Capitulo 68

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 Gris...


Extrañarte es lo peor. Me encantaría poder apagar mis sentimientos por un tiempo indefinido. Decidí salir de casa por unas horas mientras Iana descansaba y yo intentaba distraerme. Conducir sin rumbo es otra cosa. Solo me preocupaba seguir hasta donde la carretera me llevara, y si terminaba en algún momento, dar la vuelta.

Verte crecer profesionalmente era como un trago ácido y dulce al mismo tiempo. Tus canciones se escuchaban en todas partes. Ni siquiera recuerdo qué compré en esa tienda, pero vi que la cajera era joven y revisaba tu Instagram. Ver a mi reemplazo no fue fácil. Caí al vacío.

¿Cómo pudiste pasar página tan rápido? ¿Cómo pudiste olvidarme? Olvidar lo que alguna vez fuimos...

Regresé a mi casa y ver a tu madre en el umbral no fue lo mejor; yo estaba muy enojada.


—Lo siento, cariño. No estaba enterada de esto —dijo con pena.


Mi modo automático regresó y no contesté nada más que con una cálida sonrisa. Entré a la casa. Iana estaba parada a un lado de la puerta y con la voz rota le pedí que se hiciera cargo. Ella cerró la puerta y conversó con tu madre. En ese momento, me eché a llorar, recargada en la puerta. Mis emociones me estaban ahogando. No pude evitarlo y revisé tu Instagram yo misma. Ya no existían más fotos nuestras, era como si nunca hubiera existido para ti.

Fue entonces cuando me di cuenta... Me lastimaste como nadie más lo hizo, me mentiste como nadie más me ha mentido y luego te largaste como si me hubieras hecho un favor.


IDIOTA...


Las lágrimas no cesaban. Me sentía tan rota, tan abandonada. Cada recuerdo, cada promesa, parecía haberse desvanecido en el aire. No entendía cómo alguien que significó tanto para mí podía eliminarme de su vida tan fácilmente. Me había convertido en un fantasma, en una sombra de lo que solía ser.

Intenté encontrar consuelo en pequeñas cosas: en la música, en los paseos sin rumbo, en las conversaciones con Iana. Pero todo parecía vacío, sin sentido. La risa se había vuelto una extraña, la felicidad una ilusión lejana.


Cada rincón de la casa, cada objeto, me recordaba a ti. La taza que solías usar, la chaqueta que dejaste olvidada, incluso los espacios vacíos que ocupabas. Todo era un recordatorio constante de lo que habíamos perdido.


¿Cómo pudiste? —  susurraba en la oscuridad de mi habitación, esperando una respuesta que nunca llegaría.


Me sentía atrapada en un ciclo de dolor y confusión, sin saber cómo seguir adelante. Las palabras de consuelo de los demás eran solo eso: palabras. Nadie podía entender realmente lo que estaba pasando por dentro. Nadie podía sentir la intensidad de la pérdida que estaba experimentando.


Me encerraba en mi propio mundo, intentando protegerme del dolor, pero al mismo tiempo, privándome de cualquier posibilidad de sanación. Estaba atrapada entre el deseo de olvidar y la necesidad de aferrarme a lo que una vez fue.


La noche caía y el silencio se hacía más pesado. Cada suspiro, cada pensamiento, era un eco de mi tristeza. Y así, día tras día, noche tras noche, intentaba encontrar una manera de seguir adelante, de recomponer los pedazos rotos de mi corazón.

<<Quizás algún día, cuando las heridas hayan sanado y el dolor se haya desvanecido, podré mirar atrás y recordar sin sentir esta opresión en el pecho. Pero por ahora, solo puedo intentar sobrevivir, un día a la vez.>>

No somos y no seremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora