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El humo lo invadía todo, estiré la mano, el pomo se giró pero la puerta no se abrió, me había encerrado. Cómo había sido tan estúpida, escapar de él había sido imposible las veces anteriores, ¿por qué creí que esto iba a ser diferente?

Escuché golpes al otro lado, voces a gritos.

-¡Estoy aquí! ¡Aquí! ¡Por favor ayuda!

Mis ojos lloraban, sentía arder mis fosas nasales mientras reptaba hacia el otro lado, hacia la ventana, estaba cubierta con un plástico negro, ¿Cuándo había puesto eso allí?

Tiré de él con fuerza y este se despegó, dejándome ver la noche estrellada en Dallas, miré a la carretera, vi el enorme coche rojo que me observaba con sus faros encendidos. Golpeé el cristal con fuerza, pero me detuve en seco, ¿y si al romper el cristal creaba una explosión? No es que fuera muy experta en esto de los incendios... Miré a los bomberos entrar en el edificio y salir con gente. Vi a la señora Emerson salir con una mascarilla de gas. Me senté en el suelo y miré a mi alrededor.

-¡Joder!

Me puse en pie y miré a la puerta, me giré y cogí una silla, lanzándola hacia la ventana, que estalló en cientos de trozos. Las llamas como lenguas voraces cruzaron sobre mi cabeza mientras me volvía a agachar, entraban por la rendija de la puerta.

Corrí hacia la ventana y grité con las pocas fuerzas que me quedaban.

-¡Ayuda! ¡Aquí!

Uno de ellos se giró y me miró, señaló a los demás la ventana y sentí que el aire se me iba de los pulmones mientras caía de nuevo en el suelo de rodillas.

No moriría sin luchar.

Estación 117 (1- En llamas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora