Carta #1

172 23 16
                                    

Conexión...

Nunca imaginé que una noche en la playa cambiaría mi vida para siempre.

Las vacaciones de verano apenas habían comenzado. No más clases, al menos por un tiempo, y la libertad se sentía casi abrumadora. Mi mejor amiga, Iana, la chica que siempre estaba en mi casa y que, según tú, te hacía recordar a tu hermana mayor que falleció cuando tu apenas tenía cinco años, fue la principal culpable de que asistiera a una fiesta a la que no fuimos invitadas. Pero, aun así, nos colamos.

La playa estaba llena de gente bebiendo y moviéndose al son de la música. La brisa salada del mar mezclada con el olor de la arena mojada y las risas resonando en el aire creaban un ambiente de ensueño. Todos disfrutaban de estar ahí, y yo no era la excepción. Sin embargo, me sentía diferente, como si estuviera viviendo un déjà vu. Era la sensación más extraña que una persona pueda sentir, ni siquiera puedo describirlo bien. Rellené un vaso con cerveza y entonces te vi...

Corrías despreocupado hacia el mar. Tus amigos iban tras de ti, tratando de detenerte, pero te negaste, como solo tú acostumbrabas hacerlo. De pronto, te detuviste y comenzaste a desnudarte a la orilla del mar. Te quitaste la playera y después las bermudas, junto con la ropa interior, y corriste lo más rápido que pudiste hasta que el agua rozara tus pies. Luego de unos segundos, solo podía ver tu cabeza y esa melena castaña flotando en el agua.

Tus amigos tomaron tu ropa de la arena y corrieron dejándote ahí solo y desnudo. Pasaron a un lado de mí y ni siquiera se percataron de que había alguien más aparte de ellos. Me llamaste y corrí en tu auxilio, sin pensarlo ni un segundo.

—¿Puedes traerme algo para cubrirme? Como habrás visto, mis amigos se han robado mi ropa —dijiste acompañándolo de una cálida sonrisa que parecía iluminar la noche.

—Veré qué puedo hacer —te respondí, tratando de no mostrar lo nerviosa que me ponías.

Regresé hacia donde estaba la fiesta y justo en ese momento recordé que Iana había llevado consigo una toalla. Era lo único que podía hacer por ti, o lo que se haría por un desconocido, ¿no? Saliste del agua y te tumbaste en la arena, disfrutando de lo hermosas que se veían las estrellas hoy. Mis manos me sudaban más de lo normal y no dejaba de verte. Físicamente eras mi tipo: castaño, cabello rizado, ojos miel, alto y bronceado. Estabas lindísimo, chico.

Por un momento dejé de escuchar el ruido que provocaban los demás invitados y me concentré mil por ciento en ti. Para mi suerte, estabas más borracho y me recitaste muchos poemas de Shakespeare; y yo, que solo pensaba que eras un idiota descerebrado, na mentira, bueno, sí lo pensé, pero solo quítale el "idiota". La frase que se me quedó en la mente fue:

—"El amor no mira con los ojos, sino con la mente, y por eso alado Cupido está pintado ciego."

Me miraste como si de verdad entendieras el significado de esas palabras, como si fueran nuestras y no solo de Shakespeare. Me sentí atrapada en tus ojos miel, en esa sonrisa que iluminaba la noche. Y por primera vez en mucho tiempo, me sentí viva, como si el universo hubiera conspirado para que nos encontráramos bajo las estrellas.

"Esa noche, bajo las estrellas, supe que había encontrado a alguien que podría cambiar mi vida para siempre."

__________________________
Instagram:

nahomi_you

No somos y no seremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora