Capitulo #44

10 1 0
                                    

Adaptación...

El tiempo vuela. Nos hace creer que es poco cuando han pasado años o décadas... La confusión que esto puede ocasionar a veces me hace estar más triste y con miedo al: ¿Qué pasará después? Apenas llevaba un mes viviendo en Miami y yo seguía pensando que apenas cumpliría una semana aquí.

Mi estancia en la ciudad era de lo más agradable. Comencé la universidad y, aunque era un idioma totalmente diferente, no me resultó muy complicado adaptarme. Todo gracias a ti, príncipe de cabello castaño y héroe de mis días. Me sentía feliz con mi nueva vida, incluso llegué a amar lo que tanto odiaba: decorar una habitación. Antes no era muy buena en eso cuando vivía con mis padres.

Se me complicaba meter todo lo que me gustaba en un lugar pequeño, y no me decidía por colores ni sabía cómo acomodar mi cama y el estante. Pero ahora, para colmo de males, tenía cinco lugares diferentes que necesitaban ser acomodados y decorados.

¿Cómo podía ser la mejor estudiante de medicina y la peor en ordenar algo? No lo entendía. Complicarme los días con algo tan simple era muy mío.

No recuerdo cuánto tiempo pasé en el piso de la sala, que solo tenía el tapete beige, mirando hacia el techo y pidiéndole ayuda a quien sabe quién en el más allá.

<<La ayuda llegó, pero de otra manera.>>

Tocaste la puerta y trajiste contigo comida, tu guitarra y ese viejo libro del que eras incapaz de separarte. Nos recostamos juntos en el mismo lugar donde antes de abrir la puerta me encontraba quejándome.

—No tengo ni idea de cómo decorar esto...—te dije, levantando mi mano al aire y señalando todo.

—Te ayudo, aunque no lo creas, soy bueno en esto.

Desde el amanecer hasta el anochecer, acomodamos y rompimos las envolturas de los muebles. Sí, era verdad, tenías talento para esto y, claro, paciencia también. Tratar de satisfacer mis ideas era de lo más complicado. Verte rascarte la cabeza y llevarte las manos a la cara frustrado, moviendo de un lado a otro ese sofá azul bebé, te agotaba. Para que, al final, se quedara como estaba desde un inicio.

—¿Y si probamos poner la lámpara en esta esquina? — sugeriste, con una sonrisa juguetona.
— Me gusta cómo piensas, pero ¿qué tal si también movemos la mesa de café? —respondí, mirándote con complicidad.

Pasamos el día riendo, charlando y creando recuerdos mientras transformábamos mi nuevo hogar. Cada movimiento, cada ajuste, se convirtió en una danza de amor y paciencia.

—Sabes, siempre pensé que sería terrible en esto, pero contigo es diferente. — me confesaste mientras me ayudabas a colgar un cuadro.
— Y yo pensé que nunca lograría que una habitación se sintiera como un hogar. Pero aquí estamos, haciéndolo juntos. — respondí, dándote un suave beso en la mejilla.

Finalmente, cuando todo estuvo en su lugar, nos sentamos en el sofá, agotados pero felices. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, dándole a la sala un resplandor cálido y acogedor.

— Felicidades al interiorista que consiguió que mi hogar se sintiera más cálido y acogedor. — te dije, entrelazando mis dedos con los tuyos.

— Felicidades a ti, por atreverte a vivir esta aventura. — me respondiste, mirándome con esos ojos llenos de amor y orgullo.

En ese momento, supe que no importaba dónde estuviera, siempre y cuando estuvieras a mi lado. Porque contigo, cualquier lugar se convertía en hogar.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------



No somos y no seremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora