Capítulo 11. "Dale una oportunidad"

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Dos semanas después ya estábamos los tres en casa. La niña estaba aparentemente sana, pero mi humor no había mejorado. Al contrario, cada vez parecía estar más molesta con todo. A penas podía dormir, y cuando por fin Morfeo accedía a acogerme entre sus brazos, Birdy decidía hacerse notar. Estaba harta de sus sollozos; siempre que intentaba que se tranquilizara, lo único que conseguía era el efecto contrario. Así que simplemente dejé de intentarlo y era Nate el que siempre acudía a sus llamadas. 

Eso en parte me molestó. Dejó de hacerme caso a mí, para estar todo el día pendiente de la maldita niña. 

Aquella noche no iba a ser menos; las 4 de la mañana y Bridy comenzó a llorar como una descosida.

— Tu hija está llorando otra vez — Gruñí. 

— También es tu hija, ¿lo sabías? 

— No me lo recuerdes...

Me di la vuelta en la cama y hundí la cara en la almohada. No iba a levantarme, lo único que conseguía era molestarme yo y molestar a la niña. 

— Estás insoportable últimamente —Nate resopló y se levantó de la cama—. Ella no tiene la culpa de que tú tengas miedo — Dijo antes de salir de la habitación.

Me quedé mirando hacia la puerta, estupefacta. ¿Cómo es capaz de decirme algo como eso y quedarse tan pancho? Yo no tengo miedo; nunca tengo miedo. Está bien, quizá sí, pero él no debería saberlo. Estuve a punto de gritar que si tan "insoportable" estaba, se quedara a dormir con Birdy, pero mis gritos las despertarían y, Nate, como por arte de magia, ya había conseguido que se calmara. 

Para mi sorpresa, tardó más de una hora en volver y a lo que quise darme cuenta ya estaba dormida abrazada a su almohada pensando en todo lo que podríamos haber hecho si fuéramos una pareja normal, no hubiéramos cometido el error que cometimos y yo no fuera tan sumamente imbécil.

[Nate]

Salí de mi habitación algo molesto. Podía comprender que estuviera asustada al principio; era normal que temiera a lo desconocido, pero lo que no lograba entender era que se desentendiera de su hija y que la rechazara solo porque no se creía capaz de cuidarla. 

Ni siquiera se dio la oportunidad de hacerlo y estaba seguro de que si lo hacía, se sorprendería. Birdy era un encanto y yo vivía enamorado de sus increibles ojitos azules. 

— ¿Por qué lloras, pequeña? — Pregunté entrando en su habitación aun a sabiendas de que no me iba a responder — Shhh... — La cogí en brazos y la acuné con cuidado.

Tenía hambre y la que debía alimentarla en estos casos era la madre, pero Vanessa se encargó de dejarme claro que no pensaba darle el pecho. Así que con Birdy en un brazo y el biberón en la otra mano, me encaminé a la cocina.

— Shhh... Tranquila, ¿vale? 

Hacer un biberón con una sola mano era un tanto complicado, pero me las ingenié para no tener que soltarla. Si lo hacía, volvería a llorar y no quería eso. 

Agité la mezcla y comprobé su temperatura antes de dársela. En cuanto se terminó el biberón se quedó dormida entre mis brazos, así que la devolví a su cuna. Era demasiado adorable y había traído a esta casa la chispa de felicidad que le faltaba, aunque Van pensara lo contrario. Cuando la acosté, me quedé embobado observándola dormir. ¿Cómo podía ser tan pequeña y tan bonita al mismo tiempo? 

— Pajarito te quiere, pequeña, eso no lo dudes... — Le di un beso en la cabecita y volví a mi habitación.

Como esperaba, Van se había dormido, pero se durmió abrazada a mi almohada. Con ella también disfrutaba viéndola dormir y más últimamente; eran los únicos momentos del día que parecía estar en calma y a penas podía disfrutarlos. 

Le di un beso en la frente y me senté a los pies de la cama. Necesitaba descansar, y no iba a ser yo quien le molestara. Pero Van se revolvía y gruñía entre dientes desde hacía varias noches y no tardó en hacerlo. 

— ¡Birdy...! — Sollozó — ¡Birdy! ¡NO! — Gritó. Eso le hizo abrir los ojos de golpe y comenzar a llorar. Salté a su lado y le abracé.

— Shhh...., ya está, mi amor. Birdy está bien y no le va a pasar nada.

— Soy una mala madre... — Apenas se le entendía por las lágrimas y eso me rompió el corazón. 

— No lo eres... Has cuidado de ti durante muchos años y, por si fuera poco, también cuidaste de Dave cuando más te necesitaba. Aprenderás a cuidar de Bridy, pequeña... ya lo verás.

— Pero ella no me quiere. Cada vez que me acerco, llora.

— Porque sabes que la rechazas porque tienes miedo — Me levanté de la cama y le tendí la mano —. Ven conmigo. 

Demostrarle como yo veía a Bridy realmente era mi último cartucho, y esta era la oportunidad perfecta, así que la guié hasta su habitación y la puse frente a la cuna. 

Van inmediatamente sonrió. Sabía que funcionaría; aquella pequeñaja era capaz de robarle el corazón a cualquiera, incluso a mi pequeña Vanessa. 

— ¿Puedo tocarla? — Birdy estaba dormida y no quería que se despertara, pero ya que esto lo necesitaban ambas, asentí.

— Con cuidado...

Vanessa le pasó delicadamente el dedo por la nariz y por la mejilla. Birdy abrió los ojos durante unos segundos y miró a su madre en silencio. Inexplicablemente no lloró; se sentía segura. 

— Cógela — Susurré.

— ¿Qué...?

— Cógela, lo estás deseando.

— No..., yo... 

Vi que le temblaban las piernas y que estaba luchando con todas sus fuerzas para no caerse así que la obligué a sentarse en la cama. 

— Yo te la daré, ¿vale? — Asintió en silencio y abrió los brazos cuando la acerqué a ella — Así... muy bien... Cuidado con su cabecita. 

Vanessa la observó unos instantes y dejó que su sonrisa se hiciera más grande. Sabía lo que estaba pensando. Es adorable. 

— Es tan pequeñita y débil — Fruncí el ceño. Birdy parecía débil, pero no lo era; yo sabía que no lo era. 

— Es absolutamente igual que tú. No sé si te has dado cuenta de que solamente llora cuando no puede más, igual que tú. A ti no te gusta que la gente piense que eres débil, ¿verdad? — Negó con la cabeza —. Birdy se ha aferrado a la vida y está dispuesta a luchar contra todo lo que se le interponga porque es igual que tú. 

— No quiero que sea igual que yo — Admitió, y aunque cualquiera podría entender que no quería que fuera como ella porque sí, yo creía saber a qué se refería. 

— ¿Por qué? 

— Porque yo soy como soy por lo mucho que he sufrido y no quiero que ella sufra...

— Porque viviste sin madre — Vanessa alzó la mirada y me miró fijamente a los ojos — Una vez me dijiste que no sabías cómo alguien podía ser capaz de abandonar a un bebé. A ti se hubiera encantado tener una madre, ¿cierto? — Dijo que sí con la cabeza —. Pues no le quites a ella la oportunidad.

Love (Lies #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora