágrimas y su pequeña nariz estaba salpicada de pequitas que la hacía parecer más adorable de lo que al principio pensaba que era.

Poque no son mis papis de vedad.

___________________________________________

Es muy tarde, pero subo ahora porque soy especial.

Dave se ha vuelto completamente loco, ¿cómo van a reaccionar Vanessa y Nate al enterarse de que Dave dibujaba de manera obsesiva a su hija? Ay dioh mío.

¿Y Miah? Por favor, quiero una hija como ella. Qué cosa más cuquita.

Espero que os guste y que no me odiéis pro tardar tanto en subir últimamente pero entre exámenes y demás ps :(

Os quiere,

Ari.

Love (Lies #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora