Carta #31

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Tiempo fuera..


Estar una vez más abrazándonos y evitando hablar por sentir nudos en la garganta no es de mis cosas favoritas, pero debemos llegar a un punto medio, y bueno, este es ese momento.

No fui tan valiente como para darte la carta en persona, así que la dejé sobre tu cama, acompañada de un osito polar. Por más triste que estuviera, no podía evitar sentirme feliz gracias a tus padres. Me consintieron en mi último día hasta llegar al aeropuerto. Mientras tu madre me abrazaba y me repetía que en su casa siempre sería bienvenida, tú seguías bajando mi maleta en silencio. Te observé sin decir nada, pero en ese momento te acercaste y tu mano tomó la mía, entrelazándose, encajando como un perfecto rompecabezas. Seguramente podías sentir que mis manos temblaban, pero al tenerte cerca, cargaba pilas de alguna manera espontánea.

El aeropuerto estaba lleno de personas, corazones rotos y muchos charcos de lágrimas. Recorrí el lugar con miedo, deteniéndome a observar tu rostro. Esta vez lo hice lentamente, viendo cómo la luz del sol entraba por los cristales de aquella sala y se reflejaba en tus ojos, haciéndolos ver más claros. Tu piel comenzó a tornarse de un tono rojo apenas visible. Jugué con tus dedos nerviosa, hasta que te diste cuenta y tus labios me besaron.

Sentí de todo: fuegos artificiales en mi estómago, mariposas desapareciendo y volviendo a aparecer. Tus manos se posaron en mi mejilla y las mías se aferraron a tu cabello. Tu lengua seguía haciendo de las suyas y yo estaba totalmente a tu merced en ese momento. Fue un beso profundo y apasionado, perfecto para un momento tan amargo.

Una mujer anunció mi vuelo. Tus manos abandonaron mi rostro; era momento de abordar. Recuerdo haberte sonreído tímida y guiñarte un ojo. Tomé mi pequeño bolso de la silla de espera y seguí caminando, deteniéndome justo en las escaleras que me llevaban a otra sala de abordaje. Giré sobre mi eje y entonces los vi: tus padres, sonrientes y abrazados, cada uno agitando su mano diciéndome con un gesto: "nos vemos luego". Y tú... con tus manos en los bolsillos, observando tranquilo y sin ninguna alegría aparente. Lo sé, no hace falta recordar.

Volví a sonreírte, te deletreé "te amo" y, de igual manera, levanté mi mano como tus padres. Al caminar hacia el avión, me di cuenta de que no solo te tenía a ti, sino que también tenía una segunda familia respaldando mis pasos.

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Mientras esperaba en la sala de abordaje, saqué mi teléfono y encontré un mensaje tuyo: "Te esperaré, siempre. Contare cada día hasta que vuelvas." Sonreí, sintiendo un calor en mi corazón que me acompañó durante todo el vuelo.

Una vez en el avión, miré por la ventanilla y vi cómo el mundo que conocía se hacía pequeño. Cerré los ojos y recordé cada momento contigo: nuestras risas, nuestros silencios compartidos, y el modo en que tus ojos me miraban como si fuera lo más preciado. Sabía que este adiós no era el final, sino un hasta luego lleno de promesas y sueños por cumplir.

Al aterrizar en Italia, sentí una mezcla de emoción y melancolía. Sabía que la distancia pondría a prueba nuestro amor, pero también sabía que lo fortalecería. Estaba lista para afrontar este nuevo capítulo de mi vida, sabiendo que, al final del día, siempre volvería a ti

No somos y no seremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora