Carta #71

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 Algo Bueno...



El nivel de nerviosismo que sentía en este momento era diferente a preguntarle a cualquier chico de la facultad. En pequeñas fracciones de segundo, me invadía la idea de que el abuelo me rechazaría. Eso sería demasiado e iría directo a mi historial de relatos embarazosos que alguna vez contaré en una cena o borracha.

Estaba llamando. Mis personas más amadas en esta tierra se proyectaron en la pantalla de mi computadora, y no pude evitar que se dibujara una gran sonrisa de oreja a oreja. Verlos alegraba mi vida.

Entonces pregunté:

—¿Te gustaría ser mi pareja de baile?

No hubo más ruido más que solo el ventilador de mi computadora.

—Es lo más loco que he escuchado en mi vida —se estuvo burlando de mí un par de segundos—. Pero acepto, me encantaría acompañarte.

Ya estaba hecho. Tendría a la mejor pareja. No te ofendas, Nils, pero agradezco asistir con mi abuelo y no exactamente contigo. Tú tienes dos pies izquierdos y no sabes dejarte llevar. No sientes la música. Aunque, pensándolo bien, no sientes nada, ni música ni amor.

Preparar todo para el baile consumía mi tiempo y me hacía pensar menos en ti, lo cual aliviaba un poco el peso sobre mis hombros. Recorrí por días varias calles y visité tiendas de vestidos de gala como no te imaginas. Ya hasta soñaba con vestidos. Pero cuando menos lo esperas es entonces cuando encuentras lo que tanto necesitas. Un vestido azul cielo, la parte de arriba era un corset con algunas partes descubiertas, dos listones que simulaban sostener mi busto caían sobre los hombros, y la parte inferior era de olanes con cientos de brillos.

Mi vestido perfecto...

El abuelo estaba a pocas horas de llegar. No me sentí satisfecha con solo haberle llamado y preguntarle, así que me pasé toda esa noche preparando un cartel muy glamuroso. Coloqué el color naranja como detalle en las letras que decían: "Gracias por venir aquí, por ser tú... mi cita perfecta."

Llegó tan radiante y muy feliz...

La noche del baile llegó y estar parada justo enfrente de la puerta de donde provenía tanto ruido... Recuerdo haber entrado a ese lugar tan emocionada. Algunos de mis compañeros de la facultad se impresionaron por mi acompañante.

Bailé toda la noche con mi abuelo y sonreí como hacía días no lo hacía. Él, por otro lado, me contaba chistes mientras bailábamos y uno que otro recuerdo de él yendo a bailes con la abuela.

<<A veces olvidamos lo que tenemos por estar pensando en lo que perdimos en algún momento de nuestras vidas.>>

No somos y no seremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora