Capitulo #57

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Petrificada....



El miedo era poco, todo iba bien mientras nadábamos juntos hacia la orilla. Al menos, eso sentí yo. Pero al verme llegar sola, el pánico volvió a invadir mi cuerpo. Tu cuerpo flotaba a pocos metros de mí. "No puedes irte," seguía repitiendo, no lo permitiría. Nadé y nadé hasta alcanzarte y tomarte del brazo para llevarte a tierra firme.

Tus ojos permanecían cerrados, y tu pulso estaba débil, apenas si podía sentirlo. La lluvia aún seguía y nos empapaba aún más, impidiendo que viera claramente. Colocando mis manos unidas sobre tu pecho, presioné cientos de veces sin descanso. Las personas aún seguían observando asustadas y la ayuda estaba llegando a nosotros. Mis manos estaban tan cansadas, pero aún era incapaz de detenerme. Tú seguías sin emitir ningún gesto y eso me llevó a gritar y llorar al mismo tiempo. No sabes cuánta desesperación tuve.

Una mano tibia se detuvo en mi hombro y me pedía a gritos que te dejara, que la ayuda ya estaba aquí y que dejara esto en manos de profesionales. Pero yo me estaba preparando para casos como este y conocía bien esas palabras. Me aparté para tomar fuerzas y dejarlos hacer su trabajo, aunque cada segundo parecía una eternidad.

Minutos después, aún seguías sin mostrar ninguna mejoría. No habías abierto tus ojos ni expulsado toda el agua que tomaste sin querer. Los murmullos de la multitud y el escuchar cómo aquel chico ordenaba que me atendieran a mí porque tú ya no tenías pulso me volvían loca.

"¡No, no puede ser!" Corrí hasta donde estabas, seguía haciendo RCP y pidiendo ayuda a medio mundo en mi mente. Este no podría ser el final de nosotros. Me negaba a decirte adiós, a despedirnos, y llevarte flores a un lugar donde no me apetece ni siquiera mencionar su nombre. "Tienes que dejarlo ir", volvieron a recalcarme, pero era un rotundo no. Estaba en negación y seguía presionando con fuerza, contando hasta tres y repitiendo lo mismo una vez más.

Entonces vi esos ojos, esos hermosos ojos abrirse y mirarme una vez más. Sonreí como la persona más feliz del mundo, sintiendo una paz inmensa. Te abracé con la poca fuerza que me quedaba y escuché tu corazón latir con normalidad, sintiendo la mejor música para mis oídos.

Solo entonces fue cuando caí en la arena, cansada, con las manos destrozadas, llenas de pequeños vidrios entre mis dedos. Pero esto era lo que hacía un enfermero, doctor o paramédico. No rendirse, seguir y seguir, porque ¿cómo contarles a los seres queridos que nosotros, personas encargadas de cuidar la salud de la humanidad, hemos dejado morir una parte de ellos solo por cansancio?

Esta vez te he salvado yo, amor mío, pero no todos corren con la misma suerte, lamentablemente.

Aun a pesar de las peleas o diferencias que podamos tener, yo siempre voy a salvarte de lo que sea que pueda dañarte, no lo dudes nunca...

No somos y no seremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora