Capítulo 7. "Nunca escribas un mensaje con manos temblorosas"

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[Nate]

Vanessa durmiendo parecía la cosa más vulnerable del mundo, y aun más desde que estaba embarazada. Pero he de reconocer que aquella vulnerabilidad solo conseguía realzar su particular belleza. Su pelo castaño esparcido sobre mi almohada, sus labios entreabiertos y su respiración fuerte me hicieron plantearme cuándo había ocurrido realmente todo eso. Cuándo me di cuenta de que me había enamorado de ella de la manera de la que nunca me había enamorado de nadie. Y aunque era incapaz de encontrar la respuesta, no la necesitaba. Verla así sólo me hacía comprender que aquello era lo correcto a pesar de todo. Que a pesar de sus dudas y sus miedos, aquello iba a salir bien; y con eso me valía. 

Adoraba observarla mientras dormía, porque sentía que era el único momento del día en el que estaba realmente relajada. Por más tiempo que pasara, por más que supiera que jamás le haría daño, Vanessa siempre estaba en guardia, siempre dispuesta a defenderse de todo. Y eso me hacía sentir mal. Se había aferrado a su caparazón, y aunque iba saliendo poco a poco, aun tenía mucho camino por recorrer. Me dediqué a observarla un par de minutos más. Un mechón de pelo enmarañado le rodeaba el pelo, su piel era suave y perfecta y su respiración fuerte y pausada.

Odiaba darme cuenta de todos esos detalles.

«¿Desde cuándo eres tan moñas, Nathaniel

Le quité el pelo de la cara y esbocé media sonrisa cuando murmuró algo entre dientes. Era preciosa. Alcé la mirada un instante, detrás de ella estaba mi escritorio y en él la cámara de fotos que había capturado cada detalle de nuestra «luna de miel». Este era, definitivamente, un momento que debía inmortalizar.

Me levanté con cuidado de la cama y comencé a hacerle fotografías. Primer plano de sus ojos y su nariz ligeramente arrugada (siempre que entraba la luz por la ventana le molestaba y arrugaba la nariz), de sus labios, suaves y rosados. Y cuando menos quise darme cuenta, de la almohada ocultando su cara.

— Deja de hacerme fotos — Murmuró con la voz grave y pastosa que tenía cuando se despertaba. Solté una risita. Siempre sabia cuándo le observaba y me extrañó que tardara tanto en quejarse — Te odio, ¿lo sabías?

— Buenos días a ti también, pajarito — Apagué la cámara y la dejé sobre el escritorio. Me miró por encima de la almohada con el ceño fruncido — No he podido evitarlo, estaba demasiado adorable.

Me tiró la almohada y la cogí al vuelo. Me senté a su lado y comencé a acariciarle las piernas que, en verano, siempre sacaba de entre las sábanas.

— Sabes que odio que me hagas fotos mientras duermo, salvo horrible.

— No puedes salir horrible porque eres preciosa — Gruñí contra sus labios.

Le di un beso y me pilló por sorpresa cuando me pasó los brazos por el cuello y me atrajo más hacia ella. Abrió la mano y tiró de los mechones que descansaban en mi cuello. Gemí. Adoraba que hiciera eso.

— Vaya, ¿te has despertado juguetona?

— Calla.

Me obligó a subirme por completo en la cama y abrió las piernas para que me colocara entre ellas. Y aunque me encantara que se despertara así, no podía seguir con esto.

— Para, para... — Dejé de besarla, cosa que aprovechó para pasarme los dientes por la mandíbula. Gruñí — Van...

— ¿Qué? — Susurró, o al menos eso creo.

— Tengo que ir al trabajo — Sus manos iban por libre y habían empezado a desnudarnos; eso lo dificultaba todavía más.

— ¿Y qué? — Me rodeó con las piernas y se apretó contra mi ya creciente erección. Me estaba costando mucho intentar pensar con claridad — No vayas.

Con la poca fuerza de voluntad que me quedaban me alejé de ella. El pelo le caía por los pechos y estaba completamente desnuda. Mirarla había sido una mala idea.

— Pajarito...

— Nate... — Imitó mi tono de voz y después se mordió el labio, tentándome. Al principio era ella la que se quemaba, es cierto, pero había aprendido rápido y finalmente el que cedía siempre acababa siendo yo.

A pesar de su embarazo, Vanessa podía mantener relaciones sexuales con total normalidad, aunque no lo hacíamos muy a menudo por si acaso, y cuando era ella la que tenía ganas (muchas ganas) siempre terminaba complaciéndola, pero aquella mañana yo tenía una reunión importante a primera hora y...

Cogí el móvil y escribí lo más rápido que pude, ni siquiera estaba seguro de si se entendía lo que había escrito, pero en ese momento no me importó.

— El trabajo puede esperar ahora mismo.

***

Dos horas más tarde estaba entrando en la redacción. La reunión había terminado hacía unos veinte minutos y cuando entré en mi despacho, me encontré a James sentado en mi escritorio.

— Hola. ¿Qué haces aquí?

— ¿Qué tal? ¿Recién follado?

— ¿Qué dices, tío? — Sonrió y me enseñó la pantalla de su iPhone.

«Meha surjfdi un imprvistp, no podr3 ir a la reunipn, ns vdmod luego».

Me sonrojé, definitivamente no había acertado ninguna. Pero bueno, ¿dónde está el corrector cuando se le necesita?

— Supongo que si Vanessa se hubiera puesto de parto, no habrías dicho "imprevisto" — dijo haciendo las comillas con los dedos —, ¿o debería decir imprv... impr...? No, definitivamente no sé pronunciar esto — se burló. Hice una mueca y me guiñó un ojo — Así que supuesto que estaríais follando, ¿me equivoco?

— Capullo...

Se carcajeó y me dio una palmaditas en la espalda.

— Te lo perdono porque sé lo que es vivir con una mujer embarazada.

— ¿Qué?

— Lo que has oído, imbécil, voy a ser papá.

Love (Lies #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora